Capítulo 10

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Era un atardecer de viernes. El bar estaba atestado. Ejecutivos de casi todas las compañías de la zona venían para acabar el día y la semana con unos tragos que les permitiesen volver a casa más relajados. Algunos llegaban solos y se retiraban acompañados.

Detrás de la barra, Julian preparaba algunas bebidas para mantener callado al pequeño séquito de admiradores que zumbaba a su alrededor. Ninguno hubiese vacilado un segundo en pagar para esperar a que el muchacho acabase su turno y dejar el bar en su compañía.

Nick no corría una suerte muy diversa mientras se paseaba elegantemente por el salón, requerido por los clientes habituales y algunas mujeres maduras que tampoco dudarían en sacarlo de sus posibles penurias.

Por momentos, el bullicio era ensordecedor. Pero para Julian todo fue silencio en cuanto lo vio entrar.

-Aquí tienes, Anthony. Disfrútalo- dijo extendiendo un trago a un cincuentón que lo miraba arrobado.

Fue en ese momento que sus ojos se encontraron. "¿¡A qué mierda viene!?", pensó viendo avanzar a su padre en dirección a la barra. No tenía caso huir a la cocina o el sótano. John sabía que estaba allí y no estaría dispuesto a molestarse dos veces sólo para verlo. A fin de cuentas, era un hombre ocupado. Había ido a buscarlo en ese instante y en ese instante lo vería. Lo quisiera o no.

No le tomó esfuerzo ocupar un lugar en la barra atestada, justo frente a su hijo. John destilaba una seguridad discreta pero indiscutible y su sola presencia física era suficiente para reclamar y hacerse con el espacio.

-¿Por qué no respondes mis llamadas?- preguntó sin siquiera saludar al chico e incapaz de intuir que si sólo hubiese intentado plantarle un beso en la mejilla, un tercio de su resistencia habría sido desbaratado.

-Porque sé lo que tienes para decirme.

Molesto, el hombre se revolvió en el taburete.

-¿Puedo ofrecerte un trago, John?- dijo llamándolo por su nombre, como siempre que había gente alrededor- la casa invita.

-No vine a beber, tú ya bebes por los dos- respondió con sequedad.

De haber sido otra clase de padre hubiese sabido que su hijo llevaba varios años sin embriagarse.

Fue entonces cuando, desde la mitad del salón, Nick lo vio. Por fin estaba allí. Aquel hombre del que le habían hablado y con cuyo rostro había soñado tantas noches, estaba ahora ahí, a sólo unos pasos. Era la primera vez que lo veía en persona y su imagen le desagradó tanto como en las fotos. Sintió al fin que la paciencia de aquellos meses rendía sus frutos. John Casablancas, el hombre que había estado esperando, se presentaba en el bar que solía frecuentar por vaya a saber qué extraña razón.

Una opresiva sensación se apoderó de sus entrañas y su corazón se aceleró. Acomodó su cabello, respiró profundo y sólo después de murmurar "ayúdame", se encaminó hacia allá.

Cerca de la barra y junto a John, a quien no miró ni una sola vez, dejó que su largo cuello se inclinase hacia Julian y que sus esculpidas facciones hicieran el resto.

-Necesito un margarita para la mesa 8, por favor- dijo en voz baja.

Casablancas no pudo evitar reparar en él. Y Nick lo sabía, siempre supo que así sería. Sin discreción y valiéndose de un ojo entrenado contempló al muchacho de arriba abajo. Una mirada fue suficiente para notar que estaba frente a un diamante en bruto. Tenía todo lo que hacía falta en el negocio. Y hasta un poco más. Aquella delgadez de junco unida a su altura imponente lo hacía destacarse entre la multitud de muchachos idénticos que recorrían los pasillos de su agencia en busca de una oportunidad que cambiara sus vidas. Observó en detalle su cabellera, abundante, volcánica, cuidadosamente descuidada; el azul penetrante de sus ojos pequeños y de mirada algo arisca. Y su rostro, varonil y afilado pero aún así, delicado. "Si quisiera, podría convertirse en una mina de oro", pensó.

Pero antes de que John pudiese reaccionar, su inesperado hallazgo se había ido.

-¡Ey, muchacho!- lo llamó.

Se alejó de la barra para ir tras él, haciendo caso omiso de los llamados de su propio hijo.

-Buenas noches. Soy John Casablancas- dijo pretencioso, casi cruzándose en su camino.

Ofreció su mano y su sonrisa para un saludo, dando por sentado que Nick lo conocería o cuando menos, habría oído de él. Y en efecto, lo había hecho. Mucho más de lo que le hubiese gustado.

El joven lo observó un instante. Sus quijadas apretadas le impedían hablar. Miró aquella ancha palma extendida frente a él y tras dudar unos segundos, la estrechó. Le pareció que la mano de John ardía o quizá fuera la suya, invadida por el calor de una ira que imperiosamente debía contener. Permaneció en silencio mientras su corazón bramaba.

-Si tienes un momento, quisiera hablar contigo- dijo afable.

-¿En qué puedo ayudarlo, señor?

-Digamos que tengo una propuesta de trabajo para ti.

-Vea señor...- dijo fingiendo un atisbo de resistencia- no sé a qué clase trabajo se refiere pero...

Hizo una pausa, a la espera de ser interrumpido. Y calculó bien.

-No te preocupes, no soy como ellos...- dijo señalando con el mentón a los hombres que pululaban alrededor de Julian- lo que te ofrezco es trabajo, real y honesto. En Elite, mi agencia- esclareció con un dejo arrogante.

Nick fingió un atisbo de duda y antes que pudiese articular algo, John apremió otra vez.

-¿Tienes un momento? O tal vez podamos vernos en mi oficina...

-No estoy seguro...- dijo con estudiado desinterés- en un momento tendré permiso para salir a fumar. Si gusta puede...

-No se diga más, te buscaré afuera- dijo sonriente, palmeando el brazo del muchacho.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora