Capítulo 35

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Fargan despertó abruptamente al oír la alarma que se había puesto. La apagó rápidamente, con desgano, y suspiró, frustrado. Otro día más de trabajo. Se levantó con algo de pereza y arrastró sus pies hasta su armario. Buscó con la mirada su traje de policía y, cuando lo vio, lo agarró y se lo colocó. Luego, con cierta somnolencia, se dirigió a su cocina. Allí se hizo un desayuno un tanto apresurado y se lo tomó con rapidez, para luego, salir velozmente de su casa e irse al trabajo.

Caminó por los senderos de Karmaland durante un rato ya que, por fortuna, su casa quedaba cerca de la comisaría. En el transcurso, miraba ensimismado la naturaleza que lo rodeaba, y saludaba a un par de aldeanos que le decían «buenos días». Todo parecía muy tranquilo, como un día normal en la rutina de un adulto con un trabajo y una casa. Pero él bien sabía que esto no era así.

Cuando divisó el establecimiento, apresuró el paso y se acercó a él. Se paró frente a la puerta y la abrió. Una vez dentro, observó a su alrededor: nada nuevo. Todo estaba de la misma manera en aquellos últimos días.

Desde la desaparición de Rubius la comisaría estaba patas para arriba. Los del psiquiátrico se encontraban como locos y exigían todo el tiempo eficiencia, ya que para su gusto los policías eran unos inútiles que no se esforzaban en hallar a Rubius. Prácticamente iban todos los días un pequeño grupo de enfermeros a preguntar si ya estaban haciendo avances con la investigación, y siempre terminaba acabando de la misma forma: los policías respondiéndoles que todavía no tenían alguna pista que les indicara dónde podría estar, y los empleados del psiquiátrico insultándolos por la falta de esfuerzo que le ponían al caso. A veces, cuando se quedaba charlando con Alexby en sus ratos libres, lo oía insultarlos por echarles la culpa de que su amigo estuviera desaparecido cuando ellos fueron los idiotas que no se dieron cuenta que un paciente se había escapado. También decía que Karmaland nunca tuvo que investigar algo tan fuerte como un secuestro, una desaparición, un asesinato o algo por el estilo, por lo cual la comisaría carecía de los materiales necesarios para una búsqueda tan hábil como lo hubiesen hecho policías de ciudades más grandes. En eso Fargan estaba de acuerdo, pero, mentiría si dijera que él no había embarrado un poco las pistas. Una de las que lo delatarían serían los guardias que habían perseguido a Rubius hacía unos días. Sin embargo, él logró sobornarlos: cuando se enteraron que aquel muchacho estaba desaparecido quisieron informarles a los policías que Fargan había sido la última persona que lo vio, pero él adivinó antes sus intenciones y les dijo que si llegaban a comentar algo de todo eso él tenía el poder de despedirlos, porque era un gran amigo del comisario, el cual era Alexby, y era muchísimo más fácil convencerlo con el tipo de relación que tenía con él. Los guardias estuvieron indecisos a la hora de aceptar aquel soborno, puesto a que su lealtad a Karmaland y su moral no se los permitía, pero no se podían arriesgar; tenían una familia a la cual alimentar, y perder ese trabajo los dejaría muy mal parados.

Otra cosa que hizo fue borrar las huellas que habían dejado en el picadero; de esa manera no podrían descubrir que Rubius estuvo ahí en el caso de que encontraran aquel lugar o, en particular, que él estuvo ahí. También trató de organizarlo y ordenarlo a la perfección para que no hubiera rastros de que alguien había habitado allí. Así era increíblemente difícil averiguar dónde había ido Rubius.

—¡Fargan, aquí estás!

Alex se dirigió con rapidez a él, realmente aliviado al verlo allí.

—¡Qué bueno que estás aquí! Últimamente está siendo muy complicado poder seguir con ambas investigaciones: la de la concentración de magia y la desaparición de Rubius. Afortunadamente la primera va más avanzada que la otra, cuyo estado parece un tanto atascado, lo cual me sorprende considerando cómo es nuestro amigo.

—Bueno, dicen que no hay que guiarse por las apariencias, Alex.

—Un gran ejemplo de este caso. Aún no entiendo cómo no pudimos hallar ninguna pista —mencionó un tanto frustrado.

Almas unidas (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora