Capítulo XXXI

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Thomas L.

Thomas entraba temprano en el gimnasio, tras ya cambiarse para trabajar dentro, y así como era recibido por Salma en recepción siente que Farah le agarra la cabeza, lo inclina hacia abajo y la mujer le zampa tremendo beso de boca. Apenas puede respirar cuando Farah lo suelta, no sin antes dar un pequeño apretón a sus genitales bajo aquel pantalón corto de lycra negro que se acababa de colocar.

—Te amo amor, —dice la mujer y tras eso se despide, es hora de su clase de media mañana.

—¿Y eso?, —pregunta Thomas.

—Ella dice que desde que llegaste a trabajar hace un mes atrás la fortuna nos ha cambiado. Has sido como miel para las moscas, se nos ha inscrito más gente desde que llegaste y esto nos acaba de llegar esta mañana; —explica la chica del cabello rosa.

Thomas agarra aquel sobre y revisa el contenido.

—¿Es un contrato de alquiler, por un año, no entiendo el problema?

—Nos renovaron contrato, el mes pasado nos daban tres meses para cerrar y ahora, de repente nos dan un año más; Farah cree que eres como su pata de conejo, —sonríe divertida Salma. —Por cierto esto es para ti, el administrador lo terminó de traer hace poco; se demoró por los cambios constantes de tus horas este mes, pero es tu primer cheque.

Thomas agarra y mira el monto; esboza una sonrisa; como marino raso de la naval cobraba el doble; si tuviera que vivir con ese monto necesitaría conseguir otro trabajo para no hacer aguas y ahogarse a final de mes.

—Gracias, —dice a la chica y se aleja, su clase también va a empezar.

Inicialmente iba a dar un par de clases a la semana de defensa personal; los martes y jueves en la tarde, antes de la clase de aeróbicos de la noche. Luego empezó a ayudar con el entrenamiento de pesas y maquinas esas tardes a Martín mientras empezaba su clase, a la semana ya no sólo ayudaba al chico de las pesas en las mañanas también, sino que asumía los grupos de spinning y el entrenamiento de intervalos de alta intensidad, donde se combinaban los ejercicios aeróbicos con los anaeróbicos. Lo que pensó que iba a ser un trabajo de tiempo parcial ya le ocupaba casi todo el día. Al medio día compraba comida e iba a comer a la oficina de Tomás un par de cuadras cerca. Los únicos días que aún eran suyos eran las tres tardes de las semana que dedicaba a entrenar con Apolo en el club hípico.

Necesitó actualizar el guardarropa para este nuevo trabajo, y agarrando el catalogo de Salma había pedido ropa menos 'llamativa y fluorescente' que aquel azul eléctrico que le había comprado Tomás la primera vez que llegó. Y reconoce que le gustaba este trabajo. Y salvo por los martes y jueves que iba y regresaba con Tomás, el resto de la semana conducía su todo terreno.

Aquel miércoles regresó temprano de su entrenamiento con Apolo. Su padre estaba en el estudio y como había sido estos dos últimos meses, estaba ocupado en algo; era mejor no saber.

—Saludos papá, tengo algo que comentarte, —dijo Thomas asomándose por la puerta.

—Hola; —Arthur levantó la mirada y vio serio al joven en la puerta.

—Cobre mi primer cheque.

—Me imagino el monto, —sonríe Arthur.

—Supongo que tendré que aprender a vivir de mi esposo, con esto apenas cubro gastos personales, —ahora sonríe él.

—Lo importante no es eso, ¿cierto?

—Cierto, hoy me dijeron algo, y no es la primera vez que lo escucho; ya Tomás había comentado lo mismo, es de eso que quiero hablarte, —dice preocupado. Arthur lo mira atento. —Tomás me dijo hace más un mes que no le alquilaban los locales vecinos para poder ampliar el negocio; y que al ingeniero de abajo no le habían renovado contrato de alquiler.

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora