Capítulo XXIII

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Thomas L.

¿Qué le había picado esa semana a Tomás?, era lo único en que pensaba Thomas. Recuerda estar cabalgando ese lunes con Helena. Ir a los establos a dejar los caballos. Tomás lo esperaba con una sonrisa ahí. Él se sorprendió de verlo. Le agrado verlo. Casi corre a besarlo ahí mismo, sin importarle los demás. Pero ayuda a Helena a bajar del caballo y lleva los animales con el cuidador. Van todos a picar algo en el restaurante del club, vienen a buscar a la prima, y de repente el otro poco menos que explota.

No le puede echar la culpa a los vídeos esos que circulaban por la red. Ya tenían casi el mes; se hubiera molestado cuando salieron, no ahora. En la mesa nunca se dijo nada desagradable, Helena sólo comentaba de ese marido suyo y de lo bien que cabalgaba. Seguía sin entenderlo.

Bien, mañana era la grabación en la que le caía a azotes a ese culo; y le iba a caer a latigazo limpio hasta que sangrara y eso no lo podría evitar. Hasta ese momento su padre nunca le había mencionado nada de cancelar aquel evento, y cuando le preguntó que decía Tomás, su padre le dijo que nada, así que todo seguía como estaba programado. Incluso ese viernes en la mañana, él e Igor habían llevado todos aquellos equipos para filmar hasta la locación que su padre había señalado.

—¿Van a grabar aquí?, —pregunto un asustado Igor.

—Al parecer sí, —respondió Thomas. Quien también miraba el lugar y hasta lo empezaba a asustar. Era el sótano de un edificio ruinoso que estaba clausurado por 'supuestas remodelaciones'; al menos eso decía el letrero. Un guardia de seguridad, de unos dos metros de altura y contextura como la del villano Kingpin se asomaba y les permitía pasar.

—¿Qué lugar es este?, —se atrevió a preguntar Igor al guardia.

—Es una propiedad del señor Lyon, la usa para su trabajo, —respondió el guardia.

—¿Trabajo?, —dudo Igor, ¿qué trabajo se podía hacer en ese lugar?

—Bueno, antes estaba mejor, tiene algunos años sin uso, —trató de justificar el sujeto.

Igor dudaba de ello.

Thomas si imaginaba para que usaba su padre aquel edificio que era como un antiguo galpón y deposito. La parte superior de apenas dos pisos, contando la planta baja. El superior con pequeñas oficinas que miraban a un pasillo cuadrado abierto central al piso inferior, la planta baja abierta totalmente de paredes, salvo las exteriores, con bloques de ventilación en lugar de ventanas, y aquel sótano, lleno de rejas, celdas, cadenas colgando como matadero de ganado y pare de contar.

Tras dejarlo todo, y dar las gracias a aquel guardia, regresó a Igor, y él se largo al club hípico. Almorzó tarde en el sitio. No cabalgo, pese a ir a ver a Apolo. Helena estaba cabalgando con Artemisa a final de esa tarde. Él la miro con los binoculares desde la terraza abierta del restaurante que apuntaba a los campos de entrenamiento de los caballos. Y ahí estaba la prima realizado aquellas rutinas de saltos a setos, rías, muros y obstáculos con Artemisa. No cabía duda de que Helena era una jinete consumada.

Esta vez alguien la acompañaba. Era el marido italiano ese. Y la mujer tenía razón, el hombre era un jockey experto. No conocía a ese potro en que montaba, pero recordó a Helena hablar de ir con el marido a una granja de cría, donde el hombre había probado los animales. Seguramente esa era la compra que realizaron. Debió ser caro. Helena se debió gastar la mitad de sus fondos privados en aquel animal para complacer al gígolo con que estaba. No sabía por qué motivo pensaba en ese sujeto bajo ese aspecto; pero no lo podía ver como parte de la nobleza europea, aunque sólo se tratara de esos título honoríficos de conde.

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora