Capítulo 42

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Salió a prisa, dispuesto a reunirse con Julian. Sus pensamientos se arremolinaban en torno a las palabras de Albert. ¿Cómo se presentaría allí? ¿Con qué derecho se atrevería a pedirle algo? Estaba en lo cierto. Era él quien le había negado todo al que todo le ofrecía. Su perdón, probablemente hasta el olvido. Su compañía y su amor. El mismo que había querido estar a su lado en las horas más oscuras, cuando todos lo abandonaron, incluso su hermana.

Ni siquiera había pensado en lo que diría cuando se encontró a las puertas del edificio. Alguien que lo conocía lo dejó entrar. Ansioso e incapaz de aguardar el ascensor, subió las escaleras en pocas zancadas. Apenas estuvo frente al apartamento, escuchó la voz de Julian. Parecía enzarzado en alguna clase de discusión.

-¡Te dije que te largues!- exigía.

-¿¡Pero qué mierda te has creído!?- respondía una voz de hombre- ¡Me llamas a cualquier hora y en cuanto llego me echas porque al parecer ya te apetece otra cosa! ¿¡Quién te crees, Julian!?

-¡Te he dicho que es una urgencia y debo irme! ¡Vete ya!- dijo antes de tomar el picaporte y enseñarle la salida.

En cuanto la puerta se abrió, vio a Nick.

Lo contempló boquiabierto mientras el visitante se figuraba la escena. Seguramente algún amante de ocasión, uno de los tantos que había visto desfilar por su apartamento en esas semanas. Uno igual que muchos otros, uno que tal vez no estaba dispuesto a soportar los desplantes que Julian les dedicaba. A veces con indiferencia. Otras con verdadera saña. Como fuera, el joven lucía muy enfadado y Nick supo que era hora de intervenir.

-Siento haber llamado tan temprano, Julian. Pero es algo muy urgente- atinó a decir ratificando lo que había oído a hurtadillas.

Sus palabras y su presencia fueron suficientes para que el muchacho saliera de allí sin decir nada. Apenas se quedaron a solas, Julian le echó los brazos al cuello. Su abrazo lleno de ansiedad le hizo pensar a Nick qué tan seria habría sido la discusión. O cuánto de verdad podía haber en aquella urgencia de la que había oído hablar.

-Nick...Nick...- murmuraba a su oído, aferrándose a él con tal desesperación que acabó de asustarlo.

-¿Qué sucedió? ¿Quién era él?- dijo para arrepentirse de inmediato de la segunda pregunta.

-Nada...él era...

La mirada refugiada en el suelo y aquel tartamudeo infrecuente le hicieron suponer que sus presunciones debían ser ciertas.

-Lo siento, Jules...no debí preguntar.

No deseaba obligarlo a hablar ni oír lo que seguramente tenía para contar. Había sido suficiente con verlo noche tras noche.

-Gracias, Nick...- atinó a murmurar.

-Jules...si estoy aquí es sólo porque...

-Lo sé, lo sé- repitió con voz quebrada antes de volver a abrazarse a él- no te vayas, por favor. No te vayas, Nick.

-De eso quería hablarte...- dijo tomándolo por la cintura, en un vano intento de separarlo de su cuerpo.

-No, por favor. No lo hagas, no te vayas...

Julian se alejó un poco. Su mirada húmeda parecía albergar la desesperanza de un animal herido que ya no lucha. Aún así, volvió a hablar.

-Te busco en todos...- dijo sollozando- en cada uno...pero no estás...

Se restregó los ojos con los puños cerrados, a la manera de los niños. Ya no quería verlo, no quería encontrar la mirada indiferente de Nick ni prolongar otra despedida.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora