CAPÍTULO 29

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Taka salió corriendo lo más rápido que sus patas le permitieron. Los tres sacerdotes intentaron seguirle el paso, con algo de dificultas. Loebenna aunque al principio se rehusó, terminó por seguirlos también.

Pronto, los cinco hiénidos llegaron a la cueva de Loebanna. Las pruebas no podían ser más contundentes: De aquella cueva emanaban espantosos gritos y alaridos, y estos no podías provenir más que de la misma Loebanna.

Todos se estremecían al escuchar aquellos alaridos, pero especialmente Loebenna, pues temía por el bienestar de su hermana.

Taka entró antes que nadie a la cueva, y lo que vio a continuación lo horrorizó:

Loebanna expulsaba espuma de su hocico, como si estuviera rabiosa, sus ojos estaban rojos como la sangre y brillaban intensamente, pero lo más importante era que la infortunada se convulsionaba de manera brusca y violenta, arrastrándose en el suelo como si tuviera un dolor intenso.

Detrás del joven león, entraron Loebenna, Kokasha, Shimbekh y Rómulo.

La pobre Loebenna quedó petrificada al ver a su amada hermana agonizando de esa manera, entonces no pudo más y se soltó llorando.

"Tendremos que hacerle a Loebanna un exorcismo", vociferó Rómulo.

Para Kokasha, aquella escena también le resultaba muy dolorosa, pues se trataba de su nieta la que estaba allí, frente a ella, padeciendo los horrores de haber sido poseída. Dentro de su mente maldijo la noche del Claro De Luna bajo el cual había nacido su infortunada nieta, y asimismo maldijo la hora en que Loebanna había decidido hacer pacto con un Makei, también maldijo el momento en que su hijo Krashek había decidido utilizar magia negra, sin embargo, aunque por dentro era un mar de emociones, intentó fingir serenidad, pues estaba frente a un sacerdote mayor, y si éste se daba cuenta de su perturbación emocional, podía impedir que ella fuera partícipe del exorcismo, ya que para llevar acabo aquella tarea se requería que todos los participantes en el ritual mantuvieran una mente relajada.

Shimbekh y Rómulo por su parte, se sintieron más tranquilos al saber que todo lo que Taka les había contado sobre Loebanna era verdad.

La cantidad de energía maligna que Loebanna desprendía era impresionante.

"Hay que actuar de inmediato", imperó de pronto el sacerdote Rómulo, "éste demonio debe salir cuanto antes del cuerpo de Loebanna ó terminará destruyéndola".

Tras escuchar estas palabras, de una manera siniestra, Loebanna (ó el Makei dentro de Loebanna) comenzó a carcajearse y a decir: "¡Qué inútiles son todos!, ya no hay nada que ustedes puedan hacer. El proceso de fusión casi termina. En unos segundos más, yo me fusionaré por completo con el alma de Loebanna y seremos uno solo".

La noticia dejó helados a todos: si el Makei lograba su cometido, la esencia, el alma de Loebanna se perdería para siempre. Debían actuar y rápido.

"Por eso es que hemos venido hasta aquí, ser infernal", dijo Rómulo con firmeza, "para evitar que le sigas haciendo daño a esa pobre alma".

De pronto la expresión demoniaca del rostro de Loebanna cambió por completo; los ojos rojos, la espuma en la boca, todo desapareció y fue sustituido por una mirada jovial. La voz también cambió: Ya no era aquella voz maligna, ahora simplemente era Loebanna la que se manifestaba a través del poseído cuerpo. Ella estaba tirada en el suelo. No se podía mover, sólo pudo emanar una lágrima de uno de sus ojos, y en un tono débil comenzó a suplicar a todos los presentes: "¡Ayúdenme, por favor!, ¡Deben exorcizarme cuanto antes, o el demonio dentro de mí se fusionará conmigo! ¡No lo permitan, por favor!"

"¡No!", gritaron al unísono Kokasha y Loebenna. Entonces ambas se acercaron a Loebanna para abrazarla con fuerza, pues la amaban, pero antes de que pudieran acercarse a ella, una vez más el Makei tomó el control del cuerpo de Loebanna; los ojos rojos, la espuma... todo volvió. Entonces el Makei hizo algo perverso; miró a ambas hienas de una manera extraña, y con su poder las elevó unos centímetros del suelo y las lanzó hacia atrás. Ambas desplomaron contra el suelo con brusquedad. "No se acerquen a mí, o las mato", rugió el demonio dentro de Loebanna.

Al ver aquello, el cachorro de León Taka, y Shimbekh se acercaron a ellas para verificar que se encontraran bien.

Afortunadamente, ninguna de las dos se había lastimado de gravedad y se pudieron volver a poner en pie tras unos segundos. El que estaba perdiendo la paciencia era el Riaok'him Rómulo, quien gritó:

"Basta de perder el tiempo. Hay que empezar ya el exorcismo, o la fusión entre Loebanna y el Makei se completará y ya no habrá nada que hacer".

El Makei entonces comenzó a gritar, a gruñir, sabía que su objetivo de fusionarse con Loebanna para obtener más poder, y el resto de sus planes se verían amenazados. "¡No! ¡No lo harán!", berreaba una y otra vez. Sus gritos eran espantosos, siniestros. El cuerpo de Loebanna comenzó a convulsionarse más fuerte todavía, y de pronto, unas risas; unas risas siniestras.

Cuando menos pensaron todos, un cráter de metano en el suelo expulsó aquella sustancia ardiente como suele suceder en El Cementerio de Elefantes, más esta vez el líquido subió y quedó suspendido en el aire. Todos sintieron un terrible pavor al ver aquel líquido incandescente flotando.

El Makei no paraba de reír, y para el horror de los presentes, lanzó con sus poderes psíquicos aquella sustancia tan caliente directamente hacia todos.

Afortunadamente, Rómulo, quien era un sacerdote mayor con enormes poderes espirituales, pudo crear a tiempo un campo de energía, y logró proteger al grupo, acto seguido, valiéndose de sus capacidades telequinéticas él logró reincorporar el líquido incandescente de metano dentro del cráter de donde había salido.

De nuevo, la dulce voz de Loebanna emanó del cuerpo posesionado: "El proceso de fusión casi termina. Dense prisa, sálvenme".

Rómulo dirigió una mirada a Shimbekh y a Kokasha, ambos la entendieron a la perfección; era la orden para que ellas se pusieran de pie enfrente del cuerpo posesionado para llevar a cabo el exorcismo.

Los tres espiritistas se colocaron en forma de triangulo, frete al cuerpo de Loebanna, el cual se retorcía y se convulsionaba de manera violenta mientras lanzaba palabras de blasfemia contra ellos: "¡Malditos! ¡Son unos malditos!"

La lucha entre el alma de Loebanna y el Makei por tomar el control del cuerpo se intensificó cuando el ritual de despojo comenzó. Las voces de ambos seres se intercalaban más que nunca:

"Ayúdenme, apúrense... Nunca lo lograrán, malditos... Rápido... No lo lograrán, la fusión se completa... Libérenme del Makei... No hay nada que puedan hacer, idiotas..."

Esta lucha impedía al Makei tener el control absoluto del cuerpo, por lo que le estaba costando mucho trabajo utilizar su poder maligno para causar más daño a los tres sacerdotes.

En un momento Shimbekh se volvió para mirar a Taka, a Loebenna, quienes miraban todos los sucesos, invadidos por el terror, y les ordenó: "Taka, Loebenna, salgan de aquí, lo que verán puede ser muy impactante para ustedes. También puede ser peligroso".

"¡No!", gritó Loebenna de pronto. "No dejaré sola a mi hermana", pero entonces, Taka se acercó a ella, y le dijo con amabilidad: "Vamos, no tiene sentido estar aquí dentro. Ayudaremos más si nos salimos. Tu hermana estará bien".

Acto seguido, Taka salió de la cueva, sintiéndose más seguro, y menos aterrado afuera que adentro. Pero Loebenna estaba tan perturbada que ignoró las palabras de Taka, y sin pensarlo dos veces corrió metiéndose al centro del triángulo que los espiritistas habían formado, y se acercó a su hermana, llorando amargamente: "Hermanita, háblame... ¿Qué te ha hecho ese Makei?, ¡¿Qué te ha hecho?!", el llanto de Loebenna era realmente desgarrador, amaba demasiado a su hermana, sin embargo, su imprudente acto enfureció a su abuela Kokasha.

"Loebenna, sal de éste triangulo espiritual y sal de la cueva AHORA MISMO", vociferaba la anciana, encolerizada, totalmente descompuesta, "¿Qué no ves que dentro del cuerpo de tu gemela Loebanna hay un terrible Makei que debemos exorcizar?, si no hacemos el exorcismo será demasiado tarde para tu hermana, así que ¡Sal de mi vista ahora mismo! ¡ES UNA ORDEN!"

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El Rey León: CLARO DE LUNA (sobre HIENAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora