Capítulo 9

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Estábamos en el elevador los dos tomados de la mano. Nos mirábamos cada 5 segundos, como dos tontos adolescentes enamorados. A mi cabeza vino la imagen del elevador, cuando nos besamos por primera vez. Él rió y yo también lo hice, probablemente recordó lo que pasó aquella vez.

— ¿Recordaste lo del elevador, cierto?— le pregunté

—Sí y me encantaría besarte de esa forma aquí, de nuevo

—No creo que sea posible

— ¿Por qué?

—Ahora estamos casados, ya no sería lo mismo

—Claro que si

—Claro que no, porque el elemento era la sorpresa y ahora estoy sobre aviso

Seguimos en silencio. Pensé que lo haría, pero no lo hizo. Estábamos a punto de bajarnos, las puertas estaban a punto de abrirse, pero presionó un botón y el elevador se detuvo. Me recargó contra la pared y comenzó a besarme con pasión. Coloqué mis manos detrás de su cabeza y jugué con su cabello. Sus manos fueron descendiendo hasta llegar a mi cintura, me acercó a él. Me cargó y yo enredé mis piernas en su cintura.

—Aquí no. No es el lugar apropiado.

—Demasiado tarde— se bajó el cierre del pantalón.

— ¿Y si alguien nos descubre?

—Ese será el elemento sorpresa

— ¡Adam Jones! —grité

—Así gritaras, ahorita—rió

— ¡Bájame ahora mismo! —le ordené

—Está bien, pero me debes una

— ¡Adam!

— ¿Qué?

Lo miré fijamente. Sabía no que estábamos haciendo lo correcto y él lo entendió

—Está bien

Me bajó. Presionó el botón y las puertas se abrieron, ahí había unos ejecutivos esperando.

—Estos elevadores. Creo que tendré que decirle a los de mantenimiento que los chequen— dijo al salir

Cuando los ejecutivos entraron y las puertas cerraron, nos reímos. Caminamos tomados de la mano. Llegamos hasta su coche. Me abrió la puerta, entramos.

— ¿Lista?

Asentí

— ¿A dónde me vas a llevar?

—Ya lo veras

—Sabes que odio que no me digas las cosas

—Sí, lo sé. Por eso lo hago

— ¡Adam! —lo reprimí

—Es broma, pero sabes que yo amo darte sorpresas

Nos fuimos en su Lamborghini a una dirección desconocida para mí.

Cuando dio vuelta en la esquina con rumbo al departamento, supe que íbamos ahí. Bajamos, y subimos. Cuando estábamos en la puerta me pidió que cerrara los ojos.

Cerré los ojos, tomó mi mano, escuché que abrió la puerta, entramos y cerró al entrar

—Ya puedes abrirlos— expresó

Obedecí, pude ver que había preparado una deliciosa comida. En realidad había dos copas y dos platos en la mesa con cubiertos una botella de vino tinto y en medio una enorme pizza.

Mentiras EstafadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora