Capítulo XLIV

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Tomás G.

—Doña Kassandra afuera se encuentra el señor Lyon, —dice Ana desde la entrada a la oficina de la mujer. La agente mira a la asistente con cara de duda. —El señor Arthur Lyon, —completa ahora la mujer.

Kassandra abre los ojos en sorpresa, eso seguro no son buenas noticias.

—Hazlo pasar sin demoras, —indica la mujer.

Arthur entra y entre ambos se miran. La delgada y fría mujer, y el hombre cuya mirada de hielo muchos temen. Son dos bestias asesinas que se reconocen como iguales en poder y fuerza.

—¿Qué puedo hacer por ti, Arthur?, —dice Kassandra tratando de parecer neutral y amigable. El hombre extiende la mano y la palma hacia arriba, espera la entrega de algo. La mujer duda unos momentos, luego reconoce lo que viene a buscar el hombre. —No, no lo hagas, por favor, los chicos han superado tanto, en cuatro semanas más cumplen sus bodas de papel; por favor, no les hagas eso a ellos.

—Los matrimonios no pueden estar basado en mentiras, —dice Arthur.

—No es una mentira, ellos ya se han reconocido como dos mitades.

—Dame las monedas, que ellos decidan si realmente la mentira y la trampa que usaron para unirlos compensan todo lo que han logrado.

La mujer no dice más nada, abre la gaveta de su escritorio, extrae su cartera, y de la misma un monedero; lo abre y suelta el contenido sobre el vidrio del escritorio. Arthur agarra dos de las monedas dispersas encima y sale.

—¿Todo bien?, —se atreve a preguntar Ana tras la salida del hombre.

—No, nada bien; bueno, ya todo queda en manos de Lakshmí, —completa la mujer mirando la imagen en el cuadro de la pared.

***

—¿Y se las diste?, —grita al teléfono Elizabeth.

—¿Qué pretendías que hiciera?, sólo te estoy llamando para avisarte, en cualquier momento recibes a la pantera de tu sobrino y no de muy buenas maneras; yo aquí ya me preparo para el otro gato, que debe venir muy cabreado también.

Dicho esto Kassandra contó la comunicación.

Elizabeth miro el reloj. Eran pasadas las once de la mañana, ya casi medio día. Los chicos volverían a la casa de Arthur al final de la tarde, ahí los esperaría el hombre con aquella verdad incomoda, tenía algo de tiempo, necesitaba llamar a su asistente urgentemente. Thomas seguro estaría en su puerta esa noche, o a más tardar a la mañana siguiente. Vuelo, que vuelos salen hoy para Europa, esa era una opción, al menos hasta que las aguas bajen. Usaría la excusa de ir a visitar a Raquel, o a su hermano Henry. Eso sería demasiado evidente, ella escapando de un chiquillo cabreado; y ella sabía que tendría que afrontarlo tarde o temprano, pero ahora era mejor tarde que temprano el tener que aceptar frente al chico que le puso una trampa y justificar además la razón de esa trampa. Erik no estaba, él y Adán habían salido de la ciudad, y eran los únicos capaces de contener a Thomas en estos momentos. Si estuvieran le diría a alguno de ellos que se quedara cerca, por cualquier cosa que quisiera hacer Thomas en su furia, pero ahí estaba sola, y su autoridad como mayor no serviría de mucho en esos instantes.

Maletas, necesitaba ya preparar unas maletas.

***

—¿Sabes para que nos llamó tu padre, y dijo que lo esperamos ambos en la oficina?, —preguntó Tomás al otro, eran apenas las doce en punto.

—No, sólo dijo que era importante, —respondió Thomas, quien acababa de entrar y traía los envases de comida para llevar.

—¿Lo esperamos o empezamos?

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora