CAPÍTULO 1

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Eran tiempos del rey Mohatu en Las Tierras Del Reino; La Administración del soberano era buena y próspera, pero un tanto estricta, aunque cabe decir que todos sus súbditos realmente amaban a su Rey León. Pero así como había quienes lo amaban, también había quienes lo despreciaban, y éstos eran precisamente quienes habitaban El Cementerio de Elefantes.

Por aquellos días, El Cementerio de Elefantes se consideraba una extensión más de Las Tierras Del Reino, y no sería hasta los tiempos del Rey Mufasa, que esto dejaría de ser así. Sin embargo, el rey Mohatu no prestaba la atención debida a las necesidades de los habitantes del Cementerio. Era como si fueran todos invisibles, pero es que, no sería aún más adelante hasta la llegada al poder del Rey Kovu y la Reina Kiara, que las cosas serían diferentes, pues la línea divisora entre leones y hienas estaba marcada de manera invisible pero real, imperceptible pero dolorosa y lamentable.

Y a pesar del descontento general que se vivía, aquella mañana en la que nuestra historia tendrá su comienzo, sin embargo resultaba motivo de pura celebración y olvido de todos los males que aquejaban a las hienas, ya que a su lideresa-Roh'mach de la jauría, de nombre Ashka, le había nacido una pequeña cachorrita; una cachorrita de tierno rostro y ojos color miel a la que pondría por nombre Fabana. Ella sería la heredera de su puesto como lideresa-Roh'mach cuando llegara su momento de partir de este mundo.

Pero, así como ella celebraba feliz el nacimiento de su chiquilla, en una menuda cueva, dentro del mismo Cementerio, pero en un lugar apartado, otro nacimiento se llevaba a cabo; un nacimiento que marcaría para El Cementerio de Elefantes una etapa de oscuridad y miedo.

Conozcan a Kewina; nacida el mismo día que Fabana, esta linda hiena de mirada triste y ojos color miel habría siempre de ser acreedora a una vida muy dura: Sus padres morirían a los pocos días de su nacimiento, y por ello  sería criada por Kokasha, la hiena sacerdotisa en turno, quien profesaba una profunda devoción a la diosa Roh'kash Ne Nabu, así que la educación que recibiría Kewina sería siempre muy dura y llena de restricciones, aunque eso sí, siempre en contacto con los secretos de las artes místicas y espirituales, gracias a las lecciones que diario recibía de su bondadosa tutora.

Kokasha tenía un hijo que crecería a la par que Kewina, su nombre era Krashek, pero él tenía un secreto oscuro; como él había sido criado por su madre sacerdotisa, conocía perfectamente los secretos de la alta magia, más sin embargo, siempre sentiría afinidad por el lado oscuro. Gustaba de hacer el mal a otros, invocando espíritus malignos y también sabía cómo hacer conjuros para lograr que un individuo tuviera mala suerte.

Pese a todo esto, la amistad entre Kewina y Krashek, con el tiempo florecería y se haría cada vez más fuerte.

Algún tiempo más adelante, a pesar de que prácticamente Kewina y Krashek habían crecido juntos y criados por Kokasha, Krashek nunca pudo ver a Kewina como a su hermana, de hecho, la posterior llegada de la adolescencia había representado para él un gran problema, en una lucha contra las reacciones naturales de su cuerpo, que sentía arder cual llama encendida, y esto poco a poco se convirtió en una loca obsesión por ella. Era tal su desesperación por hacerla suya, que recurrió a las artes oscuras; mezclando unas hierbas especiales, tierra y su propia orina, formó una mezcla que dispersó en una presa muerta de antílope que le dio como obsequio a Kewina. Esta mezcla se trataba de un filtro de amor muy poderoso.

Kewina, al ser una hiena, y al estar acostumbrada a comer cosas raras como cadáveres en putrefacción, no notó la diferencia, y comenzó a comer tan peculiar banquete.

No pasaron ni dos días, cuando Kewina cayó profundamente enamorada e Krashek.

No pasaron ni dos meses cuando Krashek y Kewina contrajeron matrimonio.

Nadie podía entender cómo es que ambos habían llegado a ese extremo. Kokasha seguía siendo la sacerdotisa, y aunque en desacuerdo, sin embargo, los casó.

Aquel era un amor extraño y enfermizo que nadie comprendía; a donde quiera que fueran, sin importar quién estuviera presente, los besos excesivamente apasionados no se hicieron esperar, era como si ambos se desearan de una forma obsesiva. También llegó un momento en que la dependencia de Kewina por Krashek era demasiado exagerada; le pedía permiso para salir, incluso si sólo era para traer el alimento del día, se sentía deprimida si Krashek salía aunque fuese por un momento a caminar. Ella sólo quería estar con él... con él... con él... con él...

Aquella era una situación tan extrema que Kokasha comenzó a sospechar lo que más hubiera deseado que fuera mentira: Que su hijo Krashek hubiera utilizado magia negra para obsesionar a Kewina con él. Y sabía que aquello debía ser magia negra porque la magia blanca no le provocaría a Kewina una obsesión tan enfermiza como aquella.

Así pues, una mañana, Kokasha decidió confrontar a Krashek:

"Utilizaste magia negra con Kewina, ¡¿Verdad?! ¡Lo sé todo!"

Pero por más intentos que hizo, Kokasha nunca consiguió hacer que su hijo confesara. Una y otra vez, madre e hijo tenían la misma discusión; Kokasha intentando sacarle la verdad a su hijo, mientras que éste último lo negaba todo, perdiendo cada vez más la paciencia. Las discusiones se hacían más y más intensas, pues Kokasha, siendo la sacerdotisa de la jauría, no podía permitir que su hijo se hubiese dejado seducir por el lado oscuro, ¡¿Qué dirían todos en El Cementerio?! ¡¿Dónde quedaría su reputación como sacerdotisa, con un hijo que había usado las artes oscuras?!

Mismamente, ocurrió un día en que la discusión se había tornado tan intensa, que incluso, madre e hijo llegaron a los gruñidos y a las mordidas.

Más tarde, cuando todo se hubo calmado, Kokasha finalmente comprendió que su hijo nunca le confesaría nada, pero aún así, le gritó una última advertencia:

"No sé si lo hiciste o no, y no pienso aplicar un hechizo de la verdad para que me lo digas, pero sólo te diré que los nigromantes quedan sellados con el repudio de nuestra gran madre sagrada Roh'kash, y ese sello será el inicio de una vida maldita y llena de infortunios que recaerá sobre tu descendencia. Me duele mucho que esto te pase a ti, y más lo siento aún por Kewina, que es tu esposa, y que es como mi hija. Yo... siempre te amaré porque soy tu madre, pero no puedo ayudarte con esa maldición. Dudo mucho que de la Diosa Roh'kash obtengas el perdón."

Pasó un corto tiempo de aquella discusión, y tal como lo había previsto Kokasha, Kewina había quedado embarazada.


NOTAS AL PIE:

Mohatu es el padre de Ahadi quien a su vez es padre de Mufasa y Scar, por lo que Mohatu viene siendo el abuelo de Scar y Mufasa, el bisabuelo de Simba, y el tatarabuelo de Kiara. Así mismo, uno de los más antiguos y más recordados y queridos reyes en Las Tierras del Reino que hayan existido.



"Roh'mach" es la palabra que utilizan las hienas para dirigirse a su lideresa –matriarca.


Se llama nigromantes generalmente a los hechiceros que utilizan la magia negra.

Roh'kash Ne Nabu, es el nombre de la gran Diosa Madre, en la que creen firmemente las hienas.

El Rey León: CLARO DE LUNA (sobre HIENAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora