Capítulo 41

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Desperté muy temprano en la mañana, no pude dormir. Regresamos a la oficina, después de estar ausentes por dos meses.

Eitan pondría en marcha el plan. Comenzaría a traspasar dinero y dentro de unos cuantos días, se daría la notificación de que la empresa estaba en números rojos. Los chicos ya estaban dados de alta en el sistema y entraban a trabajar mañana. Lain nos hizo una llamada, avisándonos que se presentaría al final de la semana.

— ¿Lista? —preguntó Adam, sacándome de mis pensamientos.

—Sí— respondí al terminar de ponerme mi labial.

Llevaba uno de mis comunes vestidos, el cual me quedaba un poco ajustado, la verdad dentro de poco no me quedaría.

Nos fuimos en el Lamborghini de Adam.

— ¿Estas nerviosa?

—Un poco

— ¿Donde creen que estuvimos todo este tiempo?

—En juntas en Nueva York. Me estuve comunicando con Andrea, para ver todos los pendientes, al igual con Kevin, él me estuvo cubriendo todo este tiempo, en los asuntos importantes, si había algún pendiente le decía a Andrea que lo mandara a mi correo y ahí Kevin lo solucionaba o yo cuando veía que él no podía resolverlo porque no era su área. Así que si te preguntan estuviste en Nueva York cerrando un trato con un cliente.

—Está bien, les mentiré si es necesario. Al fin de cuentas, ya estamos inundados de mentiras, que si salen a la luz, nos ahogaremos.

—Sí, pero lo haremos juntos. Recuérdalo— tomó mi mano, pero nunca apartó la vista del frente.

Llegamos a la empresa, nos bajamos y subimos por el elevador. Yo bajé y él siguió hasta su piso. Caminé, ahí me saludó Marie.

—Hola, Nina—sonrió

—Hola, Marie—correspondí la sonrisa.

— ¿Qué tal el viaje? —preguntó entusiasmada

—Un poco cansado

—Sí, me imagino. Todos los pendientes los dejé en tu escritorio, los más importantes se los mandé al Jefe y él me los resolvió.

—Gracias, Marie. Ya me pongo al día con todo.

Ella asintió

Entré a mi oficina, vi la montaña de carpetas en mi escritorio. Tomé asiento y comencé a leer cada uno de los pendientes.

Pasó tan rápido el tiempo que ni siquiera me di cuenta que ya era la hora de la comida, hasta que sonó el teléfono de la oficina.

—Nina—era Marie —ya es mi hora de comida, voy a salir, ¿se te ofrece algo?

—No, Marie. Gracias

— ¿Vas a comer?

—Sí, pero en un rato más.

—Muy bien. Nos vemos más tarde.

—No te preocupes—colgué

Seguí con los pendientes, tenía bastante trabajo atrazado. Pasados los 10 minutos, tocaron a mi puerta.

—Pasen— seguí leyendo y escribiendo en mi computadora.

—Me encanta verte trabajar—paré de escribir y levanté la mirada. Era mi esposo.

—Adam— sonreí

—Vengo a robarme a mi esposa para salir a comer.

—Tengo mucho que terminar, Adam. Tengo que ponerme al corriente, me va a tomar mucho tiempo y de eso no disponemos ahora.

Mentiras EstafadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora