CAPÍTULO 50: Viajando sin comida ni agua

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A bastantes kilómetros de Las Tierras Del Reino, cuatro hienas, caminaban sin cesar, muy emocionadas.

"ya falta muy poco, llegaremos al riachuelo, cuando mucho, en tres días más", decía Diótima, quien había decidido guiar a Shenzi, a Banzai y a Wema de vuelta al río donde se encontraba el resto de la jauría de Shenzi, pues recordemos, querido lector, que cuando Banzai y la sacerdotisa, habían emprendido el viaje en búsqueda de la poderosa Radarana, habían decidido que no arriesgarían a su gente a que los acompañaran, pues la trayectoria sería peligrosa. Así, la madre de un cachorro llamado Toby el cual Shenzi quería mucho, Leasha, se había quedado al mando de la jauría de manera provisional.

Edd también se había quedado allí, pues Banzai no quería arriesgarlo.

Durante el camino, Shenzi y Wema habían estado teniendo la oportunidad de platicar, y así de conocerse más mutuamente. Ambas habían tenido muy buena química desde el principio.

El grupo avanzaba, y durante su viaje nunca les fue difícil conseguir alimento, ya que jamás faltaba algún cadáver de animal tirado por ahí, así como tampoco un animal que cazar, pues no olvidemos, estimados lectores, que las hienas no sólo son carroñeras, sino que también son grandes cazadoras.

Sin embargo, ocurrió que en el trayecto, tuvieron que pasar por un camino árido y seco, y muy largo. Así, varios días lo transitaron, durante los cuales definitivamente no pudieron probar bocado alguno, hasta que les tocó un golpe de suerte.

Fue una tarde en que habían llegado las horas en que el sol se siente más caliente e intenso, y nuestros cuatro viajeros, comenzaban a sofocarse y a caminar con cierta torpeza.

"¡Comida! ¡Comida!, suplicaba Banzai entre jadeos y con la lengua de fuera, como suelen hacer los perros cuando tienen calor, "si no como algo, pronto me voy a petatear".

"Lo sé, hermano", decía Shenzi agotada igualmente, "pero debemos seguir".

Entonces Wema intervino:

"No lo sé, Shenzi, creo que deberíamos tomar un descanso, continuar al ponerse el sol, o no soportaremos más, y menos si no hemos probado bocado, ni tomado una gota de agua."

Diótima, quien estaba al frente del grupo, al escuchar los comentarios detrás de ella, detuvo su andar, miró hacia atrás y dijo:

"Creo que Wema tiene razón, no podremos seguir así. Si no hay comida aquí, al menos deberíamos descansar, y continuar de noche, así ahorraremos energía, y todos llegaremos con vida a nuestro destino".

Sin embargo en Shenzi, la desesperación por llegar y acabar con el pesado viaje, comenzaba a manifestarse; "No porque seas la sacerdotisa y nos estés guiando, seguiremos tus órdenes".

Ante esta actitud, Diótima se indignó:

"No son órdenes, sólo sugerencias de lo que deberíamos hacer".

Shenzi generalmente no era conflictiva, pero tal vez el calor sofocante, el hambre, la sed, o la impaciencia por llegar, la estaban haciendo reaccionar de maneras inesperadas.

Entonces en un momento, Banzai comenzó a olfatear algo en el aire: "Huele a comida, ya vuelvo".

Pero absolutamente nadie le hizo caso, ya que sus compañeras seguían discutiendo, así que él salió corriendo a seguir el aroma.

"¡Ah, sí!", le respondió a Diótima a Shenzi, mostrándole los dientes, "pues yo te daré mejores sugerencias", Shenzi comenzó a gruñirle a la sacerdotisa; su pelo empezó a erizarse, se alistaba para pelear. Sin embargo, Diótima, se mantenía sentada y serena, mirando a Shenzi de manera apacible.

"¡Vamos, Shenzi!, sé razonable, aquí todos estamos muy..."

Pero entonces de manera inesperada, Banzai interrumpió aquella disputa, regresando del lugar donde había ido, muy contento, y en su hocico traía algo para comer, y lo soltó frente a las enfurecidas chicas:

"Si no hay comida, ¿díganme entonces qué es esto?", aquello era nada menos que el cadáver de un antílope, que después el hiénido jaloneó hasta ponerlo a los pies de Shenzi.

Diótima y Shenzi se miraron una a la otra, sorprendidas. Ese intercambio de miradas, lució cómico de alguna manera. Banzai entonces de forma imprevista, comenzó a reír de manera excéntrica:

"¡Se quedaron embobadas! ¡Qué gracioso! ¡Si se pudieran ver las caras!", decía una y otra vez, mientras el volumen e intensidad de sus risotadas se incrementaban.

Shenzi y Diótima lo miraban sin comprender, pero de pronto ambas pegaron un grito, cuando de la boca de Banzai pareció emitirse una risa, que por el tono, definitivamente no era la suya.

Y de la nada se escucharon tres risotadas más.

Banzai miró hacia atrás, sus orejas se habían enderezado, y sus pupilas dilatado; aquellas risas de origen desconocido acallaron sus carcajadas, y lo habían hecho pegar un ligero brinco hacia atrás.

"¡Ah, canijo! ¡Pero qué rayos fue eso!", exclamó Banzai.

Pero rápidamente su pregunta tuvo respuesta; Shenzi, Wema, Banzai y Diótima levantaron sus orejas como antenas, y al mirar a su alrededor, pudieron ver lo que parecían ser... ¡Sí!, ¡Eran cuatro más de su especie, y se aproximaban de un modo tan intimidante que lograron acorralar a nuestro grupo de viajeros, hasta hacer que quedaran muy juntitos, uno del otro. Los cuatro desconocidos gruñían y mostraban los dientes. Banzai, Wema, Diótima y Shenzi temblaban de miedo, hasta que de pronto...


Petatear es un modismo mexicano para referirse a morir.

En realidad serían patas, pero escribí "pies" para que quedara más estético.

El Rey León: CLARO DE LUNA (sobre HIENAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora