CAPÍTULO 55: La invasión

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Así, un día, Shenzi, Banzai y Edd, quienes habían notado la invasión de los arácnidos, fueron a avisarle a Kiara a La Roca del Rey lo que ocurría; justo en aquel mismo instante llegó Kaleb (al alumno de Rafiki, aspirante a Chamán) a pedir permiso a la reina de viajar muy lejos para conseguir la medicina que salvaría a todo el reino de las sicarius, y así se dio la siguiente conversación:

"Sus majestades", decía el joven simio con agitación. "Un grave problema está enfrentando el reino...", pero antes de que pudiera terminar, Kovu lo interrumpió tajantemente; "Kiara y yo lo sabemos; Son esas arañas sicarius, ¿no es verdad?"

"Afirmativo, señor". Dijo Kaleb con sociedad, pero entonces Shenzi, un poco molesta se acercó a Kaleb:

"Precisamente, antes de que fuera interrumpida por este... simio, eso le estaba explicando yo al rey Kovu...".

"Sí", la apoyó Banzai. "Antes de que abrieras tu bocota chango-marango".

En el rostro de Kaleb se dibujó un cómico gesto de indignación:

"Es babuino, Banzai, no chango, haz tus sarcasmos con propiedad, y no creo que interrumpirlos haya sido tan terrible, dada la gravedad del problema".

"Tienes razón, Kaleb", dijo Kovu de pronto. "Hay que actuar rápido".

"Es precisamente la razón por la que he venido, sus majestades; solicito su permiso para viajar muy lejos de Las Tierras Del Reino para conseguir las sanguijuelas que mi maestro Rafiki y yo usaremos para desintoxicar a todos los afectados por las Sicarius. Me llevará meses llegar allá, pero valdrá la pena".

Sin pensarlo dos veces, Kovu contestó:

"Por supuesto que sí, Kaleb, permiso concedido, absolutamente".

Justo en aquel momento, las orejas de Shenzi se levantaron tal como un perro hace cuando está muy atento a un sonido, y con una expresión de sorpresa en el rostro, exclamó:

"¡Te llevará meses!, ¿Por qué tanta complicación?"

"¡¿Cómo que por qué?!", exclamó Kaleb indignado, "sólo será la manera de salvar a todos".

De pronto, Diótima, quien hasta ese momento había permanecido callada, intervino:

"Creo que entiendo el por qué del comentario".

"¿A qué se refiere, gran Sacerdotisa?", preguntó Kaleb, cruzándose de brazos.

"Sí", aseguró Diótima. "Lo que ocurre es que antes de que nuestra jauría retornara a estas tierras, todos los miembros estuvimos un tiempo pasando las noches junto a un riachuelo, y ahí, tanto en el agua, como en tierra había gran cantidad de sanguijuelas, que en más de una ocasión llegaron a adherirse a nuestra piel".

"Por eso lo decía", agregó Shenzi. "No será necesario un viaje tan largo si en el riachuelo que les hemos mencionado hay muchos animalejos de esos, y lo mejor de todo es que, incluso si ese riachuelo ya está seco, seguirá habiendo, ya que la ventaja de las sanguijuelas africanas es que, no sólo pueden vivir en agua, sino en el lodo y la tierra, también".

"¡Entiendo!", dijo Kaleb con una amplia sonrisa. "Entonces habría que ir hacia allá, sólo que a ese lugar no sé llegar. Sería cuestión de que ustedes me guiaran".

Rápidamente Shenzi se adelantó a contestar: "Yo podré guiarte, Kaleb".

Pero de manera inesperada, Banzai se paró enfrente de ella, y dijo con voz firme:

"No hermanita, ya has hecho bastante por la jauría, mereces un descanso. Yo guiaré a Kaleb".

Shenzi miró a su hermano de manera amorosa, sintiendo ante estas palabras, una inmensa gratitud: "¿De verdad harías eso por mí, hermano".

"Por mi carnalita, cualquier cosa". Respondió Banzai, con una simpática y amplia sonrisa.

Entonces, Shenzi levantó una pata y la colocó en el hombro de Banzai.

"Gracias hermano, en verdad te lo agradezco".

Acto seguido, Banzai miró a su hermano Edd, quien estaba atrás de él, rascándose una oreja con una de sus patas traseras.

"¿Qué dices carnal, me acompañas al viaje?"

Edd, entonces sacó la lengua, hizo viscos con los ojos, y asintió con la cabeza tan fuerte, que cómicamente salpicó de saliva todo el lugar, incluyendo a sus dos hermanos, a Kovu y a Kiara.

Después de una pausa debido al asco que les dio a todos haber sido salpicados, Kovu retomó el asunto a tratar:

"Bueno... entonces así está decidido; Kaleb, tú, junto a Edd y Banzai, tienen mi permiso para viajar hasta aquel riachuelo por sanguijuelas, pero eso no es todo; yo los acompañaré".

Pero entonces Diótima no pudo evitar exclamar:

"¡¿Usted?!, pero su esposa Kiara está embarazada y podría ser peligroso".

"Muy cierto", agregó Banzai.

Frente a estas palabras, Kovu se quedó mudo, pensativo. Después de todo, las hienas tenían razón.

Pero entonces Kiara, que hasta ese momento sólo se había limitado a escuchar todo, se acercó lentamente a su esposo. Cuando lo tuvo frente a ella, la leona se paró sobre sus dos patas traseras, colocando las dos delanteras en las mejillas de Kovu, y acercando su rostro al ojiverde león, le dio los más tiernos besitos. Finalmente, volviéndose a colocar en sus cuatro patas, dijo:

"Mi amor, mi embarazo no debe ser un impedimento. Las leonas de la manada me cuidarán. También Rafiki podrá ayudarme en caso de alguna complicación. Estaré bien. Además, tanto tú, como yo hemos estado buscando la oportunidad de demostrar a los súbditos inconformes nuestra valía como reyes. Ésta es tu oportunidad de hacerlo, mi cielo. Si haces ese viaje junto a Kaleb, estarás actuando tan bondadosamente."

Kovu miró con gran ternura a su bella esposa y le dijo, con voz suave:

"Gracias mi amor. Tú siempre creyendo en mí. Sé que así será. Sólo prométeme que tú también buscarás la manera de hacer que los súbditos confíen en ti."

"Así lo haré, mi vida".

"Pero esposa mía, ¿segura que estarás bien?"

"Muy segura, Kovu, tú tranquilo. Sólo enfócate en acompañarlos a ellos".

"Gracias por decidir acompañarnos, gran Kovu". Dijo Kaleb muy sinceramente y haciendo una reverencia al rey.

Y así se decidió. A la mañana del siguiente día, muy temprano, Banzai, Edd, Kaleb y Kovu partieron hacia aquel riachuelo en busca de las sanguijuelas.

Vitani fue alguien que se puso muy feliz con el asunto de las hienas ayudando a resolver y controlar la invasión de las arañas, pues tal y como Kiara le explicó: "Esto te beneficiará mucho a las hienas. Pues el pueblo terminará perdonándoles los daños que causaron en el pasado, pues si ayudaban a resolver el problema de los arácnidos estarían haciendo algo muy bueno por el pueblo y este terminaría reconociéndoselos."

El Rey León: CLARO DE LUNA (sobre HIENAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora