Capítulo XXV

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Thomas L.

Arthur vio descender ahora a Thomas esa mañana de sábado. Minutos antes Tomás había salido a realizar su trote matutino. Venía con un albornoz color vino tinto. Bien, al parecer, pensaba Arthur, la fase nudista de los chicos estaba acabando.

Thomas sonrió al ver al padre.

—¿Todo bien?, —pregunta Arthur.

—Sí, todo bien.

—¿Te divertiste anoche?

—Sip, —dice divertido Thomas mientras avanza con su taza para llenarla de la cafetera.

—¿Susto cierto?

—Sip, —ya con cara de reclamo.

—¿Te gustó como lo ayude a escribir el mensaje?

—Sí, —ahí puso cara divertida.

—Estaba hablando con Dos para que en nuestra próxima grabación tengamos espectadores, unas dos o tres docenas de amigos viéndolos follar.

—No, ni lo sueñes papá.

—Igual que Dos, todo positivo al inicio y luego al final un 'no'; piensan igual y después creen mutuamente que no son pareja.

—No lo vamos a hacer frente a público y punto.

—Yo no estoy hablando de la sesión de azotes, esa la vamos a dejar para luego, pensaba más en un puticlub para maricas; donde ustedes dan un show gratis a esos depravados.

—¿Papá, es qué no escuchas?

—¿Y de cuándo para acá hay que escuchar a los niños?, acaso no te enseñé que cuando los adultos hablan, lo niños no dicen nada.

—¿Dónde está Tomás?, —quiso cambiar el tema de conversación.

—Dos salió a trotar por la urbanización; sería bueno que empiecen a hacer cosas juntas, además del sexo, por ejemplo acompañarlo en las mañanas.

—En eso tienes razón, —reconoció Thomas.

—Gracias por entender que me preocupo.

—El problema es tu forma de preocuparte, —le sonrió Thomas mientras bebía de la taza.

—Esta tarde es toda tuya, de ambos, tengo una reunión en casa de Fernando e Igor me servirá de chófer.

—Gracia papá, ese es el tipo de apoyo que prefiero de tu parte.

—Sabes lo que me gusta, no como el huraño de tu hermano , ¿cierto?

—Hijos agradecidos, gracias papá, —repitió el chico levantándose del tabure, yendo a abrazar al padre.

—Voy a tener que hablar seriamente contigo y con Dos, —reclama Arthur.

—¿Qué hice?

—Tienes la maldita bata abierta.

—Tú dijiste que en casa podíamos ir como quisiéramos.

—No el abrazar a tu viejo en bolas, eso no lo dije.

—No seas gruñón, —completó Thomas abrazando fuerte al padre.

—Tus cosas Thomas, muévelas para otro lado, —reclamó Arthur, pero el chico no le hizo caso.

***

Una hora más tarde Arthur había salido y Tomás regresaba de su trote por aquellas calles. Thomas miró la entrada del otro. Usaba aquel pantaloncillo corto de lycra pegado al cuerpo y una franela sin mangas suelta encima.

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora