Capítulo XL

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Tomás G.

[Veintiséis años atrás/Primera Parte]

—Vamos Feliz, ven que te presento a mamá, —dice Yuni.

Fernando seguía a aquella chica, era su primera visita a una barriada, lejos de sus amigos, conocidos y su zona de seguridad. Aún tenía algo de miedo, un chico de la clase alta entrando en aquella población propia de los cinturones de pobreza que rodeaban las grandes ciudades, caminando entre calles laberínticas en aquel cerro, producto de una construcción al azar y casi por generación espontánea, dentro de aquellos terrenos abandonados o sin dueño aparente que los sin techo agarraban para construir sus improvisadas casas de techos de zinc y paredes de cartón.

Fernando ahora miraba aquella casa de la chica, ya habían reemplazado aquellas paredes provisionales por bloques y una mujer en la entrada estaba lavando la ropa en algunos potes plásticos. En una cerca de alambre estaban colgadas algunas de esas telas lavadas y colgaban escurriendo el agua que contenían aún.

—Mamá, —gritó la chica. —Mira a quien traje por fin.

La mujer se enderezo y miró a la entrada. La mujer salió a saludar al chico y casi lo abrazó.

—Por Dios que eres alto niño, Yuni me hablaba de que tenía un amigo en la universidad que era alto, pero nunca pensé que medirías dos metros, —decía la mujer.

Fernando sonrió ante la comparación, él tenía metro noventa y uno de altura. Claro que en comparación con aquella mujer y su metro cincuenta y cinco, y la chica con diez centímetros más, él debía ser un gigante.

La mujer lo invitó a entrar y él cruzo aquel portal. Pese a sus aprensiones iniciales el lugar estaba ordenado, limpio, pocas cosas; no habían lamparas en el techo, sino unos sócates eléctricos con bombillos colgando. Un cableado exterior iba clavado a las paredes y partía de una cuchilla ubicada sobre la puerta de la entrada. Un sofá seguramente de segunda mano y vuelto a tapizar con tela barata, unas sillas plásticas en una mesa pantry rectangular y luego una cortina separaba lo que seguro eran la habitación compartida de la madre y la hija.

Dentro la mujer rápidamente coló algo de café y les sirvió, mientras preparaba una comida para el desayuno. Él cortés se lo agradeció, sabía que ese era un artículo de lujo para esa humilde mujer, quien insistió en que se quedaran a comer algo preparando unas improvisadas empanadas.

¿Cómo había terminado en esa situación? Aún no estaba seguro.

—Hay una campaña de vacunación en la población de San Isidro, ¿te anotas a ayudar?, —le había dicho Yuni esa semana. —La universidad va a ir como parte de su programa de servicio comunitario.

Él dudo. San Isidro era una de esas poblaciones marginales en las afuera de la ciudad. No era la más nueva, o la más peligrosa; sino una ya con más de una década establecida; la alcaldía había en esos años ayudado con su programa de barrios a fortalecer los servicios, la había dotado de aguas blancas, alcantarillado y luz eléctrica, y la habían asfaltado en buena parte. Aún así, seguía siendo una población marginal, con muchas familias en el umbral de pobreza critica y con las consecuencias asociadas a ello.

No sabía por qué, pero aquella chica lo motivaba, lo entusiasmaba a hacer cosas que nunca antes había hecho. Se suponía que como futuro profesional de la medicina tenía que devolver algo a la comunidad; aunque con apenas un semestre y recién arrancando su segundo, pensaba que aquello era algo que estaba todavía muy lejano, que sería propio de su final de carrera. Él aceptó, sin embargo. Esa mañana de sábado se subió en aquel autobús escolar y acompaño al grupo de voluntarios que salió hacia la población. Mientras los estudiantes más avanzados ayudaban a los médicos, ellos se encargaban de realizar encuestas en la población y de repartir folletos sobre cosas como hervir el agua siempre, los peligros de paludismo y otros similares.

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora