Capítulo 1

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Desperté a la mañana siguiente. Después de la boda, nos mudamos al Chalet en bahía tiburón. Acabábamos de regresar de nuestro viaje a Paris. Ahí fue nuestra Luna de miel, la cual suspendimos por asuntos en la empresa y retomamos hacía tres semanas atrás.

Adam no estaba en la cama. Era domingo muy temprano por la mañana.

¿A dónde habrá ido?

Bajé a la cocina, pero no había nadie. Sin embargo, en la mesa había una carta con una rosa roja. Tomé el sobre, abrí la carta y comencé a leerla.

Nina:

Ayer me preguntaste algo que creí que sabías. Te amo. Siempre lo he hecho y siempre lo haré, eres lo mejor que me pudo pasar.

¿Qué es lo que me gusta de ti?

Todo. Tus ojos, tu mirada, tu boca, tus besos, tus caricias, la forma en cómo me miras, cuando te sonrojas, cuando te pones nerviosa, hasta cuando te enojas y la forma en cómo pronuncias mi nombre.

Nunca te dejaré de amar y si es que piensas en esa posibilidad, créeme, nunca amaré a alguien a parte de ti.

Tu amor es mágico, es un milagro para mí. Aunque al principio se tornó trágico, después, fue todo lo que había estado esperando.

Tu esposo y tu eterno enamorado.

Adam

Dudaba que lo siguiera siendo, después de enterarse de mi pasado. Amaba a Adam, me costó aceptarlo. Toda mi vida esperé por un amor así.

Coloqué la rosa en agua. Me hice un poco de café y salí a la terraza a mirar la hermosa vista que tenía de San Francisco.

Me di un baño en la relajante tina y puse música. Alejé los malos pensamientos. A los minutos salí del baño e hice mi desayuno. Preparé un poco de huevo revuelto con pan tostado y jugo de naranja. Me senté a desayunar, sola, cuando me estaba acostumbrando a comer en compañía de él, todo el tiempo. Terminé de desayunar. Pasaron las horas y él no llegaba. Comencé a preocuparme, porque ni siquiera me había dicho que saldría y con Dissarno suelto, corría peligro.

Tomé mi celular y le mandé un mensaje. Me esmeré en escribirlo.

"Desperté hoy en la mañana, sin una parte de mí, la cual, no sé donde está ahora.

P.d. Gracias por la carta y la rosa."

Esperé unos cuantos minutos, pero no contestó. Fue extraño, ya que él contestaba los mensajes rápido. Pasó media hora y seguía sin respuesta, le marqué a su celular. Sonó y sonó, pero no contestó, me mandó a buzón.

Sentí una opresión en el pecho bastante grande.

¿Le pasaría algo?

Sonó mi celular, era él.

Respiré de alivió.

—Mande, Nina

— ¿Dónde estás? Me tienes preocupada.

—Lo siento. Tuve que venir a la empresa y dejé el celular en el escritorio de la oficina, pero si vi tu mensaje y tu llamada, ¿en realidad te gustó lo que te deje?

—Sí, fue un lindo detalle. Pero no me cambies el tema, ¿Sabes lo preocupada que estaba? Pudiste haberme dejado un mensaje o llamado para avisarme que no estabas, que irías a la oficina.

—Lo siento. No volverá a pasar.

—Más te vale—reí

— ¿Sabes una cosa?

— ¿Qué?— le dije en tono molesto.

—Me encanta que te preocupes por mí, eso me dice que en verdad me quieres.

—No te quiero...— hice una pausa y antes de que pudiera seguir, él me interrumpió.

— ¿No me quieres?

—Déjame terminar, no te quiero, te amo.

—Yo también te amo. Iré a la casa en un rato más.

—Iré a ver a Annie, Michel y a Eitan,

—Muy bien. Nos vemos más tarde.

Colgamos.

Tomé las llaves de mi auto nuevo. No me acostumbraba a tener mi propio auto. Eso me recordaba a las estafas con Dissarno, cuando él me daba un auto para fingir ser una empresaria exitosa o una millonaria joven. Jamás había tenido uno para mí, pero Adam insistió en que tendría que tener uno para poderme mover a la cuidad con mayor facilidad.

Me fui con rumbo a la casa en la que solía vivír. Mientras manejaba, podía ver el hermoso paisaje de la costa de San Francisco, pasé el puente Golden Gate, a los minutos ya estaba en mi casa. Todos se sorprendieron al verme, creían que seguía de viaje.

—Hola, Nina. Me alegra verte— expresó Annie. Me abrazó en cuanto crucé la puerta principal.

— ¿Cómo han estado? —sonreí —¿Qué pasó en las semanas que estuve fuera?

Ella se quedó callada, con lo cual supuse que algo pasó

— ¿Todos están bien?, ¿le pasó algo a Eitan y no me quieres decir? —pregunté alterada

—Cálmate, todo está bien— su tono de voz no me convenció. Subimos al tercer piso. Ahí estaban mi hermano y Michel

—Reinita, ¿Cuándo regresaste de la cuidad del amor?— comentó Michel, en un tono satírico enfatizando las últimas tres palabras.

Reí

—Yo también te extrañé— lo abracé

—Hasta que al fin tenemos noticias tuyas— el semblante de Eitan, era de pocos amigos. Se notaba tenso, sin duda algo grave estaba pasando

—Como siempre mi hermanito. Te extrañé en parís— también lo abracé

Bufó

—No lo creo, debiste habértela pasado de lo lindo—rió— ¿y conociste la cuidad o no salías del departamento?— expresó burlón, con ese humor que lo caracteriza.

—Conocí la cuidad, es muy hermosa. Algún día tienes que ir a verla.

—Algún día—noté un poco de añoranza en su voz

Todos comenzaron a verse entre sí.

— ¿Qué pasa? —pregunté—¿Qué me están ocultando?

Eitan soltó una respiración sostenida.

—Se trata de Dissarno—respondió

— ¿Qué pasa con él?

—Dissarno, volvió. Nos quiere de regreso.

Al escuchar esas palabras, me sentí desfallecer, sentí mis piernas flojas, pero me mantuve fuerte para aparentar que lo era. En realidad, estaba alterada y preocupada por lo que se aproximaba.   

Mentiras EstafadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora