Capítulo 3

196 29 52
                                    

Los rayos del sol se filtraron por la ventana, los cuales iluminaron directamente el rostro de Rubius. Esto provocó que se despertara por la repentina molestia que sentía sobre sus ojos. Se los refregó y se desperezó, para luego, sentarse en la cama. Cuando se despertó completamente, se sorprendió, ya que no estaba en su habitación. Recorrió con la mirada el cuarto en el que se encontraba y se tranquilizó al darse cuenta que se había quedado dormido en la casa de Mangel. Sonrió al percatarse de algo: no se había despertado en la madrugada, ni tuvo pesadillas.

«Como siempre, Mangel, tu presencia me sigue brindando aquella calidez que me calmaba todo el tiempo».

Amplió su sonrisa ante aquel pensamiento.

Se levantó de la cama y se puso una sudadera, perteneciente a su mejor amigo. Después agarró una mochila que había por ahí, y en ella guardó las prendas y accesorios que había decidido llevarse. Una vez finalizó esto, se colocó la mochila y salió del antiguo hogar de Mangel.

Se podría decir que ese día era el opuesto de los últimos que habían pasado. Rubius se había levantado temprano, estaba sonriente y feliz, y tuvo ganas de hacer algo productivo después de mucho tiempo. Se notaba que el hecho de haber dormido bien esa noche logró que el estado de ánimo del chico subiera.

Caminaba por el pueblo relajado y con una sonrisa. Willy, Alexby y Fargan que, casualmente, pasaban por ahí, se desconcertaron cuando vieron al peliblanco por el pueblo y, además, con una sonrisa. Se alegraron por eso y retomaron su camino. Tal vez todo podría mejorar a partir de ahora.

Lamentablemente, estaban muy equivocados.

(...)

Me hallaba en la casa de Mangel. «¿Qué hacía allí?», se preguntaba mi mente. Empecé a recorrer los pasillos de aquel lugar. Me percaté que estaba todo a oscuras. Las cortinas cerradas, y ni una luz encendida. Seguí caminando y caminando, pero se me hacía que estaba dando vueltas en círculos. De pronto, todo tipo de rasgo de iluminación se esfumó. Comencé a ponerme nervioso. Esto me daba muy mala espina.

De la nada, empecé a oír murmullos. Eran incomprensibles. Trataba de agudizar mi oído para entenderlos, pero no funcionó. No sabía qué hacer. Me encontraba sumido en una total oscuridad y con unos murmullos inentendibles de fondo. Creía que la situación no podía empeorar, pero, al parecer, no estaba en lo cierto. Los murmullos empezaron a volverse más cercanos; tanto, que se convirtieron en susurros. Sentía una respiración en mi cuello, y eso me dejó completamente paralizado.

De repente, los susurros se volvieron comprensibles.

—Rubén, Rubén, ¿cuándo te vas a cansar de herir a todos a tu alrededor? Rubén, Rubén, juegas sucio y no te importa. Entiende que no puedes escapar de la oscuridad...—murmuraron aquellas voces.

Mi respiración se aceleró. El terror se apoderó de mí y lágrimas de impotencia descendían de mis ojos.

Y como si hubiesen percibido mi temor, empecé a sentir algo subir a mi cuerpo. En un intento por adaptar mi vista a mi enterno, divisé a lo que sea que andaba recorriendo mi anatomía: eran arañas. Solté un grito ahogado y traté de quitármelas de encima, pero, estas parecían no ceder a mis sacudidas inútiles. Repentinamente, un sentimiento de encierro inundó mis pensamientos. Estaba al borde de un colapso. No sabía si eran por los nervios o realmente las paredes de aquel pasillo me estaban acorralando. Sea la que fuese la razón, no me gustaba en ningún sentido. Pero la aparición de una voz totalmente conocida me dejó temblando.

Almas unidas (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora