Capítulo 6

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Besos... Caricias... Roces...
Un picadero... Un bosque...
Dos muchachos... Dos borrachos...
Ambos brindándose amor...

Rubius despertó demasiado alterado. Sus ojos se abrieron ampliamente de la sorpresa, y se sentó en su cama del desconcierto que sentía en ese momento. Su respiración estaba agitada, y el palpitar de su corazón era bastante acelerado. Su cabeza le dolía un montón. Estaba realmente confundido con lo que acababa de soñar, y la jaqueca que tenía no lo dejaba pensar con claridad.

Se levantó con pesadez de su cama y se mareó al hacerlo. Se sentó de vuelta hasta que se le fuera y, cuando sucedió esto, retomó lo que había procedido a hacer anteriormente. Se dirigió al baño y se refregó los ojos para aclarar su vista. Cuando llegó, se lavó la cara y se miró al espejo. Se veía horrible. Más que ojeras lo que traía eran bolsas que colgaban en sus ojos. Su rostro se veía deteriorado y su piel era muy pálida. Estaba muy flaco, y su aspecto demostraba debilidad y vulnerabilidad. Básicamente, reflejaba cómo se hallaba su ser.

«Desde que Mangel murió, me veo horrendo. Tengo pesadillas constantemente o paso las noche en vela. No tengo ganas de hacer absolutamente nada y no me cuido físicamente, ni tampoco emocionalmente. Mis amigos ya no saben qué hacer conmigo, y se nota que los desespero, porque tengo una actitud de mierda. Rubius, se murió tu mejor amigo, el cual falleció cuando estaban más distanciados que nunca, y aun así tienes la cara para tratar mal al resto de tus seres queridos. Cómo me odio a mí mismo».

Hizo sus necesidades, para luego volver a su cama y recostarse en ella. Cuando realizó esto, divisó a su lado una de las tantas sudaderas de Mangel. La agarró y la abrazó como si fuese su amigo quien estuviese a su lado y no aquella prenda. Inconscientemente, aspiró la sudadera y se embriagó con aquel olor que tenía. Sonrió cuando hizo esto. El aroma de su mejor amigo seguía prendado en la ropa que se había llevado consigo, y eso lo reconfortaba. Se perdía en su propio mundo cuando hacía esto y, sin darse cuenta, cerraba los ojos, para sumirse en su realidad y olvidarse de todo y todos por un rato. Se podría decir que era su droga.

Así que realizó esto unas cuantas veces más solamente para hundirse en aquella calidez que le brindaba ese aroma. Solo quería olvidarse de su dolor; de su sufrimiento; de las personas a su alrededor; de su pérdida.

De repente, el sueño que había tenido resurgió de entre sus recuerdos, y empezó a reproducirse con una increíble rapidez en su mente que a Rubius lo dejó confundido. Respiró hondo, y se concentró para comprender aquellas imágenes que comenzaron a aparecer sin control en sus pensamientos.

Habían dos hombres completamente borrachos, los cuales, en un acto de estupidez, se dirigieron a aquel picadero que habían construido juntos. Mientras iban hacia allí, se reían de las tonterías del otro, ya que apenas podían permanecer de pie. Iban tarareando una canción que vaya a saber Dios cuál era, y bailaban de una forma muy rara gracias a toda la ebriedad que llevaban encima. Aparentemente, habían salido de una fiesta y solo querían olvidarse del mundo por un rato.

Cuando llegaron, uno dijo:

—Oye, ¿sabías que yo estoy enamorado de alguien?

—No, no sabía —le respondió su acompañante, riéndose de cualquier cosa.

—Creo que se llamaba Rubius. ¿Tú lo conoces?

—No, creo que no —dijo con una sonrisa boba en el rostro.

—Bueno, estoy enamorado de él. Te lo comento porque necesitaba desahogarme con alguien y también porque estas emociones me están matando —comentó mientras se reía muy estruendosamente.

Almas unidas (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora