Capítulo XXXVIII

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Tomás G.

Igor al fin podía despertar, no es que estuviera dormido, o algo similar; era sólo salir del sopor de aquella droga que le habían dado. El no tener conciencia de si mismo, el no poder decidir y el no poderse negar a lo que le indicaban que hiciera.

Miró a su alrededor, aquella casi docena de desgraciados, incluidos Benjamín, todos ellos desnudos estaban al fin bajo el efecto de esa porquería que tomaban; y todos estaban dormidos realmente, no verían luz posiblemente hasta mañana.

Cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando con él, él supo lo que tenía que hacer; aquella mujer se lo había advertido días antes.

—Sota de Tréboles, —le dijo. —La Sota de Diamantes te va a hacer un gran mal, uno como no tienes idea; y no me lo vas a creer en este momento, pero cuando sientas que tus sentidos se vayan y dejas de tener control sobre ti, toma esto, no dudes de ello, —le dijo la bruja pasándole una pastilla. —Llévala siempre contigo, nunca, pero nunca, bajo ningún motivo te atrevas a dejarla si quieres sobrevivir Sota de Tréboles. Y cuando veas la oportunidad para escapar, no titubees en ello, escapa; pero no te olvides de los teléfonos, él tuyo y el de la Sota de Diamantes. Y al pedir ayuda, llama a este número, no dudes bajo ningún motivo en ello.

Y así había hecho. Ahora entendía. Ya había oscurecido, eran, calculaba cerca de la media noche, puede que más. Bien, era el momento de escapar de ese lugar. Esos ahí seguro iban a hacerle algo peor a lo que le habían hecho hasta ese momento si seguía ahí. Logró recoger su ropa y se pudo vestir. Buscó y encontró su teléfono, y luego agarró el aparato de Benjamín, ahí estaba todo grabado, aquel se sentía director de cine esa maldita noche.

Luego salió.

Él sabía abrir puertas, él sabía violar candados, él sabía como desaparecer de ese lugar, por algo era llamando en sus tiempos Igor el Ratón, quien podía entrar por cualquier agujero. Tras alcanzar la calle empezó a andar. No sabía donde se encontraba; era seguramente alguna de esas calles en las afueras de la ciudad; en terrenos ya propios de zonas rurales. Anduvo por casi dos horas, iba hacia la luz en el cielo, hacía ese lugar debía estar la ciudad. Finalmente alcanzó una autopista, al menos pasaban vehículos a esa hora de la madrugada. Ya podía saber donde se encontraba. Al fin un letrero que indicaba a que altura de la ciudad se encontraba, y confirmó que tenía señal. Bien podía marcar y llamar.

Esperó casi una hora para que lo recogieran.

—Toma, ahí tienes lo que necesitas, —le dijo Igor a Luciano, pasándole el aparato de Benjamín.

—¿Estás bien?, —se atrevió a preguntar Luciano.

—No, —fue lo único que pudo responder antes de empezar a llorar.

***

—¿Estás bien?, —preguntó Arthur al chico tras llevarlo a su habitación atrás en la casa.

Él también había contemplado la escena, ya le habían enviado una copia de aquel vídeo, luego tomaría cartas en el asunto, pero ahora tenía que comprobar el tamaño del daño hecho.

Igor asintió con la cabeza.

—Mi sobrino nieto es algo complicado, —insistió Arthur. —Con el tiempo entenderá su error y que lo que hizo fue algo cruel.

—Me quiero ir señor Lyon, quiero dejar esta casa, —dijo Igor.

—Lamento no poder complacerte, pero aún no estás listo y mañana cumples años.

—No puedo cumplir años si yo mismo ni siquiera se cuando nací, ni la edad que tengo realmente.

—No me refiero a tu natalicio, sino a los años aquí en esta casa, —aclaró el hombre.

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora