Capítulo 18

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Rubius y Mangel se encontraban completamente nerviosos. Rubius deambulaba por la casa sin ningún rumbo, y Mangel estaba sentado en el sofá sin decir nada. Hoy sería la cita con el psiquiatra y ambos tenían miedo. No sabían lo que pasaría, pero, probablemente no iba a ser nada bueno.

—¿Quieres dejar de andar en círculos por la casa? Me estás poniendo nervioso —dijo Mangel, ya algo frustrado por las acciones de su amigo.

—¡Ja! Si crees que tú estás nervioso, yo estoy el cuádruple —respondió Rubius con ironía.

—Sería más fácil si tan solo te sentaras y buscáramos alguna solución al problema.

—¿Qué solución, Mangel? ¿No entiendes que ir a esa cita va a ser el fin para mí? Nuestros amigos le van a contar todo al psiquiatra y pensará que estoy loco.

Rubiuh... —Mangel iba a hablar, pero su amigo lo interrumpió.

—Mangel, le tendré que hablar de ti. Cuando eso pase, va a pensar que estoy chiflado. Me encerrarán en un centro de rehabilitación psiquiátrica; me darán pastillas todos los días, y con suerte no se me consumirá el alma cuando eso suceda. Me volveré otra persona, Mangel. Pareceré un muerto viviente que para que esté feliz le tienen que dar antidepresivos y antipsicóticos. No quiero que eso pase; no quiero, no quiero...—Rubius se detuvo, pues comenzó a llorar.

Mangel al percatarse de los sollozos y lágrimas que estaba soltando su mejor amigo se levantó del sofá y se dirigió hacia él. Inmediatamente, Rubius lo abrazó con fuerza y lloró en su pecho. Mangel correspondió al momento y le acarició el cabello para tratar de calmarlo. No lo demostraba, pero él también estaba muy preocupado. Tenía miedo de lo que podía ocurrir cuando tuvieran aquella charla con el psiquiatra. Rubius no estaba loco; no tenía ningún trastorno mental, solo podía verlo. Extrañamente, era el único que podía hacerlo.

Rubiuh, pase lo que pase, no estarás solo. No importa lo que te diagnostiquen, nuestros amigos seguirán visitándote porque de eso se trata la amistad: que, a pesar de todo, el lazo que los une no se rompe con nada. Ellos te quieren tal y como eres y no necesitas demostrarle nada a nadie. Además, siempre me tendrás a mí. Nuestro vínculo es tan fuerte que hasta nuestras almas están unidas.

—Es que me molesta que me diagnostiquen algo que no es verdad —dijo el peliblanco, con tono quebradizo.

—Lo sé; es injusto. Pero no todos los ojos están dispuestos a ver la verdad. No todos pueden observar lo que hay más allá.

Rubius sonrió.

—No importa lo que suceda; mientras te tenga a mi lado estaré bien.

Mangel sonrió también.

—Siempre estaré contigo, nunca lo dudes —prometió Mangel.

—No lo hago.

Ambos se sumieron en un silencio agradable, en el cual solo se abrazaron con cariño. Pero una gran angustia los carcomía internamente. Sabían que no iba a salir nada bien por más que lo ocultaran.

(...)

Mangel y Rubius caminaban con paso lento por los caminos de Karmaland. Se dirigían a aquel lugar que iba a definir el destino del de pelo blanco. Rubius estaba al borde de un ataque. Se hallaba verdaderamente nervioso. Quería huir a toda velocidad. Con cada paso que daba, sentía que le faltaba más el aire; que pronto llegaría a aquel lugar donde declararían que debían encerrarlo. Ese lugar se volvería su nuevo hogar, ya que estaba seguro que no lo dejarían ir. Pronto, sus fuerzas se acabarían. Solo quedaría su penosa figura desalineada e inexpresiva; un muerto viviente. Las pastillas lo consumirían; se convertiría en otra persona hasta el punto de ser irreconocible. Iba a ser como estar condenado a agonizar en vida para jamás irse de la Tierra. Se preguntaba si Mangel sentiría lo mismo.

Almas unidas (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora