Capítulo XXII

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Tomás G.

Tomás miraba como Thomas cabalgaba aquella bestia. Se le veía tan contento. Esa tarde, tras terminar las labores en su oficina decidió celebrar con Thomas, y sabía que el esposo estaría en los establos de aquel club hípico.

Él mantuvo su rutina de salir todas las mañanas a realizar un trote por aquellas calles donde vivía ahora, para luego regresar a bañarse e ir al trabajo. Y en las tardes, tras salir de la oficina se iba una hora al gimnasio, pese a tener uno completo en casa; el problema con el gym de la casa era que apenas intentaba realizar su rutina, Thomas entraba a tratar de realizar otra cosa, era divertido y gastaba calorías, pero no era lo que necesitaba. 

Thomas por otra parte, se ejercitaba en casa, pero en promedio tres veces a la semana, lunes, miércoles y viernes, se venía al club hípico a cabalgar y correr sobre Apolo, su potro cuarto de milla. Lo miro acompañado, aquella mujer trotaba sobre una fina yegua a su lado. Espero a que ambos se terminaran de acercar a las caballerizas. Sonrió a Thomas cuando este lo vio; el jinete le devolvió el gesto y a penas pudo descendió de aquel animal para ir a su lado.

La chica avanzó hacia ambos montada en aquella criatura.

—Thomas, me ayudas a bajar, —dijo Helena.

—Seguro prima, —respondió el hombre quien se dispuso a ayudar a la mujer.

—Gracias Thomas, —respondió Helena mientras era sostenida por la cintura. —Puedes hacer el favor de llamarme al cuidador, Artemisa necesita que la limpien y guarden.

—Voy, —respondió Thomas, agarrando por las riendas a ambas bestias y avanzando a los establos adentro.

—Es la primera vez que te veo en el club, —le dijo Helena a Tomás.

—No suelo tener buenas relaciones con animales tan grandes, —se justificó Tomás, quien se había retirado una buena distancia de aquellos dos caballos cuando Thomas avanzó con ellos.

Helena sonrió divertida, seguro que la mujer había visto su intento de subir a un caballo y terminar mirando el culo de la bestia.

—Thomas los adora, creo que son su pasión; —era una indirecta bien directa.

—Lo se, —dijo Tomás sonriendo y tratando de no ser maleducado con aquella mujer.

—Quieres acompañarnos a picar algo en el restaurante Helena, —dijo al regresar Thomas.

—Encantada primo; así espero que llegue Giovanni a recogerme. No lo entiendo, es un jinete experto, pero al parecer no le gusta este club. El fin de semana pasado fuimos a un rancho de cría y vieras como montó al semental.

—Bien vamos entonces.

Tomás trató de no sentirse molesto, él había venido hasta aquel lugar sólo para estar con Thomas y charlar, quizás incluso comentar lo que iban a hacer ese próximo sábado ante las cámaras. Ya lo excitaba la idea de saberse atado mientras Thomas con un traje de amo dominante lo iba a azotar. 

Estaba contento, hoy lunes había firmado contrato para alquilar el local al lado de la oficina de Martina, pese a todas las objeciones iniciales que puso el representante del dueño de los locales para dar luz verde al arriendo. Ello implicaba que podía contratar por fin a otros empleados, aumentando la cantidad de casos que podían atender a la semana. Sobre todo aquellos vinculados a los tramites de importación y exportación en el puerto. El crecimiento de su pequeña consultoría lo tenía todo contento.

Eso fue suficiente para atreverse a ir a aquel sitio que le daba miedo, primero lo asustaban la cantidad de animales moviéndose por el lugar, y luego la sensación de no estar en su ambiente. Aquel club era para gente muy rica, aquellos que se podían dar el lujo de mantener un animal tan caro; y el par de veces que acompaño a Thomas, sentía que lo miraban mal. Ahora, que él había ido por su propia voluntad, se encontraba a la prima colgada encima de Thomas.

Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora