Thomas L.
[Veintiséis años atrás/Segunda parte]
Gino llegaba a aquel club en las afueras de la ciudad. Tenía ya varios años trabajando en el lugar, desde que tuvo quince años y pudo trabajar. Se había criado en el campo, ahí aprendió a montar cuando era niño y ahora trabajaba en las caballerizas del club, inicialmente alimentado y limpiando a los caballos, sacando el estiércol y bañando aquellas bestias. Su habilidad con aquellos equinos no paso desapercibida y uno de los entrenadores lo probo montando y adiestrando a los animales. Paso de ser un simple peón a entrenador de caballos; y ahora además ayudaba a enseñar a montar a los que tomaban cursos de equitación. Le gustaba ese trabajo, era lo que más le gustaba.
Gino venía del campo, su familia eran simples sin tierra que no tenían nada. Sus padres llegaron a la ciudad buscando nuevas oportunidades, distintas a la miseria del labrantío, tras haber sido expulsados innumerables veces de los lugares donde se asentaban. Ya en la ciudad su padre consiguió trabajo como cargador en los muelles, pero aquella labor lo mató a los pocos años. Sus hermanos mayores regresaron a las tierras como trabajadores temporales, y se movían con las cosechas; su madre se volvió con ellos, a ella no le gustaba la ciudad, más tras la muerte del esposo; a él lo dejaron solo atrás.
Él tuvo suerte de conseguir este trabajo y poder seguir aquí, no quería volver al campo; amaba los caballos, pero odiaba la indigencia en que vivían en aquellos lugares; sabía que en la ciudad habría alguna esperanza de avanzar. De vez en cuando regresaba a la barriada donde su familia se había establecido esos años en la ciudad; era vecino del Gato, el único chico con quien mantuvo amistad; y quien le cuidaba la barraca donde a veces vivía; pero ahora pernoctaba en el club, en una de las tantas habitaciones destinadas a los empleados permanentes de club; ya que atender caballos era un trabajo de tiempo completo. Así sus visitas al único verdadero amigo eran una con suerte una vez al mes.
Había además en los últimos años un extra añadido, descubrió que muchas de aquellas mujeres que tomaban los cursos también buscaban algo más que un profesor para ayudarlas a aprender a montar caballo. Algunas querían experimentar no sólo el placer de correr sobre un caballo, sino además de montar a su jinete; eso le daba algunos ingresos extras; con encuentros discretos algunas tardes en algún motel cercano en la afueras de la carretera que llevaba al club.
Gino era un chico atractivo de facciones, un cuerpo fuerte y definido producto del duro trabajo, y una dotación que no era despreciable y ocultable en aquellos pantalones vaqueros ajustados que usaba al cabalgar. Entró en eso al observar a los otros entrenadores del lugar, no sólo quienes daban cursos de como cabalgar, sino a los que enseñaban en el campo de gol, los que daban clases de tenis, y pare de contar. Pronto comprendió que casi todos ahí se rebuscaban sus entradas haciendo eso mismo.
Su primera vez fue algo incomodo, no sabía como hacerlo; pero a aquella mujer, algo mayor, le divirtió su inexperiencia y casi se puede decir que lo entreno en como atender a una mujer. Fueron lecciones que aprendió sin dudar una sola vez. Luego entendió que necesitaba algo más, él no era un simple gígolo que buscas en las calles; necesitaba lecciones de modales, de cultura general, de tener finos tratos, de saber conversar. Lo tomo como una inversión; el dinero que consiguió de esos trabajos lo uso para educarse en lo que necesitaba saber, no serían los cursos para graduarse de bachiller; pero en las noches el tiempo que tenía para él lo uso para estudiar, para leer historia universal, filosofía, geografía, y aprender ingles.
—¿Hola, está ya preparada Frida?, —le preguntó la chica.
—Si, señorita Madeleine, —respondía Gino.
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Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03
RandomHan pasado casi cinco años de la muerte de Eva; pero Thomas Lyon no logra olvidarla. Su tía le sugiere hacer como ella hizo con Adán, usar la Agencia Matrimonial de su amiga para conocer a su alma gemela. Hay sólo un problema, él no cree que pueda e...