Capítulo 41 (Final)

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Murmullos. Muchos de ellos. Se escuchaban a la lejanía, como si estuviera soñando. Se esforzaba para tratar de comprender lo que decían, pero no lo conseguía. Luego, un repentino sentimiento de debilidad se apoderó de él. Se sentía realmente cansado, sin energías. Pero algo lograba mantenerlo consciente para no volverse a perder en su sueño infinito. ¿Qué era lo que pasaba? Él debía estar muerto; tendría que caminar por aquel camino que lo llevaría directo al otro mundo, aquel que antes se veía tan lejos para él, tan ausente, y ahora lo tenía verdaderamente cerca, quizás a apenas unos centímetros de distancia.

De repente, un pensamiento cruzó por su mente. Mangel. ¿Dónde estaba él? Dijo que lo acompañaría para llegar allí, pero no lo veía por ninguna parte. De hecho, no alcanzaba a divisar absolutamente nada. Todo era negrura y oscuridad, nada más.

Sin embargo, una voz resonó por el lugar, opacando aquel sepulcral silencio que se hallaba presente.

—Todavía no llegó tu momento para morir, Rubius.

Fue entonces cuando cayó en la dura realidad. La entrada hacia el sueño eterno, la llegada de su muerte se sentía realmente lejana. Parecía un simple espejismo comprendido por su inconsciente, que estaba tan débil que apenas podía entender lo que sucedía a su alrededor. Su consciencia, tan desaparecida que la pensaba hacía unos momentos, se encontraba de nuevo en su mente, pidiéndole que se despertara, que ya no había razón por la cual esforzarse en dormir.

Quizá podría intentar abrir sus ojos, pensó por fin.

Y así como pasó por su cabeza, lentamente y con cierta dificultad, sus párpados comenzaron a abrirse. Su visión un tanto nublada le impedía reconocer el entorno en el que se hallaba, así que hizo el intento de abrirlos un poco más, aunque, ciertamente, le costaba demasiado, y no comprendía el porqué. De nuevo, aquel sentimiento de debilidad comenzó a apoderarse de él, mostrándole las pocas ganas o nulas de querer despertarse. «Necesitas descansar», le imploraba. Pero, por otro lado, estaba aquella otra voz que le decía «debes despertarte». Entonces, luego de tener una batalla mental consigo mismo, sintió su cuerpo de nuevo, por lo que alzó sus manos débilmente y se refregó con ellas sus tan agotados ojos.

Ahí fue cuando los abrió completamente, sin la visión tan confundida, lo cual le permitió poder observar a su alrededor, en un intento por descubrir en dónde se hallaba.

En un esfuerzo por enderezar su cuerpo, que le resultó bastante grande considerando la debilidad y cansancio que lo gobernaban, logró sentarse en lo que aparentaba ser una pequeña cama. Una vez más, su vista recorrió cada mínimo centímetro de aquella habitación, intentando tener un indicio que le indicara en qué lugar se encontraba. Lo cierto es que no logró reconocerlo. El cuarto tenía cierto estilo rústico y minimalista, pero se veía naturalmente acogedor. Por un segundo, aquel ambiente le brindó un sentido de seguridad y relajación, pero este se fue tan pronto como vino al venirle el súbito pensamiento de la posibilidad de estar secuestrado. ¿Y si Fenrir despertó de la nada y se lo llevó? ¿Qué tal si sus amigos no lograron despertarse a tiempo y no pudieron ver adónde se dirigía? Quizás ahora estaba encerrado en esa habitación, cuyo aspecto le pareció tan bonito al principio y ahora le brindaba cierto miedo y preocupación.

Por fortuna, logró divisar un tipo de aura que comenzó a aparecer de la nada en medio del cuarto. Le dio cierto temor debido a aquella suposición que tenía de haber sido raptado por Fenrir, pero luego su mente le recordó que si él estaba vivo Mangel debía seguir atrapado en el mundo de los vivos, por lo tanto aquella aura, que creyó por un momento que debía ser una alucinación suya ya que era poco visible, debía ser su mejor amigo volviendo a «despertarse» al igual que él.

Esperó pacientemente por unos cortos segundos, y, finalmente, logró verse por completo la figura de Mangel, la cual le pareció tan espiritual y mágica, como si se hubiera olvidado lo que era tenerlo presente como espíritu y no en carne y hueso. Incluso le parecía algo invisible, percatándose de cuán acostumbrado estaba de su presencia como fantasma que no se dio cuenta del verdadero aspecto místico y celestial que daba su amigo.

Almas unidas (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora