Capítulo 31

34 2 0
                                    



Estábamos en la bodega viendo el botín de lo que habíamos robado. Los novatos hicieron un buen trabajo. Las obras de arte eran valiosas y se podrían vender muy bien en el mercado negro.

Adam se acercó a mí. Cambió el esmoquin, por unos jeans y una camisa de color verde, igual a sus ojos, los cuales se veían más verdes.

— ¿Podemos hablar?

— ¿Tiene que ser ahorita?

—Sí, antes de que Dissarno haga su aparición

—Está bien, ¿de qué quieres hablar?

—Aquí no, vamos afuera para platicar en privado.

Salimos, había una hermosa luna de una noche de verano, que rápido pasaba el tiempo, ya era verano.

— ¿Qué me vas a decir?

—Gracias—expresó muy bajo

— ¿Qué?

—Gracias. Por lo que hiciste hoy en la galería, de no haber sido por ti, la operación habría fallado y todo por mi culpa.

—No te preocupes—lo miré fijamente —era mi deber rescatarte, si no lo hacía todo se habría venido abajo.

—Lo que si no debías era robar ese cuadro ¿Por qué lo hiciste?

—Por compasión, lo que dijiste me enterneció de alguna forma y de alguna me recordaste a mí, cuando iniciaba y me prometí que cuando alguien estuviese en una situación parecida lo ayudaría y eso hice, así que no te sientas muy importante.

—Me salvaste el pellejo, además, nunca está de más agradecer

—No te preocupes y no te acostumbres que no lo hare muy seguido.

— ¿Qué fue lo que te dijo Eitan? Sé que ya hablaste con él.

—Nada que te pueda interesar

—Nunca puedo hablar bien contigo, tus estados de ánimo son tan variantes, pareces que sufres bipolaridad, deberías de buscar ayuda—le dije con voz fuerte y agresiva. Me aparté de ese lugar para entrar a la bodega, Dissarno no tardaba en aparecer.

—Espera— me tomó del codo.

— ¿Ahora qué quieres? —le grité

—Lo siento, no debí contestarte así—respondió calmado

—Ya me harté de tus arranques de rabia, sólo te pido una cosa, no te me acerques y la próxima vez que estés en problemas no te ayudaré— me solté con fuerza.

—Perdóname, ya no lo haré.

—No tienes porque pedirme perdón, Adam. No soy nada tuyo y a mí ni me viene ni me va como seas o como actúes.

—Pero a mí, sí

— ¿De qué estás hablando? —pregunté confundida.

Se acerco a mí y me tomó de la mejilla

—Me importas mucho, yo diría que demasiado

— ¿Te encuentras bien?

—No, ya no soporto más

Se acerco a mí, estaba a escasos 2 centímetros de mi boca

—Sé que dije que no te besaría hasta que tú me lo pidieras, pero ya no resisto más, quiero besarte

—Estás loco, soy una mujer casada— me aparté de él

—Tu marido está lejos, él debe de ser un idiota por dejarte ir.

Mentiras EstafadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora