Capítulo XXXVI

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Tomás G.

Llegaba al fin el final del año. Don Arthur había anunciado una cena formal en la casa con algunos invitados. Era la noche del veintisiete, dos semanas tras la fiesta de fin de año en las empresas Lyon.

Tomás estaba preocupado. Si bien esos días, por las fiestas tras el veinticuatro y hasta el día de Reyes en enero no iba a abrir la oficina, Thomas seguía laborando en el gimnasio y sus cuatro tardes de la semana (incluía ahora las del sábado) se iba a entrenar con Apolo. El ambiente entre padre e hijo seguía tenso. No preguntó. A veces era mejor no saber. Él tenía sus propios problemas por resolver, y tenía que asistir a esas clases que se inscribió y le aceptaron como alumno, pese a que ya no las estaban dictando. Y así como Thomas corría en esas tardes al club hípico, él se iba a escondidas a aquella pequeña granja en las afueras de la ciudad.

Esa tarde regresó temprano, tenía que estar vestido apropiadamente para aquella cena formal. Incluso Igor trataba de ver como podía ponerse una corbata de moño, iba a ser el mesonero de aquella reunión social. No era una enorme cena como aquella de despedida del año en las empresas Lyon, sino una especie de cena de negocios, al menos esa era la apariencia que daba todo. A eso de las siete, ya pasadas, empezaron a llegar los 'invitados'. Para sorpresa de Tomás, entre ellos estaba el tío Manuel.

—Gobernador Urriaga, me alegro que halla podido venir, —decía un edulcorado Arthur al sujeto. Tomás no sabía que pensar.

—Me sorprendió su invitación, esperaba más bien una de su prima.

—Ella pasa las fiestas en familia, y ahora con tanto nieto no se imagina.

—¿Cierto, tú no tienes nietos?, —dice el hombre en tono de broma, Arthur sonríe, entiende la indirecta, dos hijos y ambos casados con sujetos, la posibilidad de nietos era algo no muy transparente.

—Aún, pero nada que no se pueda resolver en un futuro, ¿cierto Dos?, —le pregunta al yerno a su lado.

—Cierto, apenas tenemos cuatro meses, es muy pronto para dejar la Luna de Miel, —responde Tomás esperando que con su respuesta apoye al suegro.

—¿Y tu hijo?, —pregunta el hombre.

—Debe estar por llegar, —dice Tomás, miente, no tiene idea de donde demonios se ha metido Thomas, ya ha esa hora tenía que haber llegado del club hípico. —Está aprovechando para entrenar con Apolo.

—¿Apolo?

—Su caballo, —aclara Arthur.

—Va a competir en las pruebas de equitación del club hípico, en salto ecuestre, —complementa Tomás.

—Y dígame gobernador, al final no me terminó de contar sobre ese proyecto que se desarrollo en Río Negro hace un par de años.

—Sigo pensando que fue plata pedida, —dijo el hombre.

—Pero escuche que el sector ha prosperado, incluso la delincuencia en el sector disminuyo considerablemente, —insistió Arthur.

—Como proyecto piloto puede ser, pero no es rentable hacerlo con un tercio de la ciudad, —justificó el hombre.

—Pero sólo fue una calle que se transformó en boulevar, —vuelve al tema Arthur.

—Imagine tratar de crear esos pasajes para peatones en toda la ciudad, el colapso en el transito al suprimir tantas calles, ya tenemos problemas de flujo de vehículos a las horas pico con el crecimiento de la ciudad, en un par de años el caos automotor será total; le dije al alcalde que empezara a buscar soluciones reales, no queremos más pañitos de agua caliente.

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora