Capítulo 11

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Fargan entró a la comisaría con un semblante relajado. Hoy estaba de turno, al igual que Alexby. Generalmente, las denuncias que recibían eran sobre casos similares. La mayoría eran de sus propios amigos, los cuales denunciaban prácticamente lo mismo todo el tiempo. Robo, explosiones en propiedad privada, secuestros de mascotas, entre otros. Y otras eran de los pueblerinos, quejándose de que a veces terminaban afectados ellos por estas tonterías.

Les resultaba algo aburrido tener que resolver siempre lo mismo, pero era su trabajo, así que debían cumplirlo. Aunque también admitían que alguna que otra vez no prestaron atención a estos casos.

Fargan caminó por los pasillos de la comisaría en dirección al despacho de su amigo. Hoy estaba algo agotado, lo que conllevó a que no tuviera muchas ganas de hablar con el resto de sus compañeros, actividad que usualmente hacía cuando tenía que trabajar. Cuando estuvo frente a la puerta del lugar de trabajo de Alexby, la golpeó esperando que la respuesta no tardara en llegar. Afortunadamente, su amigo respondió con rapidez, así que entró con ánimo al despacho.

—Ok, ¿qué tenemos hoy? ¿Explotaron nuevamente la casa de Auron? ¿O la entrada de Vegetta? ¿O tal vez el invernadero de Willy? —Preguntó Fargan animadamente.

—Al parecer no hay casos recientes. Solo algún que otro robo en la casa de un aldeano, una pequeña explosión en el hogar de Lolito, y no mucho más —comentó Alexby, desganado.

—Qué aburrido. Yo suponía que ser policía iba a estar más entretenido que esto —se quejó.

—Lo sé, pero por ahora son solamente los mismos problemas de siempre. Pero, de todas maneras debo seguir con el papeleo, así que ayúdame con las denuncias y a lo mejor tenemos suerte esta vez.

—De acuerdo, te ayudaré —aceptó Fargan, mientras traía una silla al lado de su amigo para poder sentarse en ella y de esa forma leer las denuncias.

Estuvieron ojeando aquel montón de hojas durante un largo rato sin mucho ánimo, ya que eran casos aburridos desde su punto de vista. Pero, de pronto, Alex se encontró con una denuncia que despertó su interés. Se percató que había hojas que tenían situaciones similares, pero no eran las típicas que, de alguna u otra manera, estaban relacionadas a sus amigos; estas parecían diferentes. No se trataban de un caso que hubieran tenido antes; este era un tanto peculiar.

—Mira estas. Tienen problemas muy parecidos entre sí, y no se me hace que sean obra de nuestros compañeros —habló Alex, mostrándole a su amigo las hojas que contenían aquellas denuncias.

Fargan las tomó y procedió a leerlas. Su compañero estaba en lo cierto. No demostraban ser las típicas cosas que hacían sus amigos por diversión. Unas fueron escritas por propietarios de tiendas de pociones, en las cuales se relataba que habían sido robados múltiples de artefactos mágicos. En otras figuraban que unos negocios fueron asaltados y el ladrón se llevó materiales para hacer hechizos; algunos básicos y otros un tanto extravagantes. También se hallaban otras que decían que alguien se había robado unos libros de encantamientos muy importantes.

—Nos encontramos con unos casos fuera de lo común. Justo lo que queríamos —dijo Fargan, con tono alegre.

—Lo curioso es que estas denuncias fueron hechas entre la fecha que se identificó una concentración mágica muy potente entre las montañas.

—Si el asaltante es el mismo causante de aquella magia que abunda en las zonas montañosas, tiene sentido que haya elegido este pueblo para obtener sus artilugios, porque es el más cercano a aquellas montañas.

—En eso te doy la razón. La pregunta es para qué necesita todas esas cosas.

—Y eso es lo que tenemos que descubrir.

Almas unidas (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora