Capítulo XXVII

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Thomas L.

Thomas miro desde el ventanal de las escaleras como el carro amarillo de Tomás salía a gran velocidad. Sigue molesto, eso era seguro. Otra semana sin follar, eso también iba a ser seguro. Descendió y su padre ya se estaba preparando para salir.

—Esperé a que saliera, —dijo Thomas.

—Es buena idea, —respondió el padre.

—¿Te dijo algo?

—No; pero tengo una idea.

—Ilumíname, no se me ocurre nada.

—¿Qué te dije de hacer cosas juntos?

—Lo he invitado al club varias veces, dos veces apenas y no volvió más, se niega, siempre tiene una excusa. Son los caballos, le tiene miedo.

—Yo no creo eso, pero, ¿y él?

—¿Él qué?

—¿No te ha invitado a ti a que lo acompañes a algo?

—Al gimnasio ese donde va.

—¿Alguna vez fuiste?

—Yo entreno para una competencia, no tengo tiempo para perder en un sitio de esos.

—Esa no es la respuesta correcta a la pregunta.

—Me estas diciendo que está molesto porque no lo acompañe al gimnasio ese.

—¿Quién pone el culo, responde?

—Él.

—¿Quién la chupa más al otro?

—Él.

—¿No te das cuenta quién es quien siempre cede en todo?

—¿Todo esto por qué no lo acompañe al gimnasio?

—Piensa un poco, el domingo estaban contentos ¿cierto?

—¿Aja?

—¿Te pidió algo?

—Ir al gimnasio ese.

—¿Qué es lo último que hace en el día en la calle?

—Ir a ese lugar.

—Y llego todo molesto y ¿dónde se encerró al volver?

—Abajo, en el gimnasio.

—Al parecer todo está ahí, lo que paso, paso en ese lugar. Si tienes duda pregunta a la abuela Luisa cómo estuvo ese día antes de ir a entrenarse.

—Gracias papá.

—Para eso estoy.

***

Eran las cinco de la tarde, Thomas miró aquel lugar; un edificio venido a menos. La música eléctrica llegaba a la acera de la calle; venía del ultimo piso. Bien, si iba a darle la sorpresa tenía que subir. No vio el carro amarillo cerca; pero Tomás guardaba el carro en un estacionamiento privado un par de calles abajo, cerca de la oficina y seguro venía caminando a este lugar.

En la entrada estaba aquella chica con el pelo pintado de rosa, estaba acomodando unas carpetas. Al mirarlo entrar la chica sonríe, dos cosas seguro pasan por su mente; la primera es cliente nuevo; la segunda que gustosa le saltaría encima, él sonríe también.

—¿Puedo ayudarlo amigo?, —dice la chica coqueta, incorporándose un poco y mostrando su buena delantera.

—Sólo exploro el lugar, me hablaron de este sitio.

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora