Tomás G.
Igor avanzaba aprisa; era una de esas mañanas que solía salir de la casa e ir al instituto público calles abajo. Tenía dos años de haber vuelto a iniciar estudios, dos años de tratar de recobrar casi diez de instrucción perdida. Apenas tenía ocho cuando se lanzó a las calles, para ese entonces apenas conocía las letras y los números. Tardó casi seis meses en alcanzar un nivel del lectura aceptable, y en aprender la operaciones matemáticas básicas; para así poder iniciar formalmente los estudios de secundaria.
No asistiría a una clase formal, de pupitres, pizarra, cuadernos y lápices; no estaría en aulas con compañeros y maestros; tomaría el sistema para adultos a distancia. Realizaría en casa y avanzaría a su ritmo. El señor Lyon le compró lo que necesitaba; y eso iba desde todos los libros y útiles escolares, hasta una computadora conectada al wifi de la casa con la que podía acceder a la información de la red que necesitara para sus estudios. Y avanzaba rápido en año y medio de estudiar había aprobado dos niveles; a ese ritmo podía obtener grado en poco más de dos años.
Las actividades entregadas en esa sesión con el facilitador lo habían satisfecho; pese a los problemas que seguía teniendo con la asignatura de física. Ya salía del sitio cuando un carro se detiene a su lado.
—¿Te llevo?, —le dice el conductor, se trata de Benjamín.
—Estoy cerca, gracias; —recuerda las instrucciones del patrón.
—Vamos, no es nada, —insiste el otro.
Igor entra y arrancan. Pronto se da cuenta que no van en dirección a la casa.
—Creo que doblaste mal, yo seguía derecho, —dice Igor algo preocupado.
—Ya te dejo, pero debo hacer algo antes, —aclara el otro, mientras se aleja cada vez del sitio.
Igor trata de relajarse, pero la verdad es que no puede. Media hora después llegan a un conjunto residencial en la afueras de la ciudad. De esos bloques de apartamentos para la clase media baja que se construyeron años atrás, pero que al final en una campaña de populismo político terminaron otorgándose a clases marginales, con la correspondiente basura que se suma a estos grupos.
—Estoy abajo, —dice Benjamín al teléfono a alguien. Pronto un chico baja y le pasa un paquete al chófer; mientras este le pasa un sobre. —Está completo, —le dice Benjamín.
—Cuenta claras conservan amistades, —replica el otro que cuenta rápido los billetes. Cuando asiente, Benjamín arranca, poniendo en la guantera aquel paquete.
Igor no duda de que se trata todo esto. Él lo ha vivido antes, no era su línea de trabajo, pero se movía cerca de esos medios. No dice nada. El vehículo avanza ahora por la autopista y se dirige nuevamente al centro de la ciudad.
—¿Tienes prisa?, —pregunta Benjamín.
—Tengo trabajo y se me hace tarde, —responde.
—Ya te dejo, la verdad es que necesitaba compañía, los chicos del colegio no me quisieron acompañar; ellos compran esa mierda, pero se hacen los inocentes santurrones. Con uno sólo en el carro nunca se sabe; con dos, esos sujetos suelen ser más cautelosos y es así más seguro.
—¿Tú les compras la droga?
—No, yo sólo se las busco; son muy caguetas para ir a esos sitios a buscársela después que han llamado al sujeto.
—¿No te da miedo que te agarren con eso?
—No, en la Capital no había problema, teníamos a un amigo que nos surtía ahí mismo en el colegio; aquí todos quieren fumar, pero son todos unos gallinas, ninguno tiene bolas para buscarla.
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Thomas & Tomás - Serie: Agencia Matrimonial - 03
RandomHan pasado casi cinco años de la muerte de Eva; pero Thomas Lyon no logra olvidarla. Su tía le sugiere hacer como ella hizo con Adán, usar la Agencia Matrimonial de su amiga para conocer a su alma gemela. Hay sólo un problema, él no cree que pueda e...