Capítulo 25

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Estábamos todos reunidos en la bodega. Dissarno tenía un gran equipo. Debía estar planeando algo bastante grande. Comenzó a con un discurso motivacional para todos los asistentes, al cual, no le presté atención. Al terminar presentar a cada uno, con sus diferentes características y habilidades.

Y cómo había imaginado, Lain, era su mano derecha. Los integrantes del viejo equipo, estábamos al frente y a un lado de él.

—Para los nuevos reclutas—salí de mis vagos pensamientos y presté atención— ella— me señaló –será la encargada de entrenarlos.

— ¿Ella?— dijeron unos al fondo

— ¿Qué nos puede enseñar, esa? —expresó un joven de manera arrogante— solo mírala

Arqueé una ceja. Sonreí de manera soberbia.

—Esa, cómo tu la llamas—comentó Dissarno.

Lo miré y él asintió, así que hablé.

—Lamento diferir contigo, pero aquí, soy la persona mejor calificada para instruirte. Tengo entrenamiento especial militar.

El chico bufó

—Sé desarmar a un hombre en 15 segundos.

Volvió a bufar

— ¿No me crees?— lo reté

—La verdad no— habló con voz firme, aceptando el reto

Dissarno lo señaló, él dio tres pasos al frente.

—Esto debe de ser una broma de mal gusto—rió el chico, se notaba confiando, pero eso estaba a punto de cambiar.

—Te aseguro que no lo es— le respondió Dissarno

Di un paso al frente, pero él me tomó del brazo.

—Cállalos—me apuntó en voz baja —pero no lo dejes inconsciente, lo necesito en sus cinco sentidos mañana. Necesita aprender bastante.

Asentí

Lain le dio un arma, este comenzó a analizarla.

—Esto se pondrá bueno— dijo él riéndose.

Pasé al frente justo donde estaba el chico. Sostenía el arma apuntando hacia mí.

—Cuando quieras te estoy esperando—me crucé de brazos

Vi cómo se movía para todos lados.

—El tiempo corre— señaló Dissarno— a partir de ahora

Me acerqué, él comenzó a forcejear conmigo, puso resistencia como todos, me lancé sobre él, le di un golpe estratégico, cayó al piso, le quité el arma y lo apunté con ella

—Levántate – le dije. Extendí mi mano para ayudarlo, pero se negó

—Dile el tiempo, Lain—ordenó Dissarno

—14 segundos

—Mi record es de 13 segundos. Así que piensa mejor las cosas antes de hablar, Blondie— le puse el seguro al arma y se la entregué a Lain

—Veo que no has perdido el toque— me indicó al oído cuando se la entregué

—Lo que bien se aprende, no se olvida— le contesté de la misma manera.

— ¿Alguien más tiene alguna queja de su entrenadora?— preguntó Dissarno en voz alta, trayendo nuestra atención de nuevo hacia él.

Todos se quedaron en silencio

—Sus entrenamientos comienzan a las 700 horas. Los ejercicios los harán con Lain. Nina les enseñará combate. Después de sus entrenamientos físicos, se dividirán en grupos. Los informáticos, trabajaran con Jerry y Annie. Los falsificadores con Michel y después de la comida, todos se reunirán aquí para aprender sobre estrategia con Eitan. ¿Alguna duda?

—No señor— dijeron todos a unísono

—Los espero mañana temprano, pueden retirarse.

Me sentí, de nuevo, como una adolescente, cuando recién llegué al equipo. Era como si estuviéramos en una escuela militar, pero nosotros, no éramos los buenos, nunca lo fuimos, hasta hoy.

Los de nuevo ingreso comenzaron a dispersarse, yéndose a sus dormitorios. Ya nos íbamos, cuando nos habló

— ¿Quiero hablar con ustedes?

— ¿Sobre qué?— le pregunté

—Mañana llegaré el último elemento, es uno nuevo, pero con experiencia, según nuestro reclutador es bueno, pero necesito de su apoyo

— ¿Seguro que vendrá?— le preguntó Jerry

—Sí, estoy seguro.

—Ya veremos si llega— comentó Michel

—Espero y no lo haga— indicó Lain.

Dissarno sólo rió y se fue.

—Pensaría que estás celoso— me burlé de Lain

—Por favor— bufo y se fue.

Desperté temprano, a la mañana siguiente. Lain puso a los novatos a correr alrededor de la bodega como unas diez veces, después los puso a hacer sentadillas y lagartijas.

No estaba nada contento con la llegada del nuevo elemento, lo creía una amenaza, estaba segura.

La mañana dio paso a un bello sol de medio día y este a una tarde que caía a nuestros pies. Estaba sentada en el jardín, a lo lejos pude observar que se acercó un coche a toda velocidad, paró en seco, frente a la entrada de la bodega, haciendo una nube de tierra, cuando se disipó, vi que del coche, se bajó un joven alto, cabello negro, largo, ojos verdes y bastante atlético. Debía ser la persona que esperábamos.

Me acerqué para recibirlo. Me miró de pies a cabeza, analizándome. Sonrió

—Soy Adam Steven—habló con un tono seco, poco amigable y un acento extranjero.

Era la versión inglesa de Lain, lo que faltaba, otro ególatra en la organización. 

Mentiras EstafadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora