Capítulo 34

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Rubius miraba el lago desde la ventana del picadero. Disfrutaba de aquellos momentos de tranquilidad que estuvo viviendo las últimas dos semanas con Mangel allí. Para la suerte de ambos, nadie los halló. La única persona que veían era a Fargan, quien les llevaba comida o más ropa si les hacía falta, o cualquier otra cosa que fuera necesaria para seguir viviendo allí.

Eran sumamente cuidadosos cuando salían, ya sea para pescar, para buscar cosas en el bosque, para salir a andar en caballo, entre otras actividades. Siempre estaban alertas, ya que no se podían permitir el lujo de andar por ahí como si nada pasara, como si hubiesen huido de sus problemas en Karmaland, como si hubieran escapado por completo de su caótica vida.

No obstante, había algo más que provocaba que estuviera tan pensativo; también era el miedo el que no le permitía relajarse con totalidad. Estaba preocupado por su futuro y el de Mangel, por el futuro de Karmaland. Sabía que aquel día que le mencionaron los dioses era inminente; podría suceder en cualquier momento y él no estaría preparado porque no sabría qué hacer. Él no era un héroe; no tenía ninguna cualidad que le diera algún tipo de ventaja contra aquel tipo que ocasionaría el caos. Sus amigos lo harían mejor que él; ellos sí podrían porque tenían varias características que les favorecerían en la pelea. ¿Y qué tenía él? ¿Por qué lo eligieron?

De repente, sintió un escalofrío en su espalda y una energía fantasmagórica rodeándolo.

—¿Estás bien? —preguntó Mangel.

—Sí, solo estaba pensando.

—¿En qué piensas tanto?

Rubius suspiró, para luego, decir:

—Tengo miedo, Mangel.

—¿Miedo? Si es por los del psiquiátrico no tienes nada de qué preocuparte. Nadie sabe de este lugar y Fargan dijo que ya estaba buscándonos un buen hogar para vivir.

—No, no es eso.

—Entonces, ¿qué es?

Rubius suspiró de nuevo y tardó unos momentos en contestar. Sopesó las palabras que iba a decir y, finalmente, respondió:

—Sé que el día en que tengamos que luchar contra aquel hombre que va a traer el caos a Karmaland está cada vez más cerca. Podría suceder en cualquier momento y yo todavía no estoy listo. Tengo miedo que me dé un ataque de pánico y me quede bloqueado, sin saber qué hacer. Y me odiaría para toda la vida si por mi culpa perdemos aquella lucha, en especial por el resto del grupo, que estoy seguro que también lucharán. Siento que me están poniendo mucha presión, y no sé si podré manejarla.

Mangel quedó anonadado ante aquella confesión. Sentía en él la preocupación tan fuerte que reinaba en el cuerpo de su amigo, pero esa sensación se transformaba totalmente cuando él se lo contaba; tocaba de otra manera.

Rubiuh, si tú no confías en ti mismo y en las personas que están a tu alrededor los nervios te consumirán, y ahí sí que habrá problemas. Sé que es difícil confiar en uno mismo, pero debes hacerlo. Además, sé que te cuestionas todo el tiempo si fue una buena decisión de los dioses ponerte aquellos poderes a ti y no a tus amigos, pero te puedo asegurar que hicieron lo correcto. Yo siento aquel gran poder en ti; sé perfectamente que lo lograrás, Rubiuh. Y, también, estarás conmigo. Si los dioses me entregaron este trabajo de ser tu guardián espiritual fue porque sabían que ibas a necesitar a alguien a tu lado en aquellos momentos, y les demostraré que hicieron bien en confiar en mí. Cuando estamos juntos, somos imparables, y aquel día no será la excepción, ya lo verás.

Rubius sonrió, agradecido. Necesitaba aquellas palabras en ese momento. Sin embargo, todavía había algo que le consternaba.

—Mangel, si me pasa algo... Tú estarás ahí para acompañarme, ¿no?

Almas unidas (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora