Capítulo 7

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-¿No es increíble?

-¿Qué tan increíble puede ser otra de tus aventuras con algún desconocido?- preguntó Nikolai del otro lado del teléfono.

Julian alzó la vista con gesto de hastío.

-Supongo que no tiene caso hablar contigo, amigo.

-Sí, sí lo tiene. Agradezco que me cuentes todas tus insensateces. Si algo te ocurre al menos habrá alguien que sepa dónde has estado y con quién.

-¡Nikolai! ¡Por todos los cielos, no exageres!

Su voz denotaba fastidio pero en el fondo, le agradaba que alguien se preocupara por él y usara ese tono paternal sobre el que tanto había oído pero en el que nadie le hablaba nunca. De todas formas, se resistió.

-No me hables como si fuera tu hermana menor, ¿sí?

-Nunca hablo así con ella, se comporta con mejor juicio.

-¿Qué es lo que te pasa? ¿Acaso nunca has tenido una aventura?

-Sí, pero nunca la he instalado en mi casa.

-No vives solo, Nikolai.

-Deja de hacerte el tonto, comprendes muy bien lo que quiero decir.

-¿Qué podría pasar?

-A mí probablemente nada. Contigo es diferente.

-¿Diferente? ¿Por qué? Ahora resulta que mi mejor amigo me tiene por una doncella indefensa...- replicó riendo.

-¿Tengo que repetirlo? Te lo he dicho decenas de veces. Yo no soy el hijo de un prominente hombre de negocios, mi familia no tiene dinero ni enemigos. No era yo al que enviaban a la escuela con una escolta. ¿Eso no te dice nada, Jules? ¿No crees que deberías ser más prudente? Al menos cuando llevas a alguien a tu casa.

-¡Es un compañero de trabajo!

-Lo conociste hoy...

-Tengo todos sus datos. ¿Satisfecho? Además, hace años que uso el apellido de mi madre. Y donde trabajo nadie sabe que él...es mi padre- dijo reticente a pronunciar el nombre de su progenitor.

-Como sea Jules- respondió su amigo- sólo cuídate por favor.

-¿Julian? ¿Julian? ¿Estás ahí?- se oyó la voz de Nick a sus espaldas.

-Lo siento, Nikolai. Tengo que colgar- se apresuró.

-Oh...siento interrumpirte. No sabía que estabas al teléfono- balbuceó Nick notando que su providencial benefactor parecía ocupado en otras cosas.

-Descuida, ya habíamos terminado- dijo sonriendo.

-¿Irás ahora al apartamento?- no tenía prisa por conocerlo pero en verdad se sentía muy cansado. O quizá sólo estaba abrumado ante la perspectiva del futuro que se ahora abría ante sus ojos.

-Sí, claro. Verás que no es lejos, podemos ir caminando. ¿Ese es todo tu equipaje o debes ir por algo más?

-No...esto es todo- dijo un tanto abochornado.

Se encaminaron juntos hacia allá. Julian fue el primero en hablar.

-En verdad te agradezco, Nick- dijo rozando ligeramente su brazo.

-¿Por qué? Soy yo quien debería estar agradecido. Y lo estoy, créeme.

-Es que...en verdad necesito alguien con quien compartir la renta. He puesto avisos por todas partes- explicó y no mentía. No deseaba usufructuar el dinero de su padre, no si eso suponía tener que obedecerle- Y si a ti también llegara a resultarte conveniente pues...¿qué mejor que un compañero de trabajo?- dijo ofreciendo una sonrisa encantadoramente sincera.

Nick asintió sin mayor emoción.

-Puedes llamarme Jules, ¿sabes? Todos mis amigos lo hacen- continuó en la búsqueda de una conversación que se resistía a fluir.

-Si así lo quieres...- respondió con cierta indiferencia.

Julian se sintió algo confuso. No solía encontrarse con la apatía de los hombres y tampoco la esperaba. No del mismo que en la mañana lo había observado con tanto deseo y desenfado, casi desvistiéndolo con la mirada. Era como si la emoción de Nick se hubiese desvanecido, como si la expresión de su rostro delatase algún negro pensamiento o una secreta preocupación.

Caminaron un rato en silencio hasta pasar junto a un contenedor de basura a la vera de la calle. Julian pasó de largo pero Nick notó que algo se movía.

-Espera, Jules- dijo acercándose.

Inclinó su largo talle y lo descubrió. Era una caja de cartón húmeda medio deshecha. Dentro, se movía y chillaba un cachorro. Su madre junto a sus hermanos yacían mojados y exánimes a su lado, alguien los había ahogado.

-¿Qué hay?- preguntó Julian.

Nick bajó un poco la caja para que pudiese ver su contenido.

-Cielos...¿¡qué clase de persona puede hacer algo como esto!?

-Cualquiera- respondió Nick y su tono fue tan terminante que por un momento, Julian temió haberlo molestado de alguna forma que no lograba figurarse.

Reinó el silencio un instante.

-¿Nick?- susurró buscando escudriñar tras su expresión meditabunda.

Pero sólo obtuvo por respuesta un monólogo ensimismado que no parecía dirigirse a nadie más que a sí mismo.

-Qué ironía...- murmuró Nick acariciando el frío cuerpo de la hembra- alguna vez fue la alegría de alguien. Debió pensar que la amaban, que era importante, que cuidarían de ella y ya ves...usada y botada.

Alzó la vista y Julian comprobó con extrañeza que sus ojos estaban vidriosos.

-Ve tú, Jules. Te alcanzaré luego- dijo de pronto- uno de ellos aún está vivo, me quedaré con él aquí. Veré cómo...

-Pero...¿qué dices?- respondió incrédulo- ¿Te has vuelto loco?

Iba a seguir hablando pero Nick lo interrumpió. El loco debía ser Julian si pensaba que lo dejaría allí, desamparado en la vida o solo en la muerte. Si le tocaba en suerte sobrevivir, mejor así. Y si debía morir, no lo haría solo.

-No espero que comprendas, Jules...- respondió sin deseos de explicar nada e intuyendo que de todas formas, nadie lo entendería.

-No puedes quedarte aquí- insistió.

-Te dije que...

-Sólo tómalo y llévalo a casa, Nick. Vamos, está helando y cada minuto que perdemos discutiendo aquí será una oportunidad menos para él.

Nick sonrió entre asombrado y confuso, como aquel que tiene motivos para sorprenderse frente a la amabilidad ajena.

Tomó al cachorro con toda la delicadeza de la que fue capaz, lo abrigó contra su pecho y se marcharon.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora