Capítulo 4

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Luzu y Auron caminaban por el pueblo hacia una dirección en particular. Habían decidido ir a visitar a Rubius. Luzu comenzó a preocuparse muchísimo por el peliblanco, ya que la actitud que tenía últimamente era todo lo opuesto a la personalidad de Rubius. A pesar de lo molesto que podía llegar a ser, era su amigo, y Luzu siempre se preocupaba por sus seres queridos. Era verdad que había tenido una etapa emo, pero aun así le importaba el bienestar de las personas que quería. Ante esto, le pidió a Auron si lo quería acompañar, ya que sabía que, dejando de lado que su amigo no había estado tanto en contacto con Rubius en los últimos meses, Auron y él eran muy unidos. Aparte sus habilidades de psicólogo serían útiles para el gran reto que estaban por enfrentar.

En cuanto a Auron, también andaba muy preocupado. Pese a que era un psicólogo, no era muy expresivo ni emocional, y para ser sincero, el mundo podía estar ardiendo y a él no le importaría, pero se le hacía totalmente anormal el cambio drástico que tuvo Rubius esos últimos días. Así que cuando Luzu le ofreció esto, no dudó ni un segundo en aceptar.

Ya estaban en la casa del peliblanco. Luzu fue el primero en acercarse y tocar la puerta. Estuvieron un rato que se les hizo eterno parados afuera, tanto que decidieron golpear una segunda vez. Pero cuando estaban por hacerlo, un ojeroso y triste Rubius abrió la entrada principal. Los ojos de los de pelo castaño se ensancharon al observar el aspecto de su amigo. Vestía con ropa holgada, la cual era una sudadera blanca y azul que nunca le habían visto, pero que le quedaba algo ancha, y un pantalón jogging de color negro. También se percataron que no llevaba su habitual gorra de oso. Estaba utilizando una bandana muy similar a las de Mangel, pero la diferencia era que tenía una R. A pesar de esta prenda, su cabello se encontraba completamente despeinado. Y su rostro era algo sumamente complejo. Tenía unas ojeras enormes, y sus ojos estaban hinchados, cristalizados y rojos de tanto llorar. Su tez era muy pálida (más de lo normal), y su semblante demostraba irritación. A Auron se le pasó un pensamiento fugaz, el cual preguntaba cuándo fue la última vez que Rubius se vio a un espejo.

Estuvieron un rato relativamente largo sumidos en un silencio sepulcral que molestó al dueño de la casa; entonces, decidió romper aquel silencio que se le hacía irritante.

—¿Los puedo ayudar en algo? —Les preguntó lo más cortés posible, tratando de disimular el hecho que lo que menos quería era ver u oír alguna presencia humana en ese preciso momento.

Ante aquella pregunta, los visitantes volvieron en sí, y el más bajo procedió a responder.

—Sí. ¿Podemos pasar? —Preguntó de una manera realmente directa Auron. Pero así era él; cuando se proponía algo, no paraba hasta cumplirlo.

—Claro —respondió Rubius secamente.

Cuando entraron a aquella casa, una sensación muy agobiante y densa los inundó a Luzu y Auron. Y es que las vibras que emanaba esa casa eran tan deprimentes que pesaban igual que una bolsa llena de rocas. Respiraron hondo en un intento por conservar la calma y decisión con la que habían ido allí. Pero eso se les complicó cuando percibieron otra sensación extraña. No sabían cómo describir aquel sentimiento, pero era algo más que solo un aura deprimente. No; era algo muy alejado de eso. Algo más..., espiritual.

—¿Les ofrezco algo? —Preguntó Rubius. Sabían que preguntaba solo por cortesía, ya que su cara demostraba que claramente no quería que ellos estuvieran ahí.

—No, gracias —respondieron ambos al unísono.

—Bien; entonces si son tan amables me podrían explicar a qué se debe su visita.

—En realidad, queríamos verificar cómo estabas —le dijo Luzu.

—Chicos, ya saben cómo estoy. Con tan solo verme basta para darse cuenta que estoy verdaderamente mal.

Almas unidas (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora