Capítulo 37

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Estancado. Esa era la mejor palabra para describir cómo se encontraba él en esos momentos. Jodidamente estancado. Él y esas dos investigaciones. Estaba enojado consigo mismo por no poder descubrir dónde se hallaba Rubius, uno de sus mejores amigos, su compañero de aventuras, uno de los gilipollas que más lo hacía reír. Se estaba estresando muchísimo por encontrarlo, porque no quería perderlo. Y más ahora que sabía que el pobre se hallaba mal mentalmente, pues lo único que pasaba por su mente era que debía cuidarlo. Su amigo se hallaba vulnerable, perdido, y se culparía para toda la vida si le llegaba a pasar algo y él no pudo estar ahí para ayudarlo.

A pesar que le costara hablar de sus sentimientos, pues le hacía sentir realmente incómodo hacerlo, él quería muchísimo a sus amigos, aunque se le complicaba demostrarlo. Sin embargo, lo hacía ver con pequeños detalles que, afortunadamente, sus amigos conseguían ver y apreciaban enormemente. Por eso ahora se encontraba así: estresado, ansioso, nervioso y desesperado. Quería encontrar a Rubius, y se estaba frustrando muchísimo al ver que la investigación no progresaba. Debía haber alguna pista; algo que le pudiera dar algún indicio de su paradero y guiarlo allí. Pero, lamentablemente, no encontró nada. Y no entendía cómo podía ser que no hubiese una sola pista, una huella dactilar, un testigo. Alguien tuvo que haberlo visto irse a un lugar, sin embargo, nadie lo hizo supuestamente. Habló con los guardias que Vegetta había alertado para que persiguieran a Rubius, pero estos le respondieron que nunca lo encontraron. Ese caso se volvió más complicado de lo que imaginaba que iba a ser.

No obstante, ese no era el único caso que todavía no lograba develar. La investigación de la concentración de magia también se le estaba haciendo difícil entenderla, y eso que tenía más pistas de esa que la de su amigo, pero cuando pensó que los puntos se estaban conectando, el caso se volvió a enredar, provocando que quedara más confundido que antes.

Pensó en la vez que fueron Fargan y él a la casa en las montañas del causante de aquellos robos extraños. Recordó también el afiche que habían encontrado, el cual decía «Plan Rubius». ¿Por qué ese tipo se fijaba en su amigo? ¿Cuál era el plan que estaba ideando? ¿Le haría algo malo? ¿Habría ocurrido ya y él no se percató? ¿Y si fue Fenrir quien hizo que Rubius desapareciera repentinamente? Esperaba que no pero, ¿qué tal si sus suposiciones eran ciertas?

—¡Alex! ¿Estás bien?

La voz de Fargan sacó de sus pensamientos a Alexby. Este miró a su alrededor por un momento, tomando conciencia nuevamente de dónde se hallaba.

Estaban rumbo a Karmaland otra vez para poder charlar con Merlon luego de aquella plática que tuvieron con el abuelo de Fenrir. Aparentemente había una profecía sobre un "Elegido", que sería el encargado de salvar a Karmaland de la inseguridad y el peligro que gobernarían algún día en ella. Estuvieron debatiendo y compartiendo ideas, teorías e hipótesis sobre ese tema, pero si debían ser sinceros, no comprendían absolutamente nada. No obstante, esperaban que Merlon fuera capaz de aclarar aquellos dilemas y problemáticas que, de pronto, tenían enfrente, para poder continuar con aquella investigación y, eventualmente, lograr atrapar a aquel tipo.

Cuando Alexby salió completamente de su trance, le respondió a su compañero:

—Sí, estoy bien. ¿Cuánto falta para que lleguemos a Karmaland?

—Ya estamos cerca.

—Bien.

Ambos se quedaron en silencio de nuevo. Al ver que Fargan no demostraba algún tipo de intención en seguir conversando, Alexby decidió mirar por la ventana del auto. Veía el campo, la carretera, los animales... Pero aquel paisaje tan lindo no lograba calmar su intranquila mente, la cual solo pensaba en Rubius y Fenrir, buscando conexiones y pasos que podía seguir, pero, por desgracia, no hallaba ninguno.

Almas unidas (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora