Capítulo XVIII

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Tomás G.

La mañana de aquel jueves se mostraba de cielos limpios; no había nubes y el sol calentaba. Tomás se levanto tranquilo; no había tenido una noche pesada e intranquila; había leído un rato, pero el cansancio de conducir tantas horas lo tumbo pronto. Mantuvo el alquiler de la habitación por un par de días más; el sábado regresaría a la costa; la pasaría en alguno de aquellos pueblos pesqueros y sus playas. Tomaría algo de Sol, se bañaría en el mar, rogaría que no lo picara un agua mala, un cangrejo o lo persiguiera un pelícano para quitarle su almuerzo. Ya estaba demostrado, más tras su Luna de Miel, que la naturaleza y él no iban de la mano.

En que estaba pensando al venir a un bosque a ver a su hermana. Las dos únicas veces que se apareció por el lugar, fue cuando acompaño a su madre que quería conocer a sus nietos. Esas fueron una de las pocas veces que vio contenta a su madre tras la muerte de su padre. Aquellas dos veces había agarrado una especie de fiebre del heno; y no eran pastizales donde se encontraba, sino que estaba rodeado de coníferas. Al parecer era alérgico al olor penetrante de los pinos, fue la única explicación que encontraron en aquel ambulatorio rural donde hubo que nebulizar y darle antialérgicos para que pudiera respirar de nuevo.

Salió temprano donde su hermana, la encontró en su nuevo trabajo, como cajera de una tienda de ultramarinos en el pueblo donde ella vivía. Ella se sorprendió mucho al verlo llegar; más cuando supo que se había casado, y ya se divorciaba en menos de dos semanas. Al mediodía pasaron a recoger a los niños que salían de la escuela. Tenía que venir a verlos más regularmente, no los reconoció con lo altos que estaban ya, la pequeña tenía cuatro y el chico cinco años, ya era todo un hombrecito. Almorzaron en la casa de su hermana y pudo ver al cuñado, quien esa semana estaba de descanso, ahora conducía cinco semanas y tenía libre la sexta. Jugo esa tarde con los sobrinos y cuando vio que venía nuevamente el agua regresó a El Cruce.

Entró justo cuando aquella nube descargaba su carga. No supo que pensar cuando vio sentado en una de las mesas a Thomas. Su impulso inicial era devolverse por esa puerta, agarrar el carro y desaparecer en aquel manto de agua. Pero, se mantuvo ahí parado, esperando, se juró a si mismo, que si decía alguna idiotez, le lanzaba un puñetazo en la cara. Seguro que no iba a vencer a un marino de las fuerzas armadas, pero le dejaría en claro su posición en ese cuento.

Pese a todo se pudieron sentar y hablar como personas civilizadas.

Esa noche no podían regresar, y no pensaba compartir habitación con Thomas, algún castigo iba a darle, cada uno durmió en el cuarto que había pagado antes. A la mañana siguiente bajaron hasta el pueblo y le presentó a su familia. Almorzaron en el restaurante del lugar. Los sobrinos estaban emocionados de conocer al nuevo tío. Para las dos de la tarde, cada uno en su carro, regresaron a San Alba. Tomás miraba como el otro lo seguía, seguro temiendo que si iba adelante, Tomás se escaparía en algún cruce de carretera atrás.

Llegaron a la casa de don Arthur a eso de las ocho de la noche. Thomas estaba todo eufórico y seguro desesperado por acostarse, y meter su daga en su culo. Que siguiera soñando. El suegro hablaba de la fiesta de mañana, que había que descansar para la tarde que vendría. Y él imaginaba que se refería a la grabación de aquella escena en la piscina. Él estuvo de acuerdo con el suegro, que necesitarían toda su energía, valor, y leche acumulada para dar una buena actuación ante aquellas cámaras de vídeo. Y pese a los casi llantos lastimeros de Thomas, esa noche él durmió en otro de los cuartos de huéspedes arriba, y puso llave, por seguridad.

Lo normal era que doña Ignacia trabajara de lunes a viernes, pero aquel sábado la ama de llaves y cocinera oficial estaba preparando una serie de ensaladas, papás, y otras bandejas con ayuda de una de las asistentas. Cuando él preguntó para que era todo eso, la señora respondió que su suegro tenía una reunión y tenía que dejarlo todo listo. La señora salió a eso de las dos de la tarde, él sólo veía como Thomas parecía cada minuto que pasaba más intranquilo; como cuando quieres orinar, y el baño esta ocupado y no salen.

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora