Capítulo 19

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Habían pasado los días. Rubius iba a la psiquiatra una vez por semana. Hasta ahora, todo iba bien. No le habían dicho nada de encerrarlo en un psiquiátrico o algo por el estilo. Además, le empezó a gustar. Le servía para desahogarse y contar todo lo que tenía dentro que no se lo podía decir a nadie más. Era agradable saber que Mangel no era la única persona que lo escuchaba.

Ese día tenía que ir otra vez, así que empezó a prepararse. Agarró lo primero que encontró en su armario y se lo puso. Luego, fue al baño. Se cepilló un poco para no estar tan desarreglado y se puso desodorante y perfume.

—Vaya, vaya, parece que alguien se está arreglando. Cuéntame qué fue lo que sucedió para que lo hicieras. ¿Hoy viene el fin del mundo y no me enteré? —Comentó Mangel, burlón.

Rubius rodó los ojos.

—Ja, ja. Muy gracioso, Mangel —dijo con sarcasmo.

—Parece que te está gustando ir al psiquiatra. No sé si eso sea bueno o malo.

—Creo que bueno. Me sirve para desahogarme y para poder contarle mis problemas a alguien que no sea un fantasma acosador.

—¡Hey! ¿A quién llamas fantasma acosador? Que yo recuerde, tú eras el que lloriqueaba en el cementerio suplicando a los dioses para que volviera.

Rubius le lanzó un peluche que atravesó al espíritu. Mangel empezó a reírse a carcajadas por lo que acababa de hacer, lo cual provocó que Rubius se enojara más.

—Mangel, para ya tío; me humillas.

—Tranquilo, mi Rubiuh. Te quiero a pesar de tus estupideces.

Rubius rodó los ojos y salió de la casa con rapidez.

—¿No me vas a esperar? —Preguntó Mangel con tono infantil.

—No. Te jodes por gilipollas.

Mangel rio y empezó a seguirlo levitando.

El silencio reinó durante un rato hasta que el espíritu lo rompió.

—¿Cómo te sientes?

Rubius lo miró, extrañado.

—¿En serio me estás preguntando eso? Se supone que ya debes saberlo, ¿no? —Preguntó el peliblanco.

—Sí, pero prefiero que tú me lo digas. Te sirve para expresar aquellos sentimientos que te están molestando y para liberarte de un peso de encima.

Rubius se detuvo y volteó su mirada a su amigo. Luego, suspiró.

—No muy bien. Todos mis amigos creen que estoy loco. Piensan que soy un enfermo mental. Que de tan afectado que quedé por tu muerte alucino que tú estás conmigo.

—Entiendo. Pero también debes comprenderlos a ellos, Rubiuh. Es algo muy complicado de creer.

—Lo sé, pero..., me haría sentir mejor que, al menos, alguien crea en mí.

Mangel se entristeció y se acercó un poco más a su amigo.

—Sé que es horrible, pero deberás seguir con todo esto. Ya no hay escapatoria.

Rubius agachó la mirada.

—Lo sé. Ya estoy perdido. Solamente espero por el día en que digan que deben encerrarme y me receten pastillas para evitar estas "alucinaciones" y "delirios".

Mangel lo miró con tristeza y añadió:

—Pase lo que pase, me quedaré a tu lado siempre. Te lo prometí antes y lo haré de nuevo. Nunca te dejaré.

Almas unidas (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora