Capítulo VI

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Tomás G.

—¿No me dijiste que esto iba a ser una cena familiar intima?, —dijo Luisa al entrar en aquel enorme salón repleto de mesas y gente.

En el fondo una orquesta estaba tocando a ritmos de salsa y merengue. Las personas seguían entrando y ubicándose en las distintas mesas. Martina a su lado estaba asustada, no porque nunca hubiera estado en un evento similar; sino que no era lo que Tomás arriba le había dicho. Ambas mujeres habían subido con el chico hasta la habitación donde se cambiaría antes de la boda y lo ayudaron a acomodarse. Ellas bajaron primero, preguntaron por el comedor y por la mesa para la boda, ahí les dijeron que el evento de la boda era en el salón de festejos.

Ambas fueron dudosas, pero en la entrada de aquel salón estaba un letrero donde indicaba la boda, la hora de la firma del libro y el nombre de los contrayentes. Entraron y una chica les pidió sus nombres, luego revisó la lista y les dijo que estaban en la mesa principal como parte de la familia, y les paso un par de tarjetas con sus números; ellas eran las 19 y 20. Como pudieron avanzaron en ese mar de gente y llegaron hasta la mesa respectiva. Un hombre alto, de melena oscura y ojos azul agua las recibió y escoltó a sus respectivas sillas; él se sentó a su lado y extrajo una libreta.

—A ver, —dijo el sujeto. —Ustedes son familiares del otro novio.

—De uno de los novios, —dijo Luisa, todo aquello la tenía encantada.

—¿Del pobre?, —insistió el sujeto.

—Más respeto, —dijo Martina molesta por el comentario.

—Hola, soy Arthur Lyon, soy el papá del novio rico, —aclaró el hombre. —Bien, mi lista dice que es tan pobre el chico que sólo vienen dos personas, la cacera y la abogada de la oficina donde labora, —completó.

—Oiga, —ahí Luisa se sintió ofendida.

El hombre empezó a trajinar sus bolsillos y extrajo un talonario de rifas y sacó dos números, pasándole uno a cada una de las mujeres.

—Bien, veamos, las apuestas son: menos de un mes, menos de tres meses, menos de seis meses y menos de un año; en cuál se anotan, —dijo divertido el hombre.

—¿Qué cosa, no lo entiendo?, —preguntó Martina.

—Estamos rifando un caro y exquisito cabernet francés, yo mismo lo mande a comprar en Francia apenas supe de esta boda; y bien entonces donde las anoto; hasta el momento tengo ocho a menos de un mes, siete con menos de tres meses, cinco a menos de seis, y nadie se ha anotado en menos de un año.

—¿Están apostando cuanto van a durar casados, es eso?, —dijo Martina por fin entendiendo la cosa.

El hombre sonrió en afirmación.

—¿Es simple no?, ¿cuánto cree que esos dos duraran?, sin ofender a nadie mi señora.

—Menos de tres, —dijo Martina.

—Bien, menos de tres va con ocho anotados, ¿su número es el diecinueve cierto?

Martina asintió.

—¿Y usted mi dulce señora?

—Toda la vida, —dijo Luisa.

Arthur la miro divertido.

—Optimista la amiga, bien, eso no está aquí, así que la pondré en más de un año; si no se han divorciado para sus bodas de papel, usted mi estimada señora, si nadie más se suma a esta apuesta, será la dueña exclusiva de un increíble vino francés; y si ese milagro ocurre, le voy a dar un bono no de una o dos botellas, sino que recibirá media docena de botellas, le gusta el trato doña Luisa.

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora