Capítulo 6

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Nick abandonó el lugar desesperanzado. ¿De qué valía la promesa de despedida? Nadie mejor que él sabía que las promesas sólo se hacen para romperse. Además, ¿por qué se había deshecho de él tan intempestivamente? Era mala señal. Apuró el paso hasta perderse en un callejón.

-¡Maldición, maldición, maldición!- vociferó al tiempo que propinaba puñetazos contra un contenedor de basura.

Al verlo, pocos creerían que semejante despliegue de ira tuviera su origen en la posible pérdida de un puesto como mesero. Lo necesitaba, claro. Pero un joven con sus condiciones podía aspirar a más. De haber salido menos obnubilado, tal vez hubiera notado que la llegada de nuevos interesados citados ese día era la única causa del abrupto fin de su entrevista. Pero estaba demasiado ansioso para verlo. Noches en vela y planes largamente elaborados dependían de aquella reunión de apariencia tan trivial.

-Tengo que entrar allí, tengo que entrar allí- se repetía- tengo que entrar allí o jamás...

Poco a poco, logró sosegarse. Permaneció pensativo, sentado y fumando al fondo del callejón.

Tras de un sinfín de cigarrillos y menos de un par de horas, su teléfono sonó.

-¿Nick?

-Sí...

-Soy Julian. Tuviste una entrevista conmigo hoy...

-Lo recuerdo, claro.

-Me preguntaba si podías regresar, en la tarde quizá. ¿Estás lejos?

-No, en verdad no.

-Qué bueno. El jefe llegó temprano. Ya le hablé de ti. Si quizá pudieras venir...le gustaría verte.

-¡Oh, sí! Claro, claro, iré ahora mismo- dijo levantándose a toda prisa.

-No es más que una formalidad, sólo desea conocerte. Estoy seguro de que llegarán a un arreglo.

-Sí, sí, sí- dijo con la emoción rezumando en su voz- estaré allí en un momento.

-De acuerdo, te esperamos. Felicidades compañero- se despidió.

Nick sonrió y sus ojos azules apuntaron al cielo. "Gracias", murmuró.


Tal y como Julian había anticipado, su encuentro con el dueño del establecimiento fue una mera formalidad. Nick estuvo de acuerdo con todas la condiciones, parecía el empleado soñado.

-Bienvenido entonces, muchacho.

-Gracias, señor- respondió el flamante mesero.

-Ve con Julian antes de irte, por favor. Necesitamos algunos datos para el seguro social.

-Lo haré ahora mismo.

No tuvo que buscarlo demasiado.

-¿Entonces somos oficialmente compañeros?- apuntó sonriente.

Nick lo miró y sus ojos destellaron. "Deberían prohibirle sonreír en horas de trabajo", pensó.

-Sí, lo somos...gracias. Gracias por interceder.

-No hay nada que agradecer. Sólo le dejé saber que eres ideal para trabajar aquí, lo cual es innegablemente cierto.

-No seré el único apto, supongo.

-Puede que no. Pero eres el que más me ha gustado- dijo con una sonrisa pícara que dejó ver los hoyuelos de sus mejillas- Ven conmigo, necesitaremos tus datos.

Ocuparon una mesa.

-Creo que sólo nos falta tu dirección. Ya sabes, para que llegue la correspondencia del seguro.

Julian tomó un bolígrafo.

-Dime.

Nick pareció algo tenso. Tomó un papel arrugado de su bolsillo y ofreció una dirección. Julian lo observó con suspicacia.

-¿No sabes tu propia dirección?

-Es que...me mudé hace sólo un par de semanas.

-Está un poco lejos.

-¿Será eso un problema?

-Claro que no- y alzando los ojos por encima del formulario, preguntó- sólo dime, ¿entre qué calles se encuentra?

Nick titubeó y antes de que fuese capaz de articular algo Julian volvió a hablar.

-Ni siquiera sabes donde vives...y esta mañana, no creas que no vi la maleta. Di la verdad, Nick. ¿Tienes donde quedarte?

El nuevo empleado respiró con alivio y negó con la cabeza.

-Debiste empezar por ahí.

-Pero...

-Calma, te dije que no será un problema. Sé que esto podría sonarte extraño pero...¿Quieres quedarte en mi apartamento?

Los ojos de Nick se abrieron con sorpresa.

-No me malentiendas- se apresuró a explicar- compartía la renta con un amigo pero volvió a Los Ángeles. Tengo una habitación libre. Puedes quedarte. Si te gusta el lugar, podrías tomar su sitio y compartir el alquiler. Y si prefieres vivir en otro lugar pues...simplemente puedes quedarte hasta que consigas alojamiento. Eventualmente, nos beneficiaremos los dos.

-Eso...eso sería genial- respondió Nick, incapaz de creer que todo estuviera encaminándose tan bien- tal vez pueda quedarme hasta pedir un adelanto y...

No muy lejos Ralph, uno de los camareros más antiguos, los escuchaba.

-¿Oíste, Jules? Adelanto...- dijo sonriente, tomando parte de la conversación.

-Supongo que es demasiado pronto para pedir adelantos, ¿verdad?- razonó Nick, sintiéndose un tanto ingenuo.

-No es eso, muchacho. No lo necesitarás. ¿Acaso tienes idea de lo que se gana aquí sólo con propinas? Si no, pregúntale a Jules- dijo con una mirada cómplice que desató la risa del más joven.

-Es verdad. Te quedes o te vayas, podrás ubicarte sin problemas. La mayoría de nuestros clientes son ejecutivos muy importantes- esclareció- ya verás, Nick.

-Lina Merton del Daily News...- comenzó a enumerar el camarero, recordando a los más notables y generosos- Edward Houston de Merrill Lynch...pero no te desperdicies con él, está enamorado de Jules...- bromeó.

-Déjate de tonterías, Ralph- dijo el muchacho riendo.

-¿¡Tonterías!? Ya quisiera yo embolsar lo que tú...

Julian pasó por alto el comentario para seguir instruyendo a Nick.

-Rupert Hamilton de IBM, Lisa Kurtis de la aerolínea...es una mujer mayor, a la antigua. Si te comportas como un caballero, corres su silla y le dices algo bonito, te compensará bien al retirarse. ¿Verdad, Ralph?

-Así es- afirmó- te la enseñaré en cuanto aparezca, Nick. Y hay más, muchos más. Michelle Warren de Kodak, John Casablancas de Elite...

Una vez más, aquel nombre hizo hervir la sangre de Nick. Aún así, sonrió.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora