Capítulo XXXV

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Thomas L.

Thomas la mañana siguiente causo furor entre las chicas de la clase de ejercicios que manejaba. Todas querían tocarle aquel cabello color nieve. Disfruto esa sesión de la mañana, incluso le divirtió como algunos de los chicos le preguntaban quién le había hecho el trabajo.

—Una muestra, sólo por hoy, luego el sudor, el agua y jabón lo quitarían; —dijo divertido. Y cuando todos miraban él agarraba aquel secador de pelo y se lo pasaba por su cabellera.

Los gritos de todas fueron para morirse.

Sí, había sido una gran mañana, y cuando todos le preguntaban por aquel trabajo, él le decía que debían preguntar a Salma abajo. La chica pronto iba a tener una buena dosis de clientes por su servicios cosméticos; iban a ser unas buenas entradas extras para la chica del cabello rosa.

—Gracias, —le dijo Farah al final de esa mañana dándole un beso en la mejilla.

—¿Por qué?, —preguntó él con una sonrisa en la cara.

—Por ser tan buen compañero, nadie se hubiera atrevido a hacerse algo como eso sólo para apoyar a Salma.

—No te muestro lo que puede hacer el novio, —sonrió él picando un ojo a la chica de los aeróbicos.

—Ahora tienes que mostrarme, no es justo.

—Pero no le digas a Tomás que te lo mostré, aún en casa están en shock. La chica asintió y él se sacó la camiseta que tenía puesta y mostraba el tatuaje temporal que se había dibujado en la espalda.

—Menos mal que Tomás no es violento, sino te mataba, —ríe la chica.

—Papá casi lo hace, —dijo divertido Thomas.

Para el medio día, y tras una ducha previa Thomas salió, hoy no comería con Tomás, necesitaba ir al club hípico y revisar su entrenamiento con Apolo. Era media tarde cuando entró en el comedor; para esa hora su prima ya había llegado y estaba entrenando en el campo, iba acompañada por su marido.

Se sentó y pidió algo en el comedor al mesonero de turno. Unas mesas más lejos vio a Luciano. Un mesero se le acerco y le entregó algo, seguramente la cuenta. Luciano se paro y salió. Thomas se había levantado, en un primer momento para pedirle a aquel chico que lo acompañara a comer algo, no quería comer solo; pero la prisa con que salió lo dejó preocupado. Se asomó al pasillo exterior y no vio al joven hombre. ¿Dónde se había metido? No habían muchas opciones, y la mayoría de las puertas de aquel espacio estaban destinadas a recepciones, reuniones y eventos, y no se habrían salvo esas circunstancias.

Regreso al comedor y esperó que le trajeran el pedido. Poco más de una hora más tarde miró como regresaba aquel chico, iba rápido, casi que corría y lo vio entrar en lo baños más abajo. Se levantó y fue al sitio. Los excusados estaban todos abiertos salvo uno; y era evidente que aquel otro estaba vomitando; los ruidos adentro no indicaban otra cosa.

—¿Estás bien Luciano?, —preguntó Thomas preocupado.

El chico dentro del cubículo dijo algo que pareció ser una afirmación. Aún así espero a que el joven abriera la puerta. Minutos después la misma se abría y Luciano salía. Se le notaba pálido, los ojos rojos, había llorado, no había duda.

—¿Estás bien?, —volvió a repetir Thomas.

Luciano lo miro unos momentos. Aunque serio trató de poner una sonrisa, no le salía.

—Ingerí algo que no me paso, simplemente lo devolví, —explicó mientras iba hacia los lavados y se empezaba a lavar la cara, además de hacer gárgaras para quitarse el asco de la boca.

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora