Capítulo 15

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Rubius estaba sentado en la orilla de un lago con una caña de pescar, aunque, no estaba pendiente de la pesca. La única razón por la que fue allí era porque su mente estaba muy desordenada últimamente y quería estar unos momentos en paz para reorganizarla, aunque sea, un poco. Además, aprovechó que iba a ese lugar para pescar algo ya que hacía mucho que no realizaba esta actividad. Hasta ahora, su misión principal estaba fallando, pues no conseguía calmar su turbulenta mente, la cual se hallaba muy intranquila. Demasiadas cosas le estaban sucediendo y eso provocaba que sus sentimientos se mezclaran y que sus pensamientos fueran un desorden.

—¿Qué haces? —Preguntó alguien detrás suyo.

Rubius se asustó y tiró su caña de pescar a un lado a causa de este.

—Mangel, por Dios, me asustaste cabrón —maldijo Rubius, quien había dado la vuelta y se encontró con el espíritu de su mejor amigo.

—Lo siento, pero soy un fantasma así que te hubiese asustado de todas maneras —dijo divertido.

Rubius rodó los ojos y agarró su caña de pescar de nuevo, para luego, lanzar el anzuelo con la carnada al lago, esperando a que algún pez viniese y, si tenía suerte, a lo mejor encontraba algún libro de encantamientos, una montura o una etiqueta.

—No engañas a nadie, Rubiuh. Se nota claramente que no estás concentrado en pescar —comentó Mangel repentinamente.

—¿Ah, sí? ¿Y en qué estoy centrado entonces? Porque me gustaría saberlo realmente —respondió un tanto frustrado.

—¿A qué se debe tu actitud ahora? —Preguntó con tono paciente y calmo.

—A todo. Todo se está desmoronando a mi alrededor. Lo único que me están sucediendo son problemas y, cuando siento que finalmente se solucionaron, pasa algo que demuestra lo equivocado que estaba. De repente, todo se complicó y se sigue complicando aún más. Es increíble pensar que hace unos meses vivía felizmente y me la pasaba divirtiéndome, pensando que todo estaba bien. Pero, de la nada, todo eso se fue rompiendo de a poco. Antes, trataba de mantenerme positivo ante estas situaciones, pero estoy cansado hasta de ser optimista; de pensar que en cualquier momento todo se resolverá. Estoy exhausto de absolutamente todo. Solo quiero escapar a algún lugar donde esté verdaderamente tranquilo; que pueda ser libre y permita equilibrarme emocionalmente. Sin embargo, sé que me estoy ilusionando. Los problemas te siguen vayas adonde vayas. Lo único que puedes hacer es afrontarlos, pero también estoy agotado de luchar. Mi fuerza mental está completamente deteriorada.

Mangel se quedó perplejo ante la explicación de su amigo. Sin embargo, lo abrazó inmediatamente. Sabía que el pobre estaba reteniendo muchas emociones desde hace bastante. Siempre ocultaba lo que sentía con una sonrisa y decía que estaba bien cuando por dentro podía estar hundido en una gran tristeza. Sabía que lo hacía porque no quería que los demás se preocuparan por él. No le gustaba que lo viesen vulnerable, ya que lo hacía sentirse indefenso y expuesto. Rubius pensaba que se convertía en una carga cuando hablaba de sus problemas, porque se mostraba en un estado más desganado y sin energía, y creía que eso solo irritaba al resto. También pensaba que, a pesar que se desahogara, no lo iban a comprender, así que era inútil conversar de su estado emocional.

Mangel odiaba que se sintiera así, porque de ese modo solo ocasionaba que su tristeza fuera mayor. No expresar tus sentimientos y reprimirlos siempre dentro tuyo te va destruyendo lentamente, y, después, el más afectado terminas siendo tú, y no los otros. Está bien sentirse triste; somos humanos y todos en algún momento nos hemos sentido así. Pero todo necesita un equilibrio. No puedes evitar sentirte deprimido, como tampoco puedes evitar ser feliz. Si te permites estar de ese modo y desahogarte con el resto harás que tu mente se equilibre y seguirás conservando tu estabilidad emocional. En cambio, si no lo haces, solo lograrás sentirte peor. Pero, Rubius se excusaba diciendo que prefería ser él quien terminara herido a que el resto lo estuviera por sus acciones y emociones.

Rubius le correspondió al instante aquel acto de parte de su amigo. Estaba harto de todo. Quizá, no era el mundo quien lo estaba enredando; tal vez fuera él quien estaba provocándose ese lío mental. A lo mejor, él se estaba dejando vencer por los problemas y por eso su mente se encontraba tan revuelta. Quizás él siempre fue el verdadero culpable de todo.

De pronto, Mangel sintió una punzada muy fuerte en el pecho. Observó a su amigo y vio que estaba llorando en su hombro. El de pelo blanco había roto en llanto y liberaba unos sollozos que le hicieron sentir una gran lástima. Él sentía todo lo que su amigo sentía, y gracias a esta habilidad, entendía a la perfección cuál era la razón de esto. Ver a su compañero en aquel estado, tan roto, vulnerable e indefenso, le partió el alma. Sentir aquella culpabilidad y tristeza tan enormes en su interior lo dejaron anonadado. Su amigo estaba en un verdadero colapso mental. Así que, lo abrazó más fuerte, y él también lloró.

Permanecieron así un largo rato: llorando en los brazos del otro y desahogándose mutuamente. Dicen que las acciones crean un mayor impacto que las palabras, y ellos lo pueden confirmar. Se transmitían apoyo, contención y consuelo, pero, también aquella tristeza y debilidad que los embargaba internamente. Aquel sentimiento de impotencia que ambos sentían y que los debilitaba cada vez más; sentirse encerrados en un laberinto creado por sus propias mentes y hallar múltiples opciones, pero, no saber cuál es la correcta, o cuáles son las correctas. No tener idea del camino que debían tomar los atormentaba; pero, les carcomía más el saber que era imposible contarle esto a alguien.

Pese a esto, ellos no lo necesitaban. No necesitaban expresarlo con palabras; con un simple gesto podían deducir lo que el otro siente, anhela o piensa. Con una simple mirada que delate sus verdaderas intenciones y pensamientos. Se conocían tan bien que no necesitaban darse explicaciones, solo tenerse el uno al otro.

—Mira, Rubiuh, en la vida siempre habrá problemas. A veces se presentarán con mayor intensidad y ferocidad; tanto, que te pueden dejar confundido y hacer que te sientas débil. Que sean capaces de causar que tu mente se revuelva y tus sentimientos se fusionen. Pero tú decides cuánto te van a afectar. Tú decides si quieres afrontarlos o no. Porque las decisiones que tomes causan un gran impacto en tu entorno, tu personalidad y en las personas que te rodean. Sé que te sientes débil y agotado; que no tienes fuerzas para luchar contra los obstáculos que se te están presentando. Pero de eso se basa la vida: de cómo afrontamos los problemas. A partir de la pelea contra este, se originará una experiencia, y de la solución que hallaste junto con lo vivido, se creará una enseñanza. Tú decides si tomarla en cuenta o no; pues de eso también se basa la vida: de decisiones.

Rubius abrazó más fuerte a su amigo y murmuró:

—Gracias, Mangel. No entiendo absolutamente nada de lo que me está pasando y tampoco sé cómo solucionarlo, pero te prometo que encontraré la solución. No pienso defraudarte.

Mangel sonrió y respondió:

—Nunca me decepcionarías, mi Rubiuh.

Almas unidas (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora