Capítulo XXVIII

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Tomás G.

Tomás salía de este gimnasio; era..., ya había perdido la cuenta de cuantos había visitado en esos dos días. Nada le servía, o le gustaba. Podía usar el gimnasio y balneario del Country Club, donde además del club hípico, habían canchas de tenis, basquetbol, voleibol, e incluso una piscina con dimensiones olímpicas; así mientras Thomas entrenaba a Apolo, él podía ocupar el tiempo en aquellos espacios. Thomas lo había inscrito en categoría de invitado, dado su título de esposo; y así con aquel carnet que entregaban podía ir al lugar, entrar y usar esos locales; pero dos cosas se lo impedían; la distancia, de su trabajo al sitio era casi atravesar media ciudad; y lo segundo y peor, era sentirse que no encajaba con tanto super-rico luciéndose.

Le gustaba el gimnasio donde estaba, era completo para sus necesidades, pequeño en tamaño, casi familiar, pero sobre todo cerca del trabajo. Había buscado otro cerca de la oficina, pero ninguno le servía; o eran muy pequeños, casi como locales para que los chicos de la zona tuvieran un lugar para ir; o muy grandes, llenos de gente y con ambientes de competencia, que a él personalmente no le gustaban. Y los que más se le acercaban a lo que tenía antes estaban muy lejos de su trabajo.

No podía hacer más, por el momento entrenaría en casa, seguiría trotando en las mañanas y le gustara a Thomas o no, los sábados se iba a ir a la piscina pública a las cinco de la madrugada, para entrenar el nado, antes de que la abrieran a todo el público a las nueve. Eso es lo que por el momento iba a realizar. Le faltaba resolver las clases de aeróbicos, bueno compraría un vídeo lo pondría para hacer en casa, aunque le faltaría esa especie de seguridad que ofrecía la manada, donde entre otros se estimulaban y apoyaban; bueno no todos, siempre hay un par de imbéciles, pero la mayoría de aquellas chicas ahí eran buenas compañeras cuando había que formar parejas para algunos ejercicios. 

Ahora estaba el problema con Thomas. El hombre ya se había disculpado, pero el daño ya estaba hecho; y en parte tenía razón, él no había insistido y explicado su urgencia; que ya no le creían ese cuento de estar casado con un millonario, bueno al menos el hijo de uno. Su ilusión era mostrar ante todos el guapo esposo que tenía; quería que entrenaran juntos en los aeróbicos; que sintieran algo de envidia, sobre todo cuando Thomas se hubiera colocado un pantaloncillos o mejor sólo un leotardo para fitness de lycra que no dejara lugar para la imaginación. Bueno eso definitivamente no iba a ocurrir, ni antes, ni luego. Y era quizás lo que más le molestaba de todo esto.

Él siempre era quien estaba cediendo; lo importante era mantener feliz a Thomas mantener su cara de idiota cuando lo follaba en las noches; si el idiota estaba contento, bueno, lo demás se resolvía solo. Al parecer la cosa no ya era tan simple como eso, y le costaba entenderlo; él también tenía necesidades y era tiempo que Thomas ayudara un poco para que las cosas funcionaran también para su lado.

Necesitaba calmarse, no podía seguir furioso por algo que no tenía solución; ahora estaba el problema de como volver a conectarse con Thomas sin pegar un grito, «él ya pidió disculpas», se repetía mentalmente, eso era lo importante ahora; aunque en ese momento sentía que no era suficiente.

Llegó a la casa, estacionó y entró; no vio el todo terreno de Thomas, era miércoles, él si entrenaba en lo que quería, estaba seguro en el club cabalgando a Apolo; eso en vez de calmarlo lo enfurecía; él si, yo no. Había alguien en la sala, estaba el suegro hablando tranquilo con una mujer, la señora tenía la cabeza cubierta con un pañuelo, pero se le notaba una melena de cabellos rojos abajo. Era atractiva y sonreía, no la conocía, pero él no estaba de humor para visitas. Paso lo más rápido que pudo y subió a la habitación, se cambió y bajo al gimnasio, necesitaba liberar esa energía acumulada de alguna forma o explotaría.

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora