Capítulo 28

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Era el cuarto día de internación para Julian. Las heridas físicas mejoraban, las otras no tanto. Permanecía en su habitación con la sola compañía de Nikolai y los suyos. Hasta los padres de su amigo se turnaban para que no estuviese allí solo. Nadie de su familia se había acercado y tampoco él esperaba que lo hicieran. John no lo habría hecho, por costumbre. Y ahora...no dudaba que haría recaer en él parte de la culpa por lo ocurrido en la noche del compromiso. Si se hubiese mantenido callado y lejos de los novios, el escándalo no hubiese existido o al menos hubiese tomado lugar puertas adentro. En cuanto a su hermana...sólo el cielo sabría lo que pensaba. Pero probablemente no distara mucho de las ideas de su padre. De cualquier modo...a ella sí la comprendía. Había vivido una pesadilla y de alguna forma, se lo debía a él.

Esa mañana, Nikolai se esforzaba en que comiese su desayuno. Encendió la televisión buscando que las voces rompiesen el silencio inquebrantable en que Julian se había mantenido tras recuperar la consciencia. No era sólo tristeza la causa de su mutismo. Se sentía invadido de una intolerable vergüenza. Por aquella escena que, según se decía a sí mismo, debió evitar por el bien de su hermana. Por la embriaguez a la que nuevamente había sucumbido y los problemas que ésta causaba a todo el mundo...excepto a su familia. Y sobre todo, por el engaño de Nick. Aquel engaño del que nunca sospechó. Estaba muy lejos de imaginar que su relación con Cecile era el instrumento de un plan mucho más elaborado que ni siquiera debía tenerlo a él entre sus actores.

-¡Julian!- insistía su amigo con tono suplicante- ¡Come algo, por favor! Así jamás te darán el alta.

La cuchara rebosante de puré de manzanas volvió a acercarse y él dio vuelta la cara.

-Si no comes, te pondrán una sonda. No mantendrán una cama ocupada sólo porque tú te niegas a comer- amenazó- ¿Quieres eso, Jules?

El enfermo no se inmutó.

Nikolai soltó un hondo suspiro antes de rendirse.

-De acuerdo- dijo retirando la bandeja- me sentaré aquí a tu lado y veremos televisión juntos...

Buscaba alguna serie de dibujos animados cuando pasó por el canal de noticias. Allí se anunciaba, con la espectacularidad que el caso requería, el arresto de John Casablancas.

Sin decir palabra pero boquiabierto, Julian le arrebató el control remoto. Retrocedió hasta dar con las noticias. Pudo ver la multitud de periodistas apiñándose tras el cerco policial mientras su padre, esposado, era retirado de las oficinas de Elite.

De no haber estado confinado en el hospital, hubiese podido anticiparlo. El día anterior, el New York Post había dedicado su portada y varias páginas a una denuncia contra la firma de su padre. En ellas, se revelaba evidencia sobre evasión impositiva y dinero no declarado. Los allanamientos en Elite y la posible detención de John se esperaban de un momento a otro. Tan rápido había sucedido todo, que los abogados de la firma apenas tuvieron tiempo de reaccionar.

-Papá...- balbuceó con los ojos húmedos al verlo salir con las esposas atrás de la espalda.


Muy lejos y frente al televisor, Alessandra se regodeaba con la escena. La evidencia que Nick recolectó y ella entregó estaba destinada a ser el golpe final para aquel hombre que había odiado sin medida y por años.

Su hermano fue otro de los sorprendidos por la noticia. No habían acordado una fecha para la entrega de los documentos que incriminaban a John y su detención llegaba en el peor momento, al menos para Julian que aún convalecía.

Desentendido de aquello, Nick daba prioridad a su contacto con el hospital. No podía presentarse. Sabía que Nikolai, amigo y cancerbero, no dudaría en prohibirle la entrada en los mismos términos en que ya lo había hecho. Como pudo, se las arregló para conocer los partes sobre su salud. Sabía que estaba consciente y no se alimentaba, no había abandonado su cama y permanecía en completo silencio. Y estaba seguro de que, pese a la distancia y los antiguos rencores, las noticias sobre su padre no harían más que empeorar las cosas.

Pensó que era hora de que supiera la verdad. Merecía saber que lo amaba y que lo había hecho desde mucho antes de comenzar a ejecutar aquel plan que parecía estar llevando a todos a la perdición, donde víctimas y victimarios se mezclaban en un huracán de odio en que culpables e inocentes se fundían y confundían.

Debía saber que lo amaba como a la vida misma. Ayer, cuando lo creyó un tal Christiansen y hoy, que lo sabía un Casablancas. Merecía la certeza de no haber sido jamás parte del plan.

Tomó un bolígrafo y le escribió una larga carta. La confesión que debía haber hecho hacía mucho tiempo.

Descubrió frente a él la historia de su hermana. Su romance adolescente con un hombre adulto, con John. Su embarazo y la forma en que tomó su vida tras el abandono y la indiferencia de quien prometió cuidar de ella pero ni siquiera respondió a sus cartas.

Reveló las razones de su interés desmedido por un puesto en The Lemon, empujado por la seguridad de que John frecuentaba el lugar, lo vería...y sus encantos harían el resto para llevarlo hasta Elite.

Narró con detalle cómo la vida a su lado le había hecho amarlo, con un amor del que hasta entonces, no se creía capaz. Confesó la ingrata farsa con Cecile, impulsada por el deseo de una revancha largamente anhelada. Esa que hoy, ya consumada, lo dejaba con las manos vacías y la certeza de haber dañado lo que más amaba.

Juró, una y otra vez, que de haber tenido el menor indicio acerca de su identidad, se hubiese detenido, incapaz de hacer nada que pudiese infligirle una herida como aquella.

También reveló su participación en las acusaciones que llevaron al arresto de John asegurándole, como prenda de la sinceridad de su amor, que sería él mismo quien lo reparase.

Fue una larga y liberadora confesión, prolongada a través de varias páginas llenas de amor y remordimiento. Cuando estuvo lista, la guardó en un sobre y partió rumbo al hospital. Llegó a la puerta y sin entrar, llamó a Nikolai.

En cuanto el muchacho supo que se trataba de Nick se sintió nervioso. "Se avecina otra escena", pensó. Y temeroso de su insistencia, dejó la habitación para atenderlo.

-¿¡Todavía tienes el descaro de llamar!?- dijo sin que mediase un saludo- No eres bienvenido y si te importa Jules o alguna vez te importó, hazle un favor y vete. Aléjate de él y déjalo olvidar en paz toda esta basura.

Sin intentar justificarse o defenderse, Nick respondió.

-Es a ti a quien necesito ver. ¿Podrías bajar, por favor? Te aseguro que no he venido a molestar pero necesito hablar contigo.

-¿Qué es lo que quieres?- preguntó molesto- ¿Qué más quieres de él? ¿No te basta con todo lo que has causado? Jules, su hermana, la familia entera...¡Maldición! ¡Has sido la desgracia de todo el mundo!- exclamó alzando un poco la voz.

-Te ruego que bajes- insistió sin intenciones de hablar demasiado.

Nikolai pensó que sería mejor acceder y no provocarlo a que suba. Bajó a su encuentro. Lo halló a las puertas del hospital, desmejorado y enjuto.

-Sólo quería darte esto- dijo acercándole la carta- es para Jules. Te suplico que se la entregues.

Nikolai lo miró con escepticismo y tomó el sobre. Estaba a punto de marcharse sin dirigirle la palabra pero no pudo contenerse.

-¿Por qué lo hiciste?- preguntó lacónico.

-Allí está la respuesta- dijo Nick antes de partir.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora