Epílogos

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[Seis meses después de la boda de Papel]

Helena miraba el periódico, sentada en uno de los tantos cafés al aire libre en la ciudad de Roma. Tenía más de un año de haber salido de San Alba. No sabe que paso con Giovanni y Luciano, si los atraparon, si siguen juntos, si se separaron, simplemente nada. Al final había salido bien librada de esos dos, ellos nunca la estafaron o robaron; tuvo mucho miedo al enterarse de aquel robo mil millonario que hicieron en aquellas cuentas, y ella tras confirmar que no se metieron con las suyas, entendió que no hacía más nada en aquel lugar, así que regreso a Europa.

Seguía pensando en comprar un chalet, algo cerca de la costa Toscana, pero no se decidía por nada, estaba en una fase de procrastinación de la que no terminaba de salir. La prima Raquel paso de visita hacia poco, escapaba de su madre otra vez, Elizabeth estaba en París de compras nuevamente. Quizás, sólo quizás, si la tía Eli la cazara a ella y le buscara un marido, a lo mejor tendría mejor suerte con los hombres. Pero sabía que eso no iba a suceder, ella no era santo de su tía, pese a las apariencias.

Sentada en aquel café recordaba a Giovanni, bueno algo tenía aquel hombre a su favor, sabía hacer el amor a una mujer, eso no podía negarlo; era quizás lo único que lamentaba de todo esto, y aunque estaba cansada de ser usada por los hombres, Giovanni fue el único que la hizo sentir como mujer nuevamente tras terminar con Adán, aunque todo fuera una mentira al final.

Signorina, lei è Helena Lyon? [¿señorita, es usted Helena Lyon?], —le preguntó de repente un chiquillo. Ella asintió. —Mi hanno detto di darti questa busta. [Me dijeron que le entregara este sobre].

Dicho eso el chico paso la encomienda y salió corriendo, sin esperar más respuesta o pregunta de la mujer.

Helena miro aquel sobre de papel y dudo, luego lo abrió, dentro habían unas llaves y una dirección, era cerca de Florencia. Ella no supo que pensar. Tardo una semana en decidirse investigar hasta que finalmente contrató un vehículo que la llevo hasta el lugar, había recogido sus cosas en Roma, cualquier cosa se quedaba en Florencia y empezaba a buscar finalmente donde comprar algo, no podía seguir vegetando en Roma su amargura de mujer desairada por los hombres. Se veía desde esa carretera la costa del Tirreno, y cuando llegó al lugar encontró una pequeña villa. Había sido renovada recientemente. Buscó las llaves y abrió la reja de la entrada, y entró.

Ya estaba amueblada, con muebles modernos, pero que hacían una buena combinación entre lo nuevo y lo viejo. Las arañas en los espacios daban al lugar una belleza imperecedera. Caminó por las distintas habitaciones, no era muy grande, posiblemente menos de doscientos metros cuadrados, en la parte baja un recibidor, un estudio, la sala de visitas, el comedor y la cocina con servicio anexo; arriba unas tres buenas habitaciones con baños propios y un balcón abierto que miraba hacia la costa más abajo, balcón que se extendía por todo el borde lateral mostrando los terrenos atrás también. Hermosa la propiedad definitivamente. Cuando entró en la que seria la habitación principal vio aquella carta en la cama. La agarró y leyó.

«Es toda tuya, esta a tu nombre, tiene además un par de hectáreas con olivos y vides; unos empleados se encargan del mantenimiento del lugar, ellos viven en una casa anexa atrás, cualquier cosa les consultas; con amor G.S.»

Helena quiso llorar. Se asomó al balcón y miró el mar abajo. Tras un rato descendió, el chófer la seguía esperando. Ella le canceló, tras haberla ayudado a bajar las maletas que llevaba y darles las gracias por su paciencia. Se acomodó y decidió que era momento de irse a presentar ante los empleados. Camino por aquellos arboles y le gusto el lugar. Finalmente encontró a un par de chicos que estaban limpiando las malezas, ella se les presentó; y ellos le indicaron donde estaba quien los dirigía, y se movió hacia un lugar que parecía destinado a los animales y entró.

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora