Capítulo XXXIII

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Thomas L.

Esa madrugada de domingo, tras regresar de aquella fiesta, Thomas se acostó, no hizo nada más esa noche, «estaba cansado», fue a única explicación que dio. Tomás no insistió, ya sabía para donde iba todo esto. A la mañana siguiente Thomas salió lo más rápido que pudo, necesitaba salir, necesitaba espacio, necesitaba pensar, necesitaba sentirse hombre. Paso aquella mañana cabalgando a Apolo; sólo la necesidad de la bestia de descansar lo obligó a bajar del caballo. Eran casi las tres de la tarde cuando, tras darse un baño en los vestuarios, aprovechó de ir a comer algo en el restaurante, no tenía hambre, era más sólo para pensar, o para no hacerlo.

Las fiestas de fin de año hicieron que el club estuviera casi vacío, más en un día domingo, que era cuando las familias iban al lugar a disfrutar aquellos campos de trote, o a usar las distintas canchas deportivas, incluso, el campo de gol, estaba desocupado.

Era extraño verlo así.

—¿Va a desear algo más señor Lyon?, —preguntó el camarero, tras servirle los platos.

—No gracias, puede retirarse, —dijo Thomas; el chico se voltea, y Thomas le mira el culo; «sí, era gay», pensó, de un tiempo para acá le miraba el culo a los chicos lindos, pero antes de que el chico saliera lo detuvo. —Espere un momento.

El chico se detuvo y giro nuevamente en dirección de Thomas. Ahí pudo detallar mejor a aquel joven. Alto, caucásico, delgado, cabellos oscuros, ojos pardos, vestía pulcro como correspondía a los empleados del lugar. Un pantalón negro de vestir, corte chino que marcaba las delgadas piernas, una camisa blanca manga larga, y una corbata de moño negra a juego. Solo dos cosas no parecían estar en el lugar, al menos para un lugar como aquel restaurante. El chico tenía una oreja perforada y un anillo dejaba ver el agujero en el lóbulo de la misma, y tenía mechas color azul zafiro en el cabello.

—¿Le permiten aquí esa pinta?, —preguntó Thomas.

El chico no supo que decir en un primer momento.

—No son tan esnobistas señor Lyon, —respondió al final el chico.

—¿Nombre?

El chico se asustó, acaso había dicho algo malo, en los meses que tenía trabajando en este lugar nadie le había reclamado por el color de su cabello. Claro que le habían dado algunas normas de etiqueta aceptable; le permitirían algunos mechones de color fantasía, siempre que no fueran rosa, fucsia y pasteles.

—¿Nombre?, —repitió Thomas.

—Jared, —respondió el chico.

—¿Eres el novio de Salma?

El chico asintió.

—Gusto en conocerte Jared, —dijo Thomas.

El chico respiro.

—Gracias señor Lyon, pero si me permite, debo regresar a mi trabajo, hay otras mesas que atender.

—Tráeme algún jugo, eso explicará tu demora, ¿a qué hora sales?

—¿Perdón?

—¿A qué hora termina tu turno?

—En dos horas más.

—Bien, me imagino que debes tomar transporte para salir, ¿cierto?

—Si señor.

—En dos horas te espero en el estacionamiento, te llevo a casa.

—No es necesario señor Lyon.

—No te lo estoy ofreciendo, te lo estoy ordenando, necesito preguntarte algunas cosas, y aquí, en este momento no se puede, ¿entiendes lo que digo?

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora