[36] Lo que la sala multipropósito devolvió.

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Harry hubiera querido que ese momento  durara eternamente; allí, en la sala multipropósito donde su relación habia empezado, donde habia besado a Draco tras confesarle sus sentimientos, suspendido en el aire sobre la escoba y con los brazos de Draco rodeando su cintura, permitiéndole sentir como escondía la nariz en su espalda.

Pero no podía ser. Una enorme quimera hecha de fuego se habia abalanzado sobre ellos y el humo no los dejaba respirar bien.

— ¡La puerta! ¡Vamos hacia la puerta! —gritó Draco al oído de Harry, y éste aceleró, yendo tras Ron y Hermione a través de una densa nube de humo negro, casi sin poder respirar.

Las criaturas de fuego maldito lanzaban al aire con alborozo los pocos objetos que las llamas todavía no habían devorado, y por todas partes volaban copas, escudos, un destellante collar, una vieja y descolorida diadema…

—Pero ¿qué haces? ¿Qué haces? ¡La puerta está por allí! —gritó Draco, pero Harry dio un brusco viraje y descendió en picado. La diadema caía como a cámara lenta, girando hacia las fauces de una serpiente, y de pronto se ensartó en la muñeca de Harry…

El chico volvió a virar al ver que la serpiente se lanzaba hacia él; voló hacia arriba y fue derecho hacia el sitio donde, si no calculaba mal, estaba la puerta, abierta. Ron y Hermione habían desaparecido, y Draco gritaba y se sujetaba a Harry tan fuerte que le hacía daño, aunque no le importó.

Entonces, a través del humo, Harry atisbó un rectángulo en la pared y dirigió la escoba hacia allí. Unos instantes más tarde, el aire limpio le llenó los pulmones y se estrellaron contra la pared del pasillo que había detrás de la puerta.

Draco quedó tumbado boca abajo, jadeando, tosiendo y dando arcadas; Harry rodó sobre sí, se incorporó y comprobó que la puerta de la Sala de los Menesteres se había esfumado y Ron y Hermione estaban sentados en el suelo, jadeando.

Harry se arrastró, agotado, hasta el rubio y se quedó sentado a su lado mientras este recuperaba su respiración. Harry contuvo el impulso de abrazarlo. Ahora, era como un animal herido. Aun no debía recordarlo del todo, pero el haría que lo recordara.

Crabbe—murmuró Draco nada más recobrar la voz—. Goyle

—Están muertos—dijo Harry con un poco de arrepentimiento. Draco asintió levemente, tragando saliva. Su nuez de Adán se movió cuando trago.

—Harry…

Pero una explosión interrumpió a Draco y Harry se puso de pie de un salto, alzando la varita e instando a Draco a levantarse con él. Un nutrido grupo de jinetes traslúcidos pasó al galope; todos llevaban la cabeza bajo el brazo y chillaban, sedientos de sangre. Cuando hubo pasado el Club de Cazadores sin Cabeza, Harry se puso en pie trabajosamente, echó una ojeada alrededor y comprobó que todavía se estaba librando una encarnizada batalla. Oyó gritos que no eran de los jinetes decapitados y lo invadió el pánico.

— ¿Dónde está Ginny? —Preguntó Hermione de repente—. ¡Estaba aquí! ¡Tenía que volver a la Sala de los Menesteres!

—Caramba, ¿crees que seguirá funcionando después de ese incendio? —Repuso Ron, pero él también se levantó del suelo, frotándose el pecho y mirando a derecha e izquierda—. ¿Por qué no nos separamos y…?

—No—Dijo Hermione poniéndose de pie y mirando a Draco, que se habia puesto de pie vacilantemente—. Mantengámonos juntos. Yo propongo que vayamos… ¡Harry! ¿Qué es eso que tienes en el brazo?

— ¿Qué? ¡Ah, sí!

Se quitó la diadema de la muñeca y la sostuvo en alto. Todavía estaba caliente y manchada de hollín, pero al examinarla de cerca vio las minúsculas palabras que tenía grabadas: «Una inteligencia sin límites es el mayor tesoro de los hombres.»

La Tregua [Harco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora