Capítulo 27

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Rubius despertó con demasiada pereza. Abrió los ojos lentamente y luego se los refregó para aclarar su vista. Bostezó y miró a su alrededor: se hallaba en su habitación. Se preguntó cómo habría terminado ahí, ya que no recordaba nada. Trataba de averiguar lo que había hecho el otro día, pero todo se le veía borroso. Tenía una laguna mental tremenda.

Al observar detenidamente el lugar, se percató que Mangel estaba sentado en un rincón, mirando hacia la nada. Se sorprendió por no haberlo visto antes, pero sobre todo, por el hecho de poder verlo. Creía que no lo iba a hacer debido a que le habían suministrado sus pastillas hacía poco.

—Hola, Mangel. ¿Qué haces ahí mirando a la pared? —Preguntó súbitamente, asustando a su amigo.

—¡Rubiuh, ya despertaste! ¿Te encuentras bien? ¿Cómo te sientes? —Dijo Mangel, con notoria preocupación, la cual sorprendió a Rubius. ¿Por qué su amigo se hallaba tan alterado?

—Pues me siento bastante cansado sinceramente. Y diría que sí, me encuentro bien, no te preocupes —respondió, y luego le regaló una sonrisa.

Esta acción le estrujó el corazón a Mangel. El recordar los acontecimientos de ayer le hería terriblemente, y ahora verlo de esa manera, tan tranquilo y relajado, le perturbaba.

—Mangel, ¿te encuentras bien? Te noto algo raro.

—Sí, estoy bien.

—Vale —contestó el peliblanco, sin creérselo mucho —. A propósito, ¿recuerdas qué pasó ayer? Tengo una laguna mental bestial. Te juro que no recuerdo absolutamente nada —añadió.

Una expresión de seriedad y tristeza se le formó a Mangel en el rostro y no respondió a la pregunta.

«¿Qué le pasa?», se preguntó Rubius, extrañado.

—Mangel, ¿sucedió algo? Ya me estás preocupando.

Rubiuh, ¿en serio no recuerdas nada de lo que pasó ayer? —Interrogó, casi en un murmullo.

—No. ¿Por qué? ¿Qué sucedió?

Mangel se quedó sin habla. No sabía qué responder. ¿Cómo coño le explicaría?

—Digamos que ayer has cometido varias locuras —dijo como respuesta, desconcertando más a su amigo.

—¿Qué clase de locuras? —Preguntó, con miedo.

—Ayer te estuve buscando por todo el psiquiátrico; no te hallaba por ningún lugar. Te busqué en tu cuarto, en la cafetería, en el patio, por todos los pasillos, pero no estabas en ninguno de ellos. Hasta que, de repente, decidí ir a buscarte a las habitaciones de aislamiento. Y, efectivamente, estabas allí.

Rubius se quedó estupefacto. ¿Él había ido a ese lugar que apenas se atrevía a nombrar? Era imposible. Le daba un gran miedo. La sola idea de hacerlo le producía escalofríos.

—¿Estás de coña, no? —Preguntó, desconcertado.

—No, es verdad.

—¿Por qué habría ido allí?

Mangel hizo una pausa antes de continuar. Suspiró y, a continuación, dijo:

—Dijiste que querías escaparte de monstruos.

Rubius se desconcertó por aquello, pero, de repente, recuerdos vinieron a su mente. Recordó estar buscando a Olivia y a Antonio por los pasillos, pero terminó perdiéndose. Le dio mucha ansiedad aquella situación, así que salió corriendo de ahí. Ver tantas personas juntas en un mismo lugar lo puso nervioso. Sintió que la respiración le fallaba y que todo daba vueltas a su alrededor. Y, luego, empezó a percibir su entorno de una manera extraña. Nunca le había pasado algo así; sentía que todos le miraban y que alguien lo perseguía. Lo último que recordaba era haber terminado frente a la puerta que llevaba a las habitaciones de aislamiento. A partir de ahí, su mente se fue completamente de la realidad, tornándose todo el panorama negro.

Almas unidas (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora