Capítulo 14

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-¿Cómo fue todo, amor?- preguntó Julian recibiéndolo con un abrazo e intuyendo por su expresión que las cosas debieron salir a pedir de boca.

-Muy bien, Jules. Mejor de lo que hubiese imaginado.

Nick se dejó caer en el sofá. Estaba extenuado. Por el trabajo, más arduo de lo que creía y por la conmoción que suponía para él estar tan cerca de lo había ido a buscar.

-Entonces...¿está decidido? ¿Trabajarás allí?- dijo intentando contener el descontento en su voz.

-Digamos que sí, en la medida en que alguien se interese por mí. De cualquier forma, le gustó mi prueba. Mañana les enseñará mis fotos a unos clientes y firmaremos un pre-contrato.

-Qué bien, cariño...

-Ten, Jules- dijo sacando una carpeta con las fotos- este es el portfolio que hicimos hoy.

Comenzó a ojearlo. No podía negar que se veía genial. Le sorprendió que aquella fuera la primera vez que alguien intentaba reclutarlo para ese trabajo en una ciudad como New York, hervidero de agentes a la caza de nuevos rostros.

-Su hija tomó las fotos, ¿sabes?

Julian dio un respingo.

-¿La hija de Casablancas?- preguntó como si ignorase que aquella media hermana, mayor y a la que veía tan poco, trabajaba junto a su padre como fotógrafa.

-Sí, ella. Se llama Cecile, es muy amable.

-¿Y qué hay de su padre?

-Es un hombre...accesible. Celebramos y conversamos un rato después de la prueba. Habla muy bien español. Y francés. Y tiene otro hijo...

Julian se sobresaltó.

-¿Sí? ¿Estaba allí?

-No- dijo Nick riendo- sólo lo mencionó. Me dijo que no fuese tan estúpido como él. Que no rechazara Elite como él lo hizo. Tuve la impresión de que no se llevaban bien.

Julian suspiró aliviado.

-¿Renunciarás al bar?

-¡Claro que no! Es muy temprano aún. Ni siquiera sé si esto va a ser tan lucrativo como promete- dijo Nick que no sentía el menor interés por el dinero.

Deseoso de cambiar de tema, Julian se sentó en su regazo. Lo estrechó entre sus brazos, encontrando en ellos la reciprocidad de siempre. El resto fueron susurros, mordiscos, aquel tacto inquieto y demandante que siempre parecía tener nuevos rincones por descubrir.


Apenas estuvo solo, Nick tomó su teléfono. "¿Contento?" leyó. Era Cecile. No tuvo que hacer mucho esfuerzo para que intercambiasen sus números. Y podía apreciar que la chica estaba deseosa de contactarlo otra vez tan pronto como fuese posible.

"¿De conocerte? Mucho", respondió sin demorarse, intentando aparentar las mismas ansias que la invadían a ella.

"De estar en Elite, tonto".

-Ay, Cecile...- murmuró Nick oculto en su dormitorio, ese que jamás había usado- resultaste más ingenua de lo que imaginé.

"El tiempo dirá...el tiempo y tú", respondió él.

"¿Qué tengo yo que ver?", escribió ella y Nick pudo imaginar sus dedos temblando de emoción, equivocándose una y otra vez mientras intentaba redactar esa simple línea. Criado entre mujeres, bajo el influjo de su madre y hermanas, parecía capaz de leer la mente femenina. Anticipar sus pensamientos, descifrar sus emociones y corresponder a sus anhelos, cuando era preciso.

"¿Qué haré cuando no seas tú quien esté detrás de cámara? ¿Cómo voy a concentrarme? Tal vez tengas que acompañarme".

"Lo haré si hace falta", replicó ella. Y temerosa de haber ido demasiado lejos en aquel primer flirteo sin testigos, añadió. "Mi padre cree en ti".

-Peor para él...- susurró Nick.


Julian dormía cuando creyó oportuno tomarse un momento para hablar con su hermana acerca de lo sucedido aquel día.

-Sabía que lo lograrías- dijo ella convencida.

-Parece que le gusto- especuló él.

-Le gustas a todas, Nick- respondió en tono de orgullosa hermana mayor- pero el punto no es que le gustes, tienes que entrar a esa familia...

-¡Dame tiempo, Alessandra!- reclamó él- Acabo de conocerla.

Los hermanos rieron hasta que el bullicio se tornó en silencio y recuerdos.

-Las cosas no pueden quedar así...- dijo la voz de ella con resentimiento- es justo que sepan, que sientan lo mismo que...

-Alessandra...

-Lo siento, hermano.

-Alessandra...te prometo que los Casablancas van a sentir el mismo dolor. El de Celine, el de mamá, el tuyo y el mío. Te prometo que nada va a ser igual, no volverán a conocer la paz...

Oyó los sollozos de su hermana y dejó de hablar. Aquel era el peor de los llantos, el de las personas fuertes que a todo se adaptan, a todo se resignan y todo lo soportan. El llanto contenido que, como los volcanes, erupciona violentamente sólo de tiempo en tiempo.

Le dio un momento para reponerse.

-Quiero verte, Nick. Iré a tu apartamento mañana, podremos hablar mejor.

-No es prudente que vengas. No vivo solo y lo sabes. No podemos hablar de esto aquí.

-¿Qué tanto puede molestar tu compañero de piso? No hablaremos frente a él, de todas formas.

Nick tomó aire y atropellándose con las palabras espetó.

-No podemos hablar de esto aquí...- insistió- no te lo dije antes, no creí que fuese necesario. Pero...mi compañero de apartamento es también mi pareja. Y no quiero que esto se arruine, Alessandra. De verdad, no quiero. Significa mucho para mí.

Se hizo un silencio incómodo.

-Maldición, lo sabía- dijo ella en tono calmado- ¿El tal Jules, verdad?

-Sí- dijo él con timidez.

-Nick...¿¡cómo se te ocurre!? ¿No ves que...

-Lo sé, lo sé- se apresuró, interrumpiéndola- no debía suceder pero...pasó. Y no diré que lo lamento porque no es así.

Del otro lado, sólo se oyó un reprobatorio silencio que lo obligó a seguir hablando.

-No hay nada que temer- afirmó convencido- esto no afectará nuestros planes. No tiene por qué hacerlo- aseguró preguntándose por primera vez si así sería.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora