Tomás G.
Tomás estaba boca abajo en la cama aquella noche de domingo. Era su décima primera semana de casados. Atrás, entre sus piernas Thomas ya estaba trabajando, moviéndose duro en su movimiento de pistón neumático. Tomás miraba el espejo al frente, sonreía. Ya Thomas estaba poniendo su cara de estar listo, y así como la puso, se enterró profundo, soltando su aullido de lobo mientras se corría dentro de él. Era la segunda carga que recibía dentro esa noche, y la tercera de ese domingo.
Thomas cae sobre él como peso muerto, respira con dificultad. Por unos minutos trata sólo de agarrar aire, finalmente desliza a su lado, saliendo finalmente de su interior. Gira su rostro al otro, le encanta esa sonrisa; no le importa estar abajo toda la noche, siempre que el otro termine con esa sonrisa de idiota.
Thomas se aproxima y le da un beso rápido, es su forma de decir 'gracias'. Unos dedos trajinan su apertura, entran y se mueven dentro. Son como los dedos de los niños cuando tratan de agarrar lo que queda de la crema de chocolate del pote que la contiene. Los extrae y se los muestra todo untados con aquella simiente que minutos antes lo inundó. Él abre los labios y los recibe, los lame y dejar limpios. Thomas repite ese juego varias veces más, con esa sonrisa de idiota. —Mis compañeros del aeróbico están locos por conocerte; ¿no me quieres acompañar mañana?, —pregunta Tomás.
—¿Estás loco por que use unos pantaloncillos de lycra como los que tú usas frente a otros?
—Será divertido, quiero lucir a mi marido bien dotado, nadie cree que estoy casado; —sonríe divertido.
—¿Ya no basta el anillo?
—Dicen que es un invento mío para no salir con nadie.
—Muéstrales las fotos de la boda.
—Lo hice, pero dado lo fastuosa que fue, dicen que es trabajo de photoshop, que pegué mi cara en las fotos.
—Cabrones celosos, —ríe Thomas.
—¿Bueno, qué me dices?
Thomas gira y se pone boca arriba mirando al techo.
—Mañana es lunes, tengo cita con Apolo.
—¿Importa más ese caballo que tu lindo y receptivo esposo?, —lo hace moviendo los ojos rápidamente y meneando tentador su trasero.
—Es por la competencia de inicios del año próximo, y es mi segundo intento de clasificar. ¿Por qué no me acompañas tú y me haces barra?
Bien, otra vez, en el último mes Thomas había insistido en que fuera nuevamente al club hípico, que lo acompañara.
—Hay mucho trabajo en la oficina últimamente, ya contratamos a dos chicos más para ayudar; salgo muy tarde y es muy lejos, —se justificó Tomás, quien se empezó a girar para quedar también boca arriba en la cama.
—Bien, en otra oportunidad.
—En otra oportunidad, —asintió Tomás.
Ese era normalmente el final de aquella conversación. El último mes él invitándolo a sumarse a su grupo de ejercicios; estaba loco deseando ver las caras con las lenguas afuera de todos ahí, mirando a Thomas con aquel cuerpazo, ese culo perfecto y aquella dotación marcada en aquel pantaloncillo que no dejaba dudas del tamaño que alcanzaba estando dura; y seguro se excitaría frente aquellos espejos de piso al techo, provocando la envidia de todos; mientras que Thomas insistiendo en volver a llevarlo a aquel lugar; un lugar donde por más que lo intento un par de veces más, sólo le hacía sentir que no era su sitio; un lugar donde Thomas sólo se lucia, y él era quedaba fuera del cuadro de la fotografía. Y él no quería repetir nuevamente; la última vez lo había tomado mal, sentirse excluido y que no encajaba lo ponía de mal humor, y no quería arriesgarse. Al final dijo.
ESTÁS LEYENDO
Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03
RandomHan pasado casi cinco años de la muerte de Eva; pero Thomas Lyon no logra olvidarla. Su tía le sugiere hacer como ella hizo con Adán, usar la Agencia Matrimonial de su amiga para conocer a su alma gemela. Hay sólo un problema, él no cree que pueda e...