Thomas L.
—Te extrañé en la parrillada, —dijo Arthur cuando Manuel abrió la puerta de su pequeño apartamento tipo estudio. —No logro pensar como él que no deja pasar una reunión para aparecerse sin siquiera ser invitado, haya dejado de ir a una donde se le invitaba expresamente.
Manuel abre más la puerta y deja pasar al hermano menor.
—Hay fiestas en las cuales es mejor no aparecerse.
—No lo dirás por mi, eso es seguro, estamos, como diría, ¿de buenas?; —dijo Arthur entrando y permaneciendo de pie, nuevamente apoyado con el bastón entre sus manos.
—¿No lo habías dejado?, —apunta Manuel aquel objeto. —Eso sólo significa que no te sientes seguro.
—Lo dices por el arma, —señaló Arthur elevando el bastón y sacando del mismo una espada delgada y filosa.
—Cuando usas ese pica-hielos implica que algo pasa.
—Es eso, ya te diste cuenta.
—Ver entrar en aquella fiesta a tu siamés es suficiente motivo para buscar refugio.
—Fernando no es tan malo como todos dicen, —sonríe malévolo Arthur.
—El sodio y el agua por si solos no lo son, pero juntos son una verdadera bomba.
—Que comparación, bueno me imagino que no es lo único raro que viste en la boda de mi hijo.
—Repelente el marido de Helena, si quieres mi opinión.
—Si, algo, pero, ¿ya lo ubicaste?
—Si ese par de gígolos son conde y vizconde; yo soy rey de Francia. Me costó ubicar al sujeto; ¿cuánto hace, veinticinco años atrás?, aunque no era conde en ese tiempo, ni se llamaba Giovanni; lo de Sanctus al parecer es su marca de fabrica, es lo que no cambia. Pero de que era gígolo, eso si. Madeleine no jugó...
—Ni siquiera lo insinúes si no deseas amanecer con moscas en tu boca.
—Entonces es él. ¿Te reconoció?
—Creo que ambos fingimos no saber quien era el otro.
—¿Qué hace aquí?
—No lo se, ese es el problema; venganza, no le deje antes buenos recuerdos y ganas de volver, a lo mejor es eso lo que desea.
—Dinero, ese ama el lujo.
—Helena no es una gran mina que explotar, a lo sumo un par de gramos de oro, pero nada más.
—¿La está usando?
—Ese es el problema con nuestra sobrina, los hombres sólo la usan y descartan.
—¿Qué más sabemos de esos dos?
—Investigue, del mayor salvo que sigue siendo un gígolo, ahora caro, no se sabe mucho más; pero del chico, de ese si averigüe bastante, mis amigos en Italia me enviaron el expediente del gígolito.
—¿Tienes el resumen?
—Más que un resumen es una novela, —sonrió Arthur.
—¿Puedo saber, si no es indiscreción?
—Luciano, lo único verdadero es el nombre. Es hijo de una callejera, posiblemente de algunos de los tantos clientes que la usaban. La mujer se movía por toda Europa, según las estaciones del año o los problemas con las autoridades locales que tuviera. Cuando era verano subía hasta Inglaterra o Francia, en invierno bajaba a Italia o España. El chico la seguía a donde fuera, al parecer la mujer no tenía más familia, o no quiso dejarlo con ninguna; quizás sólo tuvo miedo a que los servicios sociales se lo quitaran, no sabremos ya; la mataron hace pocos años atrás. El niño aprendió a vivir como podía dada la ocupación de la madre, y la mujer pese a su vida lo trató de educar. Dado que no podía enviarlo a una escuela normal, por sus constantes mudanzas y horario de trabajo, y no quiso dejar al chico con alguien más, lo educó en casa, usando las redes; el chico se convirtió en casi un hacker consumado, puede entrar en cualquier red.
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Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03
DiversosHan pasado casi cinco años de la muerte de Eva; pero Thomas Lyon no logra olvidarla. Su tía le sugiere hacer como ella hizo con Adán, usar la Agencia Matrimonial de su amiga para conocer a su alma gemela. Hay sólo un problema, él no cree que pueda e...