Capítulo 45

32 2 0
                                    



Era la cita con Lain, lo llamé y concretamos la cita aquí en la empresa. Él que creía que tenía a Adam bajo la bolsa, eso le hice creer cuando hablamos. Recordaba sus palabras claramente.

— ¿Qué quieres Nina? —me respondió la llamada.

—Te hablo para que vengas a la oficina, Adam quiere una cita contigo.

—Es lo que estoy pensando

—No sé que estas pensando, Lain. Soy estafadora, no adivina

—Sabes a que me refiero, Nina, ¿el pez mordió el anzuelo?

—Sí, Lain. El pez mordió el anzuelo.

— ¿A qué horas quieres que este ahí?

—Adam te quiere alrededor de la hora de la comida, ¿te parece bien a la 1 en punto?

—A esa hora me tendrás. Esto hará que le vuelva el ánimo a Dissarno, porque ha andado con un genio de los mil demonios.

— ¿Qué es lo que pasa con él?

—La verdad no creo que te importe

—Sólo me preocupo, aunque no lo creas lo estimo mucho, él fue mi mentor— le mentí, ocupaba saber más información de él, ya que no lo teníamos tan cerca, pero eso lo dudaba.

—Él también fue mi mentor y no lo estimo tanto

—Ni porque es la mano que te da de comer, drogadicto imbécil

—Mejor cállate, perra callejera

— ¡No te permito que me hables así!—le grité

— ¿Qué sucede, la señora Jones, se enojó? Espera a que me importe, para mí tú siempre vas a ser esa perra callejera a la cual un día violé en el albergue.

—Cállate estúpido, no lo repitas nunca en tu maldita vida— le dije llena de coraje. Lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas—aquí te espera Adam mañana. Ojala te murieras, para que no llegaras a tu cita— le colgué

Ya había sacado ese mal recuerdo de mi mente y Lain me lo recordó. Es por eso que lo odiaba con todo mi ser. Lo confesó cuando confesó su amor y yo no lo acepté. Cuando Eitan se enteró casi lo mata a golpes. Si Adam supiera la verdad, haría lo mismo que mi hermano, así que era mejor ocultarlo.

Tocaron a mi puerta, sacándome de mis pensamientos.

—Adelante—indiqué

—Nina, ¿estás ocupada? —preguntó Marie entrando a mi oficina.

—No— fingí una sonrisa.

— ¿Te encuentras bien?

—Sí, dime que se te ofrece

—Solo quería avisarte que me voy a comer, pronto llegará el licenciado Lewis, le dije a Melisa que te avisara cuando él llegara, porque quieres ir a recibirlo.

—Está bien, Marie, gracias

—De nada, Nina. Estoy para servirte— cerró la puerta. En cuanto lo hizo sonó mi teléfono, era la línea interna

—Habla Nina.

— ¿Nina?

Era Melisa

—Sí ¿Qué pasa Melisa?

—El licenciado Lewis va entrando a la empresa.

—Ya bajo

—Está bien, le diré que ya vienes.

Colgué el teléfono y tomé la carpeta que tenía en el escritorio. Fui a tomar el ascensor, por desgracia no alcance en el cual se fue Marie y tuve que esperar al otro. Cuando llegué a la recepción, vi como Marie terminaba de platicar con él y se alejaba con discreción. ¿Lo conocía? No diría nada, pero investigaría acerca de ella. Me acerqué a Lain

—Buenas tardes, licenciado Lewis—extendí mi mano para que la estrechara

—Licenciada Jones— estrechó mi mano — ¿Cómo ha estado?

—Bien, gracias— expresé apático, Melisa me miró de manera extraña—Vámonos a la sala de juntas, ahí Adam lo está esperando.

Me siguió y entramos en el ascensor, ya estando dentro comenzó a preguntarme

— ¿Cómo va el plan?

— ¿Me preguntas como va el plan? Si estás aquí a punto de quedarte con un buen porcentaje de las acciones. No tienes vergüenza, Lain.

—Es solo para sacarte plática. No me gusta que estés tan seria y más conmigo.

— ¿Y cómo quieres que sea? —arqueé una ceja —Sabes que te odio, que nunca me has agradado ni lo más mínimo. Es por eso que soy así contigo, porque a comparación de otras personas, yo no soy hipócrita, Lain.

—Yo no te odio— se acercó, quería tocarme, pero saqué una navaja que tomé antes de salir de la oficina y se la puse en el cuello.

—Tú te acercas más a mí y esto corta tu cuello.

—No seas tan ruda, cariño— intentó acercarse más.

—No estoy jugando, Lain— le hice un pequeño corte en el lado derecho de la barbilla.

—Eres una...— tocó su cortada, la cual limpió con un pañuelo que sacó del bolsillo interior de su saco.

—Yo te lo advertí— respondí desafiante.

Guardé la navaja. Llegamos al piso, ahí ya nos estaban esperando todos los asistentes.

—Hola, Licenciado Lewis— Adam extendió su mano para que este la estrechara.

—Dejemos los formalismos, dime, James— estrechó su mano

—Comencemos con lo nuestro—sonrió

Mentiras EstafadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora