Capítulo XIX

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Thomas L.

Elizabeth esperaba la llegada de Erik y Adán, sobre la mesa de aquella oficina de juntas estaban desparramados todos esos planos. Ella iba marcando con colores fluorescentes los lotes de terreno que estaban dibujados en ellos. Padre e hijo entraron finalmente.

—Ya dejé a Neal y los niños con el tío Arthur en esa parrilla. Debemos tener unas dos horas seguras antes de que regrese a buscarlos, —dijo Adán.

—Sigo pensando que es un error no comentar todo esto con Arthur, mira lo quisquilloso que se pone cuando haces cosas bajo cuerda, y más sin contar con él. La última vez casi te deja sin la empresa.

—Yo tengo mi manera de hacer las cosas; y te recuerdo que subí de cero a lo que tengo, —reclamó la mujer bajándose los lentes que estaba usando para mirar aquellos papeles abajo.

—Pero él es el vicepresidente de la empresa y socio mayoritario, no es cualquier empleado o socio, —le recordó Erik.

La mujer le puso una mirada al esposo. Este cayó.

—Papá tiene razón, —insistió Adán.

—Bueno ya, cuando esto se concrete, cuando salga la noticia, si es que algún día sale, le digo personalmente. Arthur para los efectos aquí sólo ocupa un título representativo, y no tiene mayor valor que como un accionista más del consejo, —dijo molesta Elizabeth.

—Te va a matar por esto, —termino de acotar Adán.

—No me ha matado por lo de Thomas.

—Esa fue una jugada sucia, amor, —comento Erik.

—Esa fue justamente la mejor jugada con Arthur, le puse un juguete con que entretenerse, fíjate lleva dos semanas pendiente de esos dos nada más.

—Pero eso no durará, —insistió Adán.

—Con uno o dos meses más serán suficiente. Bien, resumen Adán, para que te puedas ir a esa fiesta, no debemos levantar sospechas al buitre de Arthur.

Elizabeth le había salido la movida mejor de lo que esperaba. Cuando se estaba preparando el borrador de contrato prenupcial, Arthur se había aparecido en aquella oficina. Dado que los chicos no podían adquirir inmuebles ese primer año, ella había sugerido que usaran la casa de Vivian, la sobrina igual se había mudado a Santa Helena y no regresaría a corto plazo.

Arthur se opuso a ello terminantemente.

—¿Qué sugieres tú?, —le había preguntado ella entonces.

—Mi casa, en ella hay suficiente espacio para todos.

—Pero los chicos necesitan libertad, no tener al suegro en el cuarto de al lado, —insistía ella.

—Si deseas continuar con este juego tuyo, mi casa o no hay boda.

—No puedes impedirlo, son adultos, —reclamo Elizabeth.

—Sabes que tengo formas para ello, quizás a ellos no directamente, pero a ti sí; dime que piensas si decido que en la próxima junta del consejo de la empresa remuevo a Adán de la presidencia y me pongo yo. Creo que tengo una posibilidad muy grande de asumir el mando de la misma, o quieres tratar de jugar otra vez, tú decides; —dijo un serio Arthur.

—Bien, bien, tú ganas, en tu casa; pero no respondo por que se divorcien a la semana por tu culpa, no has visto lo feliz que se ven los dos juntos.

—Se conocieron y se casaron en una semana; bueno nada raro que este matrimonio dure eso mismo.

Ella puso cara de dolida, y permitió que Arthur se saliera con la suya. Ya estando el hombre fuera, Kassandra le dice.

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora