Capítulo 5

158 23 20
                                    

Willy se encontraba acostado en su sofá mirando al techo. Estaba muy aburrido. Generalmente, sabía hallar la manera en la que podría divertirse, pero este no era uno de esos casos.

—Dios, me aburro. Podría llamar a alguien, pero ya es algo tarde. No sé qué hacer. Señor que estás en los cielos, o donde sea que estés, necesitaría un poco de diversión. Sé que no soy la mejor persona del mundo pero, ¿me harías el favor de concedérmelo? —Suplicó Willy.

Hallaba algo estúpido el haber hecho eso, pero el aburrimiento lo ponía demasiado tonto según él.

De repente, como si de un milagro se tratase, alguien tocó la puerta. Se vio sorprendido ante esto, así que, rápidamente, se levantó de su sofá y fue corriendo hacia la entrada principal. Al abrir la puerta, se desconcertó por completo.

«Aparentemente, los milagros sí existen. Si rezar a Dios provoca esto, me voy a volver católico».

Vegetta en un acto de desesperación se dirigió a la casa del albino. Necesitaba un consejo para poder ayudar a Rubius. Le ponía demasiado nervioso toda esta situación, y a pesar de que Willy tuviera sus ataques infantiles, era uno de los más serios del grupo y también un buen consejero. Además, era su mejor amigo y lo comprendía a la perfección, así que sabía que estaría dispuesto a ayudarlo.

—Vegetta, ¿qué estás haciendo aquí? —Preguntó el albino, tartamudeando de la sorpresa que sentía.

—¿Tan raro es verme por aquí que te pones nervioso y todo chaval? —Rio Vegetta por las expresiones de su compañero.

—Bueno, últimamente sí, así que la verdad es que estoy desconcertado —le respodió Willy, riéndose de sí mismo.

—¿Puedo pasar? —Le preguntó el contrario con su típica sonrisa.

—Oh, sí, claro —respondió el de boina verde, poniéndose a un lado de la puerta para que su amigo pudiera entrar a su hogar.

Vegetta al entrar a esa casa-árbol se quedó recorriéndola con la mirada detenidamente. Se sorprendió al verla completamente pulcra.

«Debía de andar aburrido para que esté así de ordenada».

Ese pensamiento provocó que sonriera. Conocía a aquel muchacho demasiado bien.

—¿Hoy no fue un día muy productivo? —Comentó el de ojos violeta.

—¿Qué?

—Bueno, no es que seas tan desordenado, pero para que tu casa esté así, deduzco que hoy no tuviste nada para hacer —dijo mientras se reía y en su rostro se dibujaba su usual sonrisa burlona.

—Me conoces muy bien —comentó Willy, sonriente—. Pero, bueno, dejemos de bromear y empecemos a hablar de la razón por la que viniste aquí.

—Para serte franco, Rubius me está poniendo de los nervios. Te juro que si lo ves ahora no lo reconocerías.

—¿Tan afectado está?

—Al parecer, sí. Todos sabemos la relación de amistad que tenían Mangel y él, y no debe de ser fácil superar eso, pero la actitud es algo que me deja anonadado.

—¿Se encuentra muy grave?

—Te sorprenderías. Está realmente mal. Llora todos los días, y su apariencia muestra que no se está cuidando. Además, una vez me lo encontré teniendo una pesadilla. Se le deslizaban un montón de lágrimas por las mejillas y estaba gritando el nombre de Mangel como un desquiciado.

Willy se quedó en shock ante aquella información. Rubius era conocido por no ser una persona que se tomara en serio las cosas, y cuando quería podía ser infantil, pero el tan solo imaginarse a su amigo gritando desgarradoramente y llorando sin control alguno le conmocionaba.

Almas unidas (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora